jueves, 5 de febrero de 2009

Tea Incendiaria. Céspedes, Máximo Gómez y Weyler.



Carlos Manuel de Céspedes

Si fuésemos a comparar hechos de la historia mundial reciente, con la de Cuba PRE-republicana, pudiésemos decir que la actuación de Hamás utilizando a la población civil en el conflicto contra Israel, o sea mujeres, niños y ancianos, podemos compararla con la actuación de los mambises en la Quema de Bayamo, una idea genial de Carlos Manuél de Céspedes, donde se involucró a la población inocente, o sea mujeres, niños y ancianos fueron obligados a la manigua en total pobreza. No hay diferencia. Fue la misma brutalidad, sin embrago sólo criticamos a Hamás por eso.



Generalísimo Máximo Gómez

Cuando al Generalísimo se le ocurrió la fatídica Tea Incendiaria, que no era mas que “Arruinar la zafra y con ella la economía colonial de la que dependía la Península en aquellos tiempos”.

El principal objetivo era extender el escenario de la guerra a las provincias occidentales. La idea de Gómez era convertir la “siempre fiel” Isla de Cuba en una ruina, en vez de la bonanza que había sido hasta entonces. Cual habría sido el objetivo peninsular de mantener contra toda esperanza el tutelaje colonial en una isla lejana, empobrecida por una campaña de devastación?

Todos los insurrectos no compartían la visión del dominicano.

Un fuerte opositor fue el General Bartolomé Mazó. Maceo que también fue muy cruel, lo apoyó.

El 6 de noviembre. Gómez enviaba su primera orden al ejército invasor.

(Desde mi punto de vista bien cruel)

Articulo 1. Que todas las plantaciones sean totalmente destruidas, quemando la caña y los edificios aledaños, así como todos los ferrocarriles que los comuniquen a los ingenios.

Articulo 2. Que todos los trabajadores que laboren en los ingenios azucareros (fuentes de riqueza que tenemos que negar al enemigo) sean considerados traidores a la patria.

Articulo 3. Que todo aquel que se pruebe que este involucrado en las actividades descritas en el Articulo 2, sea pasado por las armas. Que todos los jefes del Ejército Libertador acaten esta orden, en nuestra determinación de desplegar triunfante la bandera de la República de Cuba, aunque esto tenga que ocurrir sobre un campo de ruínas y cenízas.



Con libertadores como estos, tan crueles, nada bueno se podía esperar en una Cuba libre. No había que quemar casas y negocios de personas inocentes.

Algunas de las estadísticas producto de la Tea Incendiaria fueron;

Un estudio sobre Cuba. University of Miami Press, 1963.)
Cabezas de ganado: 1882: 2’585,309; 1899: 376,650
Caballos, mulos y asnos: 1892: 647,360; 1899: 108,317
Embarques de cocos, plátanos y frutas frescas hacia EE.UU. 1888: casi dos millones y medio de pesos; 1898: 44,000 pesos.
Maderas preciosas exportadas: 1893: Más de 1 millón de pesos; 1898: 16,000 pesos.
Zafra azucarera: 1894: 1’054,214 ton.; 1897: poco más de 200,000 ton.

Sin contar el desastre en la industria tabacalera, la destrucción de ferrocarriles, telégrafos, y todo lo que vieran por su paso. Además de considerar traidor a todo aquel que siguiera trabajando para algún ingenio azucarero etc., y ponerle todo el peso de la ley, o sea ajusticiarlo por traidor.

En acciones armadas, víctimas de represalias, pero sobre todo de enfermedades, malos tratos y hambre, murieron decenas de miles de cubanos.

Si el censo de 1887 reportó una población de 1’631,687 habitantes, el llevado a cabo en 1899 por el gobierno interventor puso de manifiesto que estos apenas superaban la cifra de millón y medio de personas.



En el caso de Valeriano Weyler, puedo decir que su respuesta fue bastante exagerada como Israel contra Hamás. En nada estoy de acuerdo con tanta crueldad, pero veamos que dijo su nieto.

Estas crueles órdenes, a decir del propio nieto del general, Weyler y Puga, obtenidos de documentación inédita, fueron necesario poner en práctica debido a "las bondades" de los insurrectos, que arrasaban los campos y sus cultivos sin importarles la subsistencia de la población civil con mayoría de ancianos, mujeres y niños, ya inmersos en la miseria de la guerra.

Esta medida despertó contra Weyler odio y sobre todo "intranquilidad" para los insurrectos, que tenían más dificultades para recibir informes, abastecimiento y ayuda del interior y también del exterior, toda vez que los buques contrabandistas no tenían los puntos de apoyo a que estaban acostumbrados. Weyler fue achacado de cruel y despiadado, pero esta táctica surtió efecto en el curso de la guerra a pesar de la injusticia que representaba.

El mismo general, en sus desplazamientos, conocía "in situ" el inevitable mal causado ..., dice su nieto ..."tenía ocasión de ver a los viejos, mujeres y niños desolados ... se le encogía el alma, pero sabía que sus disposiciones eran necesarias para acortar la guerra y sus inherentes miserias...

(Cuántas veces, entristecido, se le oía musitar entre dientes, es lamentable, es terrible, pero es necesario).