martes, 7 de septiembre de 2010

El Capitán General Jiménez Castellanos y la entrega oficial de la isla de Cuba


Pilar Toledano
El tímido sol comienza a alumbrar la jornada dominical del 1 de enero de 1899 y la claridad penetra por cada resquicio de las ventanas y balcones del Palacio de los Capitanes Generales de La Habana.
En las estancias privadas, Jiménez Castellanos, tras su temprano aseo, se enfunda el ligero y habitual uniforme de rayadillo, tan amoldado y liviano siempre, pero que hoy se le antoja distinto, áspero como un sayo de yute y pesado como una losa. Luego se ajusta, como a diario, el estrecho fajín de Capitán General pero, por más que se lo afloja, no deja de oprimirle, dolorosamente, el nudo que tiene instalado en el estómago.
Desayuna con sus dos hijos varones y el resto de oficiales de su Gabinete, permaneciendo reunido con ellos en lo que va avanzando tan peculiar y dolorosa mañana.
Se acerca implacable la hora del mediodía y en el Salón de los Espejos ya están congregados, en respetuosa pero animada conversación, el Mayor General norteamericano Brooke, sus oficiales y los representantes de la Comisión americana de Evacuación. En otros grupos departen los generales cubanos, los civiles y los corresponsales acreditados al evento. El resto de oficiales españoles, enmudecidos por su honda tristeza, ocupan los balcones.
Minutos antes de las 12, nuestro militar abandona sus estancias privadas, se dirige hacia el Salón e irrumpe en él sin ningún tipo de ceremonia.
Tras saludar a los distintos grupos, rodeado por los oficiales de su Gabinete, se sitúa frente al General Brooke.
Al dar el reloj de Palacio la última de las 12 campanadas, se oye el estruendo de un cañonazo, al que le siguen unas salvas de 21. Todos saben que en ese momento, en el tejado del Palacio, se está arriando la bandera española e izando la norteamericana, dando fín, así, a más de 400 años de Soberanía española en la Isla.
Jiménez Castellanos, embargado por el dolor, con emoción contenida y tono grave y solemne, comienza así su breve alocución:
“Señor, en cumplimiento del Tratado de París, de lo acordado con los comisionados militares de la Isla y las órdenes de mi Rey, en este momento del día de hoy, 1º de enero de 1899, cesa de existir en Cuba la Soberanía española y comienza la de los Estados Unidos…”
Concluido tan sencillo acto oficial de traspaso de poderes, pasa al contiguo Salón del Trono, donde le esperan el resto de sus oficiales que, por motivos familiares, van a quedarse en la Isla, y sus viejos amigos de La Habana.
Con emocionadas y cariñosas palabras se despide de ellos y sale de Palacio, acompañado de los generales americanos, los españoles y resto de comitiva. Las gentes que se apiñan en los alrededores y en los balcones, dedican sentidos “Vivas” al “General Castellanos”.
Llegado al muelle, se despide calurosamente de cuantos le han acompañado. Visiblemente emocionado, pone pié en la  falúa que le conduce al vapor Rabat, poniendo rumbo a Matanzas y Cienfuegos para concluir, personalmente, con la evacuación de las últimas tropas españolas allí concentradas.
En la prensa americana del lunes corren ríos de tinta detallando lo sucedido en la Habana.
Y complementan la información con unas líneas dedicadas exclusivamente a él, que dicen así:
“El capitán General Jiménez Castellanos estaba obligado a apurar el trago amargo de la humillación porque, para él, la entrega de Cuba es doblemente dolorosa. A diferencia de la mayoría de los oficiales españoles, él siempre ha tenido un gran cariño por Cuba y está mucho más unido a la Isla. Y lo estará siempre.
Ha vivido más de 25 años en ella. Su esposa es cubana y sus 6 hijos han nacido aquí por lo que, al abandonar la Isla, Jiménez Castellanos no sólo representa el último vestigio del Imperio español sino que, además, para él, significa abandonar su propia casa y dejar a los amigos y al pueblo cubano porque, realmente, por tanto amor como Jiménez  Castellanos siente por Cuba,España casi va a ser para él la tierra de su exilio. Pero,  aunque se sienta tan mal por todo lo que deja en Cuba, aprieta los labios, se traga las lágrimas y así, aguanta hasta el final.
El heroico control de sí mismo, que sobrepone a su angustia, quedará por siempre, colmando de resplandor y gloria la última página de la Historia de Cuba española.”
El 5 de febrero pone broche a sus 34 años de vaivén cubano. Por Cienfuegos, deja definitivamente Cuba, la tierra que tanto quiere, la que guarda en sus entrañas, desde hace unos años, los restos de su amada esposa camagüeyana, meciéndola en su sueño eterno con ecos repetidos de nana caribeña, en susurro dulce,  melodioso, cadente, suave, acariciador e infinito.
-NOTA: Pilar Toledano es Bisnieta y biógrafa de Jiménez Castellanos. Autora del libro Adolfo Jiménez Castellanos y Tapia. Último Gobernador y Capitán General español de Cuba, Editado por “Creaciones Copyright”. Madrid. España.
-NOTA 2: Agradecemos a la autora Pilar Toledano este texto para el sitio, y a Arnaldo M. Fernández la escritura del artículo que dio comienzo a esta fructífera y grata amistad.
-IMAGEN: “Ilustración que publicó a toda portada el Magazine Harper´s Weekly del acto oficial de la entrega. Mi bisabuelo no permitió la asistencia de fotógrafos.” Pilar Toledano.
(Una colaboración de FEDERACIÓN ANTILLANA)