domingo, 13 de septiembre de 2009

JORGE FERRER: El festín de las alternativas





By JORGE FERRER

Algunos periódicos se hacían eco días atrás de una peculiar iniciativa en la red social Facebook. Allí, y partiendo de una idea que el cubano residente en Miami José Ramón Morales lanzó hace algún tiempo en un blog, Cuba española, ha surgido el grupo ``Movimiento por la reincorporación de Cuba a España como comunidad autónoma''. En esencia, el grupo aboga por que Cuba se integre en el orden político español y, de paso, en el europeo. Cuando escribo este artículo, la iniciativa cuenta con unos 1,800 miembros en Facebook, una cifra nada desdeñable si se atiende a lo extravagante del propósito.

Imaginar la devolución de Cuba a los debates de la segunda mitad del siglo XIX --independentistas vs. autonomistas, por ejemplo-- constituye un tour de force colosal. Pero me interesa menos pensar en esa idea de reversión colonial que lo que implica su aparición y circulación por las redes sociales, donde gana adhesiones. Interesa, porque constituye un testimonio de la extraordinaria avidez que la sociedad cubana --sea en la isla o el exilio-- tiene por alternativas de futuro, así como de la creatividad que desplegará y ya muestra para imaginarlas y vocearlas.

Un asunto, por cierto, en el que no seremos innovadores. En buena parte de los países de Europa del Este, el fin del comunismo generó una caótica proliferación de caminos hacia el porvenir. En algunos de ellos, para sorpresa de analistas y ciudadanos, conjuntamente con las diversas propuestas de organización democrática desde la sociedad civil, los estamentos del ancien régime o una mezcla de ambos, aparecieron también pulsiones retardatarias. La tentación monárquica, por ejemplo, afloró con fuerza y aún goza de valedores en algunos países. Bulgaria vio cómo el rey Semión II, que volvió a Sofía desde su largo exilio en Madrid, se convertía en primer ministro, en un movimiento de veras excepcional en la historia europea.

Más conocidos, por el horror que generaron, son los trastornos padecidos por la geografía poscomunista. El estallido de la guerra en Yugoslavia o los conflictos que todavía enfrentan a países que antes integraban la URSS son apenas algunos ejemplos de cómo las sociedades que atraviesan procesos de transición después de largos años viviendo bajo la pax comunista resuelven el futuro multiplicando el grado cero de la democracia por las cifras más variopintas.

Una Cuba en transición no podrá estar ajena a esos juegos con las ucronías, los relatos nacionales que jueguen al ``if'', las narrativas díscolas. Las tentaciones anexionistas que podría conocer una Cuba poscomunista en la que, como en la Rusia de inicios de los noventa, muchos ciudadanos se sientan abandonados por el Estado y, lo que es peor, crean a éste incapaz de generar prosperidad y seguridad pública, no habrán de sorprender a nadie. Querer escapar de la plausible indefensión del mañana nos devolverá a sueños de antaño. Si Hollywood es --así lo acuñó Ilya Ehrenburg--, fábrica de sueños, el poscomunismo es fábrica de febriles ensoñaciones y onerosas pesadillas.

La curiosidad política latente en esa Cuba que el gobierno de La Habana quiere uniforme o la evidente pluralidad del exilio cubano permiten adivinar un futuro por el que se pasearán freaks, improvisados catedráticos, opinadores de prime time, comisarios reciclados, excastristas, anticastristas, procastristas, y algunos que habrán transitado esos tres avatares paso a paso. Tendremos veteranos de las guerras en Africa o ``internacionalistas'' disputándole indemnizaciones a los expropiados de la primera revolución, como tendremos anexionistas dispuestos a asimilarse a lo que sea y ceñudos valedores de la soberanía. Regionalistas furibundos y patriotas de novísimo cuño. Inmigrantes orientales en La Habana que acudirán a registrar sus asociaciones pidiendo turno en cola por la que pasarán los grupos que reivindiquen identidades raciales o de género. Habrá de todo, como en botica. Porque ya lo hay y asoma lo mismo en Facebook que en cualquier esquina de la isla o el exilio. Y cabe felicitarnos de que así sea.

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Opinión
Domingo, 09.13.09

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