jueves, 10 de diciembre de 2009

La Bandera Nacional, o cuando los españoles comenzaron a serlo. Por Pedro Ramón Sánchez Peinado

Si hay algo que distinga a un país a parte de las ciento y una mil cosas que se hacen en él, ya sean culturales, sociales o políticas, es su bandera. La Bandera es la esencia de un país. Emociona verla izarse entre los acordes del Himno nacional. Emociona besarla cómo simbolo de adhesión al ideal que representa. Su adoración dignifica al ciudadano y lo consagra al servicio de la entidad superior que se ve impresa en sus colores. Ver ondear la Bandera debe de ser motivo de estímulo y de integración. La Bandera es el espíritu que cada uno llevamos dentro y con el que nos identificamos.Esto para mi, es lo que significa un trapo de colorines no muy distinto a cualquier otro tipo de trapo que pende de un palo en edificios oficiales. En particular esto significa para mí la Bandera de España.

Nunca hay que confundir la Bandera, simbolo inalienable del país, con las armas que porta, que pueden simbolizar a una república, una dictadura o un reino. Las armas, ésto es, el escudo, pueden cambiar con el tiempo o incluso desaparecer, pero la bandera suele permanecer, al menos en lo que respecta a nuestro pais y con alguna escasa excepción en que alguna banda se ensancha, otra se estrecha y la de abajo cambia de color.

Corría el caluroso día veintiocho de Mayo de mil setecientos ochenta y cinco cuando el mejor alcalde de Madrid, Carlos III, dotaba a la Marina de Guerra Española de su primera enseña totalmente diferenciable. Hasta entonces la bandera que identificaba a nuestra Armada, que no a nuestro país,- haciendo un inciso, cada unidad militar solía tener una propia distinta del resto- no se diferenciaba mucho de otras usadas por los buques de países gobernados por Borbones. Éstas banderas eran de color blanco y portaban las armas del monarca reinante. La cosa tenía cachondeo pues por muy buen vigía que tu fueras a ver cómo distinguias, a tres millas si el escudo que llevaba el puñetero barco que escoraba a babor con sus cañones relucientes y en posición de ataque, era propio o francés, nápolitano, toscano, de Parma o de Sicilia. Era todo un follón y cómo no las tenías todas contigo pues a dar la voz de alarma y esperar acontecimientos. No fuera que el tipo no fuera español y te pillara en bragas.

Antes de ésto, todo era más simple. Veias venir unos tíos con cara de mala hostia y un trapo blanco con una "x" cómo en las quinielas y ya sabias que te había tocado el gordo. O lo que es lo mismo, que te iban a meter la pica por donde no te daba el Sol. Eran las armas de Borgoña bajo la cual conquistamos el mundo. Los gloriosos Tercios Españoles hicieron flamear ésta bandera en todas la batallas en las que participaron. La Cruz de San Andrés, que componía el blasón, simbolizaba los dos leños sobre los que el santo fue martirizado en Patrás. Era un aspa de color rojo que representaba los nudos en el lugar en que habían sifo cortadas sus ramas, con sus picos hacía arriba. No deja de ser curioso que su procedencia fuera, cómo la actual bandera, de origen gabacho. Digo la actual y que nadie se me mosqueé porque Carlos Tercero era Borbón y cómo tal de procedencia gabacha.

Y es que inicialmente la Cruz de San Andrés la blandian los Borgoñones. Se les ocurrió durante la Guerra de los Cien años, ya que el patrón de Borgoña era este santo. Juan Sin Miedo la introdujo y después el guaperas de Felipe el Hermoso que la traía cómo emblema de su guardia, borgoñona, la introdujo cómo enseña real. No debió gustar mucho en la corte, pero quedó en sustitución de las armas de Castilla y Aragón. Éstas que, en tiempos de los Católicos Jerifaltes Isabel y Fernando, Tanto monta, Monta tanto, eran la enseña del aún incompleto puzzle español.

Después, el aspa se actualizó, como diriamos ahora. Estuvo invariable hasta mil setecientos uno, fecha en que el pelele de Felipe V la cambió por el paño blanco con sus armas personales. En mi opinión una cagada, pues se daba carpetazo a dos siglos de gloriosa tradición militar en la que se había conquistado un cuarto del planeta bajo esa enseña. Pero no sufrais, amiguetes, el aspa pervivió. Primero como contrapunto a las armas de los Reyes. Tradición que se conserva en los estandartes de Juan Carlos y de Felipe. Luego la pudimos ver a posteriori cómo señal distintiva en el Bando Nacional durante el mando del General Franki Franco. En la actualidad como soporte de los distintivos de las Fuerzas aArmadas Españolas y símbolo en los timones de dirección de las aeronaves de combate. Curiosamente se conserva tambien en alguno de los monumentos que nos afanaron los gringos, cómo el Castillo de el Morro de San Juan de Puerto Rico.

Pero cómo decia al comienzo, el pañito blanco de las narices suponía un follón de agarrate y no te menees. Tenía menos futuro que una república en España. Viéndo que era un quebranto el tercer carlos tuvo la genial idea de convocar un concurso para ver que se podía hacer. De doce pretendidos intentos eligió dos. Uno para la marina de guerra, que es el que conocemos actualmente y otro para la marina mercante que consistia en un paño amarillo con dos franjas rojas longitudinales. Una bandera mas chula que el punteras. Roja y Gualda, que es un amarillo asi como suciete. Carlitos lo dejó así refrendado:


Para evitar los inconvenientes y perjuicios que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera Nacional de que usa Mi Armada Naval y demás Embarcaciones Españolas, equivocándose a largas distancias ó con vientos calmosos con la de otras Naciones, he resuelto que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de enmedio, amarilla, colocándose en ésta el Escudo de mis Reales Armas, reducido a los dos quarteles de Castilla y León, con la Corona Real encima; y el Gallardete en las mismas tres listas y el Escudo a lo largo, sobre Quadrado amarillo en la parte superior. Y que las demás Embarcaciones usen, sin Escudo, los mismo colores, debiendo ser la lista de enmedio amarilla y del ancho de la tercera parte de la bandera, y cada una de las partes dividida en dos partes iguales encarnada y amarilla alternativamente, todo con arreglo al adjunto diseño. No podrá usarse de otros Pavellones en los Mares del Norte por lo respectivo a Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Oceáno, y en el Mediterráneo desde el primero de año de mil setecientos ochenta y seis; en la América Septentrional desde principio de julio siguiente; y en los demás Mares desde primero del año mil setecientos ochenta y siete. Tendréislo entendido para su cumplimiento.

Señalado de mano de S.M. En Aranjuez, a veinte y ocho de Mayo de mil setecientos ochenta y cinco.
Vamos que lo dejaba clarito con el agua, bien descrito para que no hubiera fallos ni confusiones ni nada de nada. Que no pillara el un barco con otro pabellón porque sino al capitán le iban a colgar de los juenetes en la verga mayor. El pabellón nos fue dado por el Rey cómo nos fue dada la Marcha Granadera, germen de nuestro actual himno nacional y del que hablare en otra ocasión. Ese fue uno de los mejores Reyes que estuvo España y quizás el primero que nos infundió cierto orgullo nacional, quebrantado vilmente por sus sucesores.

El caso es que el tiempo fue andando y la bandera fue cogiendo impulso. En mil setecientos noventa y tres se vió que la enseña molaba bastante y se ordenó, que pendiera, de ordenanza en todas las fortificaciones y puertos, lo cual la avalaba cómo futura enseña nacional si bien seguía siendo aún el pabellón de la Real Armada. El logro que afianzaba la bandera como enseña nacional fue la Ordenanza de mil ochocientos cuarenta y trés dada por Su Majestad Isabel II por la cual sustituía las banderas de cada unidad que variaba según las mismas cómo dije anteriormente, adoptándose el diseño de Carlos III y convirtiéndose, de facto, en la nueva enseña nacional, por lo que cómo bandera es bastante reciente ya que en dos mil trece cumplira ciento sesenta años. hay que hacer la diferenciación oportuna, de mil setecientos ochenta y cinco la bandera existió cómo pabellón de la Marina. En mil ochocientos cuarenta y trés y con motivo de su adopción por el Ejército de Tierra se constituye en enseña nacional.

La Bandera de España ha permanecido inalterable durante todo este tiempo. Unicamente ha ido variando el escudo que portaba y del que ya hablaré en su momento. Variaban los cuarteles, el escudo, con o sin columnas, con o sin corona real, con o sin corona mural. La bandera, sin embargo, continuó siendo la Rojigualda a excepción del corto periodo de cinco años anterior a la Guerra Civil. Durante el mismo y sin ningún rigor histórico y con dudoso gusto vió sustituida su banda encarnada inferior por otra morada. Según se decía representaba a los comuneros de Castilla que portaban una bandera morada durante su sublevación a principios del Reinado de Carlos I. Luego resultó que los comuneros no habian portado una bandera con ese color y resultó más un intento por modificar el caracter monárquico de la enseña y respaldarla de cierto rigor histórico, por otro lado infundado, que otra cosa.

Yo, por si acaso, seguiré gustando de nuestra bandera de toda la vida. Una enseña visible en lontananza, con fuerta y carácter de siglos. Trapo que enarbola los dos cimientos que hicieron grande al Imperio Español. Por un lado la sangre de los héroes que lo forjaron y por otro el oro que traían los buques que la enarbolaban desde La Habana hasta Cádiz. Cómo dice la copla: Banderita tu eres roja/Banderita tu eres Gualda/llevas sangres llevas oro/en el fondo de tu alma...

Del Blog C.S. Peinado

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