Si bien la implantación y organización de la masonería en España es tardía respecto al resto de Europa, pues se remonta a la revolución de 1868 y subsiguiente Constitución del 69 que reconocía la libertad de reunión y asociación, sin embargo, en apenas los treinta años que separan 1868 de 1898, considerados la edad de oro de la masonería española, ésta creó entre la metrópoli y las colonias más de 2.000 logias y otros organismos masónicos (capítulos, cámaras y triángulos especialmente), lo que en líneas generales supondría no menos de 40.000 afiliados, si bien la elevada conflictividad interna hizo que un alto porcentaje de masones militaran en diferentes logias, lo que complica el cálculo estadístico correcto.
Por su importancia geográfica habría que destacar Andalucía, Madrid, Cataluña, Cuba, el Levante y Sudeste mediterráneo, Galicia... Se trata de una masonería con implantación especialmente significativa en la periferia peninsular, es decir en las zonas más liberales, republicanas y al mismo tiempo más desarrolladas; así como en el Archipiélago Canario, Cuba, Puerto Rico y Filipinas donde el comercio marítimo era esencial. Pero la masonería se extendió no solamente en las grandes ciudades, empezando por la capital Madrid, sino también en gran cantidad de núcleos urbanos, muy alejados de la importancia de Barcelona, Valencia, Cartagena, Sevilla, Cádiz, La Habana o Manila, de gran implantación masónica. El caso de Andalucía es bastante sintomático, donde encontramos logias en numerosos pueblos.
Por profesiones predominan los empleados y funcionarios, militares y marinos, artesanos, profesiones liberales, comerciantes e industriales, sin olvidar, aunque en número muy inferior a los obreros y propietarios. El orden de importancia varía según regiones y épocas. Respecto a la presencia de las mujeres en las logias es bastante minoritaria, si bien más importante y avanzada en el tiempo que en la mayor parte de Europa.
Gran número de los que experimentaron la atracción hacia la masonería pertenecen al elenco de quienes, constituyendo una pequeña parte de la historia de España, no han pasado al panteón de hombres ilustres. Sin embargo otros, como Sagasta, Ruiz Zorrilla, Romero Ortiz, Manuel Becerra, Tomás Bretón, Santiago Ramón y Cajal, Rosario de Acu- ña, Ma Angeles López de Ayala, Miguel Morayta, José Rizal y José Martí, por citar solo algunos más significativos, sí tuvieron la veleidad o el sincero convencimiento de militar, al menos durante algun tiempo o años, en una organización que decía defender la libertad política, religiosa y educacional, los derechos humanos de blancos y negros, la justicia, la fraternidad entre clases sociales, razas y pueblos, la igualdad entre peninsulares y los pueblos de ultramar, o entre judíos, cristianos y musulmanes ,- especialmente en el norte de Africa -, la tolerancia frente al despotismo político, militar o religioso…
Una organización que abogaba por la abolición de la esclavitud y de todo privilegio; que deseaba la paz entre todos los hombres y todos los pueblos, pero que, al mismo tiempo, derivó en una gran multiplicidad de obediencias masónicas enfrentadas entre sí, en flagrante incumplimiento de la fraternidad masónica proclamada en estatutos y reglamentos.
En el terreno político-social, y como reacción ante los poderes constituidos, gran número de masones no ocultaron su simpatía por el republicanismo, el laicismo, el librepensamiento y el anticlericalismo. En consecuencia, una organización que albergaba sus propias contradicciones internas y externas siendo, quizá, demasiado avanzada ideológicamente para su tiempo.
Una organización a la que cierta historiografía ha cargado con tintas excesivamente negras, convirtiéndola en el macho cabrío culpable de todos los males pasados, presentes y futuros de España, y en especial del llamado “desastre ” del 98. Sin embargo la masonería no es ese mito maniqueo donde los unos sólo ven la maldad, intriga y contubernio, y los otros a la preclara responsable de todo lo bueno,- progresivamente hablando -, que ha sucedido en España durante los últimos tres siglos. En la historia de España la masonería es una organización mucho más anodina de lo que se cree, y, por supuesto, en el 98 colonial no tuvo el protagonismo que algunos polemistas le han querido adjudicar.
La masonería fue acusada de filibusterismo y de ser causante de la pérdida colonial. En consecuencia los responsables del Grande Oriente Español y del Gran Oriente Nacional de España ,- las dos obediencias masónicas más importantes y supervivientes de las más de una docena que en años anteriores compitieron entre sí -, fueron perseguidos por la justicia; sus archivos secuestrados por la policía, y la masonería optó por autodisolverse en espera de mejores días que llegarían con el comienzo de siglo y con la proclamación de inocencia por parte de las autoridades judiciales que no encontraron motivos reales de condena.
Hoy planea de nuevo el revisionismo del 98 cien años después de que la pérdida de las últimas colonias llevara a España a un estado general de pesimismo, desaliento y búsqueda de culpables. La nueva historiografía contemporánea ha abordado desde el Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española (Universidad de Zaragoza) con serenidad y espíritu académico-científico un tema difícil por sus precedentes polémicas y difícil también porque no siempre se dispone de la documentación que uno desearía.
Sin embargo, tanto en Cuba como en Puerto Rico y en Filipinas, y al margen de problemas ideológico-prácticos derivados de la política, del conflicto colonial y del tradi- cional y mutuo enfrentamiento masónico-clerical, la nueva historia resulta clarificadora e innovadora en la secular polémica acusatoria contra la masonería como causa principal o importante de la pérdida de las últimas colonias, especialmente en el caso filipino.
Pues, si algo queda manifiesto es la exaltación patriótico-española, en algunos casos incluso patriotera, de las diferentes masonerías implantadas en Cuba, Filipinas y Puerto Rico desde la metrópoli. Masonerías que no sólo se mantuvieron alejadas de todo proceso revolucionario-independentista, sino que, además, se mostraron contrarias al mismo, a pesar de la presencia de destacados masones entre las principales figuras del movi- miento emancipador, como Martí y Rizal.
Masonería o masonerías españolas que, aunque tardíamente implantadas en Cuba, llegaron a contar con más de 200 logias en una época en la que la metrópoli, Madrid, sólo tenía 172 y Cataluña otras 177. De esta forma, Cuba, después de Andalucía que contaba con no menos de 435 logias, fue el foco masónico más importante de la masonería española.
Importancia que queda igualmente manifiesta en el número de miembros contabilizados que superan los 8.000 de los que en torno a 5.000, es decir el 70 por ciento, eran masones que dependían directamente de Madrid, o si se prefiere de España, y entre los que se constata una elevada participación de criollos.
También resulta, en este caso, curiosa la procedencia de los masones españoles afincados en Cuba entre los que sobresalen los asturianos, gallegos, catalanes y andaluces. Más importancia ofrece la composición socio-profesional de los masones cubano-españoles, coincidente en gran medida con lo que ocurría en la metrópoli respecto a la destacada presencia de profesiones liberales, funcionarios de la administración pública y artesanos.
Por lo que se refiere a Filipinas la masonería existente antes de 1873 fue algo puntual y carente de vinculación con la Península. La masonería llegó a las islas tarde y su implantación fue débil hasta 1892. Una parte del problema fueron los protagonismo personales de los propios masones, pero, otra muy importante, se debió a las características del territorio con más de 7.000 islas. A pesar de todo superan las 80 las logias y triángulos allí implantados desde España hasta 1898.
En el caso filipino fue también factor decisivo el mutuo enfrentamiento entre los masones y el clero regular verdadero detentador del poder en las islas. Simultáneamente un reducido grupo de jóvenes intelectuales filipinos, vinculados a la masonería española, imbuidos del nacionalismo europeo del último tercio del siglo XIX, emprendieron desde Barcelona y Madrid la batalla de modernizar las islas, para lo cual necesitaban obtener la representación en las Cortes que devolviera a Filipinas el estatuto de provincia en vez del de colonia. A esta demanda se unieron otras dos: supresión, o por lo menos, limitación del poder y privilegios del clero que fiscalizaba la vida de la colonia, especialmente en el campo institucional y en la educación, y una reforma de la administración y de la burocracia, para evitar arbitrariedades y abusos de poder.
En definitiva, clamaban por la asimilación con la península. Y es aquí donde el papel de José Rizal fue decisivo por su constante demanda de una política asimilista, unida a las duras críticas contra el clero regular. Y si bien jamás intervino en la insurrec- ción armada del Katipunan ,- movimiento totalmente ajeno a la masonería, si bien algunos de sus dirigentes habían militado un tiempo en la masonería -, acabaría siendo acusado de filibustero y de rebelión siendo fusilado el 30 de diciembre de 1896, fusilamiento que fue calificado por el conde Romanones de simple asesinato.
(Continuará)
Este trae como fuente de autoridad a Romanones.
ResponderBorrarSabes que era mason,que cobraba de los Rotchilds,que intento meter a España en la I guerra mundial del lado de Inglaterra,que fue quien vendio a Alfonso XIII y el politico mas corrupto de su epoca.
Por cierto este jesuita apologeta de la masoneria tal vez nos pueda explicar porque el mason Prim queria vender Cuba a EEUU,por cierto Prim tambien tenia amistad con el mason Cespedes.Curiosamente la rebelion en Cuba empezo con los masones gobernando España.La guerra de 1895 empezo con otro mason Sagasta en el poder y Calleja otro mason en la capitania general de Cuba.
ResponderBorrarPero los masones no tuvieron nada que ver.Pues muy bien,cualquier dia viene uno y te dice que Castro es de derechas y lo pones en el blog.
Hola Anónimo, yo he puesto este escrito para ver una opinión distinta de la masonería y que las personas aporten sus criterios y expresen sus opiniones. Aquí se habla de dos tipos de masones, unos que están por la unión de España y otros independentistas. Yo pienso que eso puede ser verdad, pues siempre hemos estados divididos en todo. Espera el articulo hasta el final, pero lo pongo por partes pues es muy largo.
ResponderBorrarUn abrazo