jueves, 9 de diciembre de 2010

LA MASONERÍA ESPAÑOLA Y LA CRISIS COLONIAL DEL 98 ( Parte III ). Por José Antonio Ferrer Benimeli

(Continuación)

En el mismo escrito los masones del Capítulo Departamental de la Isla de Cuba son descritos, un tanto retóricamente, como los centinelas avanzados de la ilustración y del progreso, así como los apóstoles del bien, que al difundir en aquellas hermosas regiones levantadas doctrinas, velan por la integridad de la patria, por su prosperidad, por su apogeo y por cuanto pueda robustecer y dignificar el buen nombre de nuestra gloriosa enseña.20

En diciembre de 1891, Miguel Morayta, en su calidad de Gran Maestre del Gran Oriente Español, se hacía eco de los importantes trabajos de reorganización masónica llevados a cabo en Cuba, que es descrita como “provincia española y último resto de nuestra común grandeza”, razón por la que España debía quererla como se quiere “al último vástago de larga y noble descendencia”. Cuba,- añadirá -, “ha de ver hoy necesariamente en España a la madre cariñosa... España y Cuba se necesitan recíprocamente, que no en vano son una y otra, sangre de su sangre y alma de su alma”.21

Por esta razón, y frente a la Gran Logia de Colón que quería una masonería exclusivamente cubana y desligada de toda relación peninsular, para Morayta era indispensable en Cuba una masonería que sostenga vivas y enérgicas, las más íntimas y continuas relaciones con la Península; que recoja íntegramente el sentimiento nacional; que sea neta y resueltamente española, y que reconozca como artículo de fe, que España necesita a Cuba y Cuba a España, y que por ende, es gravísimo cuanto no sea sostener a todo trance esta intimidad en todo y para todo.22

Morayta recordará que la misión de la masonería es procurar el derecho y la justicia, y con una y otro, que la libertad, la igualdad y la fraternidad rijan y gobiernen a todos los españoles, “así peninsulares como insulares”. Vuestra obra,- concluirá dirigién- dose a los masones de Cuba -, “además de masónica, es naciona”.

Este mismo pensamiento que asigna a la masonería española de Cuba la misión de defender la integridad de la patria y la defensa de la bandera, lo encontramos también, ya en agosto de 1883, en un escrito publicado en el Boletín Oficial y la Revista Masónica del Grande Oriente de España, otra de las obediencias masónicas españolas implantada en las Antillas.

Está dedicado al Gran Secretario de la Departamental de Cuba y Puerto Rico con motivo de su regreso a La Habana, y recoge alguna de las ideas expresadas por él antes de su partida. En concreto se refiere a cual era la misión principal de la masonería española en la isla de Cuba, y la respuesta es clara: “Mantener firme y resueltamente la bandera de la patria” frente a los propósitos, tendencias y esfuerzos contrarios protagonizados por la masonería autóctona, la Gran Logia Unida de Colón y Cuba.23

Y no es que los masones del Grande Oriente de España negaran a sus hermanos del Nuevo Mundo “su perfecto derecho a ser libres, tan libres, cuando menos, como son o pueden ser los peninsulares”. Nosotros,- dirán -, “queremos para ellos la misma libertad, idéntico bienestar moral y material que deseamos conquistar para nosotros”, pero,- añaden -, dentro de la más estricta “patriótica unión”.24

Más radical y contundente se muestra el Boletín de Procedimientos de la Gran Logia Simbólica del Rito de Mephis y Mizraim, órgano oficial del Soberano Gran Consejo General Ibérico, cuarta obediencia masónica que tercia en el asunto y que hace gala de una ideología clara y resueltamente republicana.25

El 28 de febrero de 1894 y bajo el expresivo título de “Patria y Masonería”, el órgano oficial de esa obediencia masónica tiene palabras de cariño hacia Cuba “pedazo de territorio de nuestra patria, que como tal amamos con el mismo ardor que amamos la Metrópoli”. Pero inmediatamente arremete contra el separatismo que empezaba a infil- trarse en algunas logias cubanas:
No es nuevo en masonería el ver que en Cuba se crean logias cuyos miembros son enemigos de España, y procuran por todos los medios hacer propaganda de sus ideas, y además se dedican a mezclarse con los masones, que, amantes de España, trabajan con fe por destruir la obra de los separatistas.

- Y más adelante añade:
Nuestro lema como masones españoles es guerra sin cuartel al separatista: ya lo saben nuestros hermanos de Cuba. Si como masones hemos de observar el lema de paz y tolerancia, como masones españoles no hemos de tenerlo con los separatistas cubanos, cuyos fines son, destrucción, inmoralidad y... todos los adjetivos contrarios a los santos principios de la Masonería.

- El artículo concluye aludiendo a la patria: Todo por la patria, es uno de nuestros lemas, y, por tanto, no consideramos como sacrificio todo trabajo, sea el que sea, que nos conduzca a conseguir la felicidad de España.26

La línea ideológica-política de esta obediencia másonica está llena de contrastes y paradojas, pero en la cuestión del nacionalismo es clara y contundente. El nacionalismo patriótico-masónico estaba por encima de cualquier internacionalismo, al igual que en las demás obediencias españolas, especialmente sensibles al problema colonial.

Apenas un año después, a raíz de la insurrección de 1895, el capitán general de Cuba, Emilio Calleja, decretó en abril la suspensión de toda actividad masónica en la isla. Este hecho fue aceptado sin protestas tanto por la masonería cubana como por la masonería española de Cuba.

Tan solo la Gran Logia Independiente Española de Sevilla, especialmente vinculada con la Gran Logia Unida de Colón y Cuba, publicó en su Boletón Oficial, el 30 de julio de 1895, un artículo en defensa de los masones de la Gran Logia Unida de Cuba y en contra del decreto de suspensión de los trabajos masónicos en la isla. En él se puede leer lo siguiente:
El dilema es claro: se conspira en la Gran Logia, pues fusílese a los conspiradores, somos partidarios acérrimos de que Cuba es España, y aconsejamos todos los medios hábiles para conseguir nuestro objeto.

Sin embargo, añadía:
No se conspira y esto nos consta, pues el Gran Maestro, hermano D. Segundo Alvarez, acaudalado comerciante e industrial en gran escala, afiliado a un partido español, alcalde de La Habana... no es insurrecto.27

Por su parte el posibilista y luego fusionista Miguel Morayta, Gran Maestre del Gran Oriente español, obediencia masónica hegemónica en España en la década de los 90, manifestaba ya el 9 de abril de ese mismo año 1895, en su mensaje dirigido a “nuestros hermanos de Cuba” que, recibida la noticia de que el Capitán General de la isla de Cuba había ordenado la clausura de las logias allí existentes, en días de guerra, las disposiciones de las altas autoridades no se discuten, se acatan, y, cierto estoy de ello, las logias de Cuba habrán obedecido o obedecerán sin protesta y sin vacilaciones este mandato.28

Aludiendo a las otras agrupaciones masónicas existentes en Cuba y ajenas al Gran Oriente Español, añade este significativo párrafo:
No creo que ninguna de éstas incurra en el gravísimo error de no estimar indiscutible y sagrada la integridad de la patria; pero no desconozco, que allá antes de 1860, hubo algunas logias de marcado carácter separatista; siendo público que en ellas se concordaron no pocos de los elementos que concurrieron al levantamiento de Yara. Y por ser rigurosamente exacto debo añadir, que ninguna, absolutamente ninguna de estas logias separatistas dependía de las altas autoridades masónicas de la Península; todas ellas, aun cuando compuestas de cubanos y aun de tal cual particular, se hallaban de todo en todo apartadas de la masonería española, por vivir independientes o bajo los auspicios de autoridades extranjeras.29

- Y para no dejar sombra de duda, Morayta concluye su escrito así:
El Gran Oriente Español es en este particular tan delicado, y así lo ha hecho público en decretos y circulares, que un asomo de duda de españolismo en cualquiera de sus masones, habría bastado para arrojarle de su seno. ¿Y cómo no, si el separatismo es un delito de lesa patria, y no cabe en la masonería el hombre cuya moralidad admite duda?.

El Oriente Español, así en Cuba como en Puerto Rico y en Filipinas, exige e impone a todos sus afiliados pruebas señaladas de españolismo neto; de donde trabaja en favor de la integridad nacional con todas sus energías; al punto de tener yo la seguridad que no hay ni una sola logia de su obediencia, que no vea con indignación y horror la actual algarada separatista. Su asidua propaganda en aquellas provincias, consistía y consistirá siempre en afirmar el amor a España.

Este mensaje que recoge el Boletín Oficial del Gran Oriente Español de 1o de mayo de 1895, había sido remitido, el 9 de abril ,- aprovechando la estancia del Gran Maestre Morayta en Barcelona -, a varios periódicos políticos de esa ciudad y en concreto a La Publicidad.30

En respuesta a este mensaje, representantes de la masonería española en Cuba se ofrecieron al general Arderius para luchar contra los sublevados.31

Tambien el Gran Oriente Nacional de España terció en la polémica. En este sentido el Boletín Oficial del Grande Oriente Nacional de España, en su número del 15 de abril de 1895 es taxativo. El Mensaje oficial dirigido a todas las logias de Cuba de esa obediencia, fechado el 14 de abril, del Gran Comendador, 7a Gran Maestre, Mo Venerable de la logia Matritense y Presidente de la Gran Cámara de Ritos, J. M. P. Pílades, empieza con estas palabras:
Siempre ha proclamado este Grande Oriente Nacional de España como uno de sus fundamentales principios la completa abstención de la política.

Tras aludir a que la masonería española del Grande Oriente Nacional de España se elevaba serena muy por encima de las enconadas luchas de los partidos” añade que esta correcta neutralidad nunca debía confundirse con “el indiferentismo para los infortunios de la patria”.

Por eso en la ocasión presente, “al ver amenazada la integridad de la patria, siempre querida”, se dirigía a los hermanos de aquellos valles para que “con espíritu masónico procuren por cuantos medios estén a su alcance, evitar las amarguras de la patria”, contribuyendo a que pronto “vuelvan a reinar en tan hermosa tierra los inapreciables beneficios de la Paz, la Libertad y el Trabajo, hoy tan tristemente amenazado”.32

Pero a pesar de éstas y otras muchas declaraciones patrioticas, que en la mayor parte de los casos no trascendían al gran público por aparecer en revistas exclusivamente masónicas, y dirigidas sólo a los masones, la situación se complicó todavía más con la insurrección del Katipunan en Filipinas. Si bien es cierto que la masonería, y sobre todo la masonería peninsular, fue totalmente ajena a la formación y acción del Katipunan, lo cierto es que esta asociación secreta de carácter independentista había sido fundada y estaba compuesta por algunos masones.33

Esto hizo que la masoneria en cuanto institución se convirtiera en el centro de todas las sospechas siendo acusada formalmente de fomentar la insurreción filipina.

A raíz de esta acusación el Gran Oriente Español sufría una grave crisis político-social cuando el 21 de agosto de 1896 el Gobernador de Madrid, acompañado de veinte delegados, guardias de Orden Público y polizontes de la secreta secuestró los archivos del Gran Oriente Español y de la asociación Hispano-Filipina, que compartían el mismo local, en la calle Pretil de los Consejos.

(Continuará)

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