miércoles, 9 de febrero de 2011

La Mejorana y la independencia cubana: un choque de ideas y liderazgo entre José Martí y Antonio Maceo. ( Parte V )


( Foto de Internet )

Por ALINE HELO 
Universidad de Texas en Austin

Continuación:

 El inicio de la Guerra de los Diez Años les alcanzó en diferentes etapas de la vida: iniciado en la francmasonería que favorecía la independencia, Maceo dejó su granja para unirse a la rebelión en 1868 y peleó hasta que fue forzado al exilio después de rechazar el Pacto de Zanjón en 1878. Luego después adquirió conocimiento intelectual por su propio esfuerzo. En 1890 estuvo de regreso en Cuba por algunos meses, lo cual le permitió visitar a líderes y gente común. Cuando estuvo en exilio en Costa Rica en los años 1890, organizó exitosamente la colonización agrícola por familias cubanas de la Península Nicoya 63.

 En 1869, con sólo dieciseis años de edad, Martí escribió a favor de la independencia desde La Habana. Arrestado por las autoridades coloniales, pasó seis meses en la penitenciaria antes de ser mandado al exilio en España, donde se Licenció en derecho y letras. Entre 1870 y 1895, Martí se ganó la vida como periodista, poeta, y ensayista en España, México, Honduras, y, de 1880 a 1895, en los Estados Unidos. Hasta su llegada a Oriente en abril de 1895, se le fue permitido permanecer en Cuba solamente desde agosto 1878 hasta septiembre 1879. Con menos de un año de su vida adulta en su tierra natal, el conocimiento de Martí sobre Cuba fue construido a base de recuerdos de infancia, contactos con otros exiliados y trabajadores emigrados, y lecturas abundantes. Particularmente, su percepción de los negros y mulatos cubanos se formó mayormente durante su niñez en La Habana y Hanábana, un lugar de producción azucarera esclavista en la provincia de Matanzas. Es bien conocido el episodio de 1862 en el cual con sólo nueve años, Martí presenció con horror el desembarco ilegal de esclavos africanos, un episodio que selló su compromiso con la abolición de esclavitud. Durante su encarcelamiento en Cuba en 1870, Martí observó personalmente el sufrimiento de los esclavos en la prisión. De esta manera, sus imágenes de los negros cubanos eran imágenes de esclavitud, explotación, y miseria. En el exilio a partir de 1870, Martí tuvo contactos limitados con cubanos de ascendencia africana: algunos líderes intelectuales y militares, tales como Rafael Serra, Juan Gualberto Gómez, Antonio Maceo, y Flor Crombet, y algunos tabaqueros emigrados. Sin embargo, las ideas de Martí sobre los negros y las relaciones raciales en Cuba después de la esclavitud, se construyeron principalmente a partir de sus experiencias en los Estados Unidos después de la Guerra Civil, donde vió aumentar la discriminación racial, la violencia de los blancos contra los negros, y la segregación de los negros del resto de la nación.

 En contraste, las ideas de Maceo sobre los negros en Cuba se basaban en sus experiencias como granjero independiente y como luchador del Ejército Libertador en Oriente, la provincia de Cuba con la proporción más baja de esclavos y la proporción más alta de gente libre de color en su población. Sin duda, Maceo había sido la víctima de la discriminación racial y había presenciado el maltrato a los esclavos, pero él creció rodeado de negros y mulatos que tenían un carácter emprendedor y confianza en ellos mismos. El había visto esclavos fugitivos, libertos y hombres de ascendencia africana con largo linaje libre, llenar las filas del Ejército Libertador para arriesgar su vida por la independencia, algunos de ellos para convertirse en altos oficiales. De esta manera, las imágenes de los negros cubanos que tenía Maceo eran imágenes de campesinos y trabajadores, de soldados y oficiales audaces.

 La raza y el color también fijaron el molde en el cual Martí y Maceo actuaron. Martí podía demostrar la confianza en si mismo de un intelectual blanco en un mundo dominado por los blancos, conscientemente construyendo su propia hagiografía en sus escrituras. El podía reclamar el liderazgo sin ser acusado de ser un racista tratando de imponer una dictadura blanca sobre los cubanos. Como hombre de ascendencia africana, Maceo enfrentó el racismo blanco a lo largo de su vida, no sólo viniendo de los defensores del colonialismo español, sino también de los líderes de CubaLibre. Forzado a gastar tiempo y energía desmintiendo acusaciones de ser un promotor del racismo negro, él pocas veces pudo explicar sus ideas 67, Maceo sabía que siempre tendría que conformarse con una posición subordinada debido a su raza. «Si yo hubiese querido intentar una revolución para lucir mi nombre y mi espada... sé que las preocupaciones sociales de nuestro país se habrían opuesto a ello», respondió a una invitación de un veterano para dirigir una nueva insurrección en ¡883.

 Por supuesto, Martí y Maceo compartían los mismos puntos de vista sobre muchas metas fundamentales del movimiento de independencia cubano. Ambos no imaginaban menos que la independencia completa de la isla, sin la intervención norteamericana. Ambos se opusieron vehementemente a la anexción de Cuba a los Estados Unidos 65. Los dos líderes estaban convencidos de que una victoria no era posible sin la unión de los cubanos, negros y blancos, siendo todos cubanos por igual 69.

 Ambos lucharon contra la esclavitud en Cuba hasta que se decretó la abolición en 1886. Ambos insistieron que el separatismo cubano era motivado por la oposición al colonialismo español, y no por el odio hacia los españoles. De hecho, ellos vieron a los españoles establecidos en Cuba y a los cubanos, como miembros de una sola familia, más allá de las diferencias raciales, pero ambos se opusieron a una reanudación de la inmigración europea en la isla71. Por último, tanto Martí como Maceo imaginaron a
Cuba después de la independencia como una república unitaria y democrática en la cual los privilegios coloniales de nacimiento serían abolidos y todos los cubanos serían iguales, sin consideración por su raza o clase 72. Los dos hombres creían en la unidad de la humanidad, pero Martí admitía que existían diferencias observables entre grupos humanos e individuos. Según él, las razas humanas se encontraban en diversas etapas de desarrollo, pero la igualdad se alcanzada gracias a un proceso lineal de evolución social y cultural 73. Maceo no estaba interesado en teorías raciales contemporáneas. El percibía la igualdad en términos prácticos, inseparables de la civilización moderna: la igualdad era política, social, y legal y”. Esta diferencia se reflejaba en la visión que los dos líderes tenían sobre la república cubana que vendría después de la independencia y el énfasis particular que ellos colocaban en su realización, ya sea en la igualdad, o en la libertad.

 Martí no dejó textos específicos describiendo cómo imaginaba a Cuba independiente. En general, esperó una sociedad harmoniosa de semejantes que compartieran los mismos derechos y obligaciones, pero que respetaran las jerarquías del conocimiento y mérito. Lo mismo que la nueva sociedad no permitida la existencia de amos y hacendados explotadores, lo mismo prohibida las demostraciones rebeldes y atrevidas de libertos. No obstante, Martí no contemplaba la necesidad de un programa especial para corregir los efectos a largo plazo de la esclavitud y de la discriminación racial. Pensaba que con el tiempo, la «afinidad de los carácteres» se volvería «más poderosa que la del color». Respetuoso de las libertades individuales, afirmó que «cada cual será libre en lo sagrado de su casa. El mérito, la prueba patente y continua de la cultura, y el comercio inexorable acabarán por unir a los hombres» ~
  A fines de 1891, declaró que la primera ley de la república cubana debería ser el culto a la dignidad total del hombre. La república debería ser fundada en «el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar por sus manos y pensar por si propio, el ejercicio integro de si y el respeto al ejercicio íntegro de los demás» 76• Similarmente, el Manifiesto de Montecristi afirmó que los cubanos no estaban peleando solamente por la independencia cubana, sino también por la «esperanza de crear una patria más a la libertad del pensamiento, la equidad de las costumbres, y la paz del trabajo». A principios de mayo de 1895, escribía que «Cuba quiere ser libre, para que el hombre realice en ella su fin pleno, para que trabaje en ella el mundo, y para vender su riqueza escondida en los mercados naturales de América ,donde el interés de su amo español le prohibe hoy comprar».

 En contraste, desde 1880 hasta su muerte, Maceo se refirió al ideal de igualdad, libertad, y fraternidad divulgado por la Revolución francesa como la meta de la independencia. En su discurso donde acepta la posición de Lugarteniente General del ejército, creada para él por la Asamblea en septiembre 1895, dijo: «La República es la realización de las grandes ideas que consagran la libertad, la fraternidad y la igualdad de los hombres». El continuó, sin duda marcado por su larga experiencia directa de la discriminación racial:
«La Igualdad ante todo, es apreciada garantía que, nivelando los derechos y deberes de los ciudadanos, derogó el privilegio de que gozaban los opresores a título de herencia y elevó al Olimpio de la inmortalidad histórica a los hijos humildes del pueblo».
 Maceo creyó que la guerra reduciría, pero no suprimiría, el racismo, y por esta razón, eran necesarias políticas activas en la República. Durante su visita a Cuba en 1890, criticó en privado a Juan Gualberto Gómez por haber organizado a los negros y mulatos a favor de la independencia separadamente de los cubanos blancos bajo el abrigo de las existentes sociedades de la raza de color. Para él, ésto no solamente alimentaba los rumores de que los cubanos de color intentaban establecer una dictadura negra, sino que también contribuiría a mantener a los negros marginalizados después de la independencia. Le indicó claramente a Gómez que favorecía más bien la creación de clubes populares y multi-raciales con el fin de promover la igualdad racial junto con la independencia nacional. Tales clubes, argumentó, ayudarían a borrar las diferencias raciales y ayudarían a prevenir a los blancos de retirar su apoyo a la independencia por miedo a los negros. Algunos años después, urgió a Juan Gualberto Gómez a continuar la lucha contra la discriminación después de la guerra, particularmente a través de «la educación política y social que usted da a nuestro pueblo infeliz». Pero Maceo también creyó que «las luces de la educación» deberían transformar las clases altas de la sociedad, al formar una nueva aristocracia basada en el «talento, ciencia y virtud». Maceo tenía la esperanza de que la independencia podría traer el fin de un sistema social en el cual algunos nacían como líderes porque eran aristócratas blancos, y otros eran excluidos de las posiciones más altas a raíz de su clase o raza. El «justo mérito», afirmó, era más importante «para el bien de nuestra futura soberanía nacional» que «el ropaje de la colonia» 82

 Similarmente, el rechazo de los dos lideres de la tiranía y su defensa del republicanismo y la democracia en la Cuba independiente eran moldeado por sus experiencias distintas. Maceo como militar aborrecía la anarquía, «ese monstruo, engendro de las malas pasiones» que mataba las semillas vitales de la sociedad y ponía en su frente «su escoria política y social». La disciplina para él era un factor fundamental durante al guerra, y la república debería ser fundada sobre bases de moralidad y justicia sólidas y debería garantizar todos los derechos del ciudadano. A cambio de eso, todos los ciudadanos deberían someterse a la «Ley y los Poderes legalmente constituidos», los cuales deberían ser modificados solamente por medios legales. Sin embargo, Maceo añadió:
«Procuraré asimismo, y me opondré hasta donde sea posible, a toda usurpación de los derechos de una raza sobre otra; viniendo a ser, como ésta mi resuelta y firme actitud, una garantía para todos» 83

 En vez de temer el desorden de la escoria de la sociedad, Martí tenía temor a la dictadura militar. Como lo enfatizó en el Manifesto de Montecristi, él temía que Cuba independiente fuese construida sobre el modelo de las «repúblicas feudales o teóricas de Hispano-América» que ganaron su independencia de España a principios del siglo xix sin tener una población educada y que degeneraron en el caudillismo y el provincialismo. En base a este miedo, Martí se opuso al plan de guerra de Gómez y de Maceo en 1884, porque éste no ofrecía «garantías... de las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha».  

 Estas visiones diferentes de Cuba independiente los llevó a tener distintos conceptos del papel de la jefatura del ejército militar y del gobierno civil durante la guerra contra España. El énfasis de Martí en las libertades civiles y la libertad de pensamiento explica su insistencia en la preponderancia del gobierno civil sobre el ejército. En contraste, Maceo apoyó y sostuvo sin cesar que durante la guerra, el poder supremo debería pertenecer al mando militar. La posición de Maceo estaba basada en su experiencia en la Guerra de los Diez Años y en su creencia que la rama civil era más propensa a respetar las jerarquías coloniales de raza y clase que el ejército.

 De hecho, la discriminación racial que Maceo tuvo que aguantar desde 1868 venia principalmente de la clase educada y de los gobiernos civiles de Cuba Libre. El experimentó que en la lucha directa contra el enemigo, la raza, el color, y la clase tenían tendencia a desaparecer. Cuando peleaban, los oficiales combatían al lado de sus soldados. La supervivencia y el adelanto de cada hombre dependían tanto de su solidaridad con sus compañeros en armas como de sus propias capacidades. Entonces, en el proceso de la guerra las jerarquías tradicionales perdían su valor. Los méritos y la disciplina militar prevalecían, y nuevas jerarquías, no heredadas, se formaban, de las cuales podría surgir una nueva dirección para Cuba independiente.

 Así, Maceo definía los méritos de acuerdo con su percepción del papel social y racialmente igualador de la guerra. Escribió en 1883 que «Yo por mi parte, porque no tengo títulos que me hagan superior a los demás, le confieso presto ciego homenaje al mérito». Afirmó que aunque no tenía suficientes títulos, influencia, poder o dinero para hacer a su tierra natal feliz, él tenía la «fuerza moral» para contribuir a la lucha que seguía. Según Maceo, los méritos se adquirían contribuyendo al bienestar de la nación de acuerdo con las aptitudes de cada quien 86. Pero los méritos no eran permanentes y necesitaban ser demostrados continuamente. Por ejemplo, en 1895 Maceo amenazó al General Quintín Banderas, un veterano negro de las guerras pasadas sin educación formal que había conseguido llegar a una posición alta gracias a sus logros militares, con despedirlo del ejército si continuaba viviendo una vida disoluta sin luchar: «No es así que se puede ser Jefe, y eso que V. pretende serlo de Brigada, sin hacer méritos ni tener actividad ni celo en el servicio». Encontraste, Martí tenía la tendencia de identificar méritos con educación, con «las virtudes y los talentos», que él consideraba como la fuente más valiosa de respeto social.  Además, usó su definición de igualdad basada en los méritos, como argumento para convencer a los cubanos blancos que favorecían la independencia pero tenían ideas sociales conservadoras, de que una Cuba libre no se convertiría en  una dictadura negra Otro argumento clave en la propaganda anti-racista de Martí era que una dominación negra en Cuba era imposible porque los amos blancos habían decretado la emancipación de los esclavos durante la Guerra de los Diez Años. Afirmó que como resultado, los cubanos negros siempre estarían agradecidos a los cubanos blancos y que nunca se sublevarían contra ellos. La tésis de Martí, no obstante, daba una representación falsa de la historia en dos puntos bastante importantes para Maceo. Primero, transformaba la difícil proclamación de la emancipación de todos los esclavos en el territorio de Cuba Libre en 1869, en un acto espontáneo y generoso de parte de los amos blancos que favorecían la independencia. Segundo, menospreciaba el papel activo y el liderazgo de los hombres libres de color y de los esclavos fugitivos en la insurrección, así como las manifestaciones de racismo en las esferas más altas de Cuba Libre.

 Verdaderamente, Martí otorgó todo el crédito para ¡a abolición de la esclavitud realizada por los insurgentes en la primera etapa de la Guerra de los Diez Años, a los separatistas que eran propietarios de esclavos. Elogió la valentía de «aquellos padres de casa, servidos desde la cuna por esclavos, que decidieron servir a los esclavos con su sangre» en la guerra, sin mencionar el papel de los hombres de color como Maceo, quienes hicieron de la abolición y la independencia los estandartes de su lucha, no solamente en ¡868 sino más allá del Pacto de Zanjón. ~ La falsa representación de Martí sobre la emancipación de la esclavitud le permitió mantener el silencio sobre el terror y la brutalidad de la esclavitud y sus efectos duraderos. En 1880, Martí se dirigió a una audiencia de emigrados cubanos en Nueva York con estas palabras, las cuales fueron publicadas después: «[Los hombres de color cubanos] saben que [los cubanos blancos] hemos sufrido tanto como ellos y más que ellos; que el hombre ilustrado padece en la servidumbre política más que el hombre ignorante en la servidumbre de la hacienda; que el dolor es vivo a medida de las facultades del que ha de soportarlo; que ellos no hicieron una revolución por nuestra libertad, y que nosotros la hemos hecho, y la continuamos bravamente ahora, por nuestra libertad y por la suya. Y se cuenta la historia… Y no han de ser los hombres de color libertados infames que volvieran la mano loca contra sus esforzados libertadores». 91

Continuará

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