sábado, 12 de febrero de 2011

Los primeros barcos de vapor en la Cuba Española







Los primeros barcos de vapor en Cuba 
Emilio Roig de Leuchsenring
Revista Social 



 Comentarios sobre un artículo publicado en el álbum, Paseo Pintoresco por la lsla de Cuba, consagrado a hacer la historia, muy corta entonces, de la navegación por vapores de esta Isla.

 Entrada del vapor Almendares en el muelle de La Habana. Del álbum Paseo Pintoresco por la lsla de Cuba, por F. Costa, litografía del Gobierno, Habana, 1841.

 AL publicarse el año 1841 en nuestra capital el interesantísimo álbum, Paseo Pintoresco por la lsla de Cuba –obra rarísima hoy, y de la que nos vanagloriamos, como bibliógrafos de poseer un ejemplar– no podía dejar de incluirse por los editores –que lo fueron los empresarios de la Litografía del Gobierno y Capitanía General– entre los distintos trabajos, debidos a las más brillantes plumas de la época, sobre «los edificios, los monumentos, los campos y las costumbres de este privilegiado suelo», un artículo consagrado a hacer la historia, muy corta entonces, de la navegación por vapores de esta Isla.

 Y al efecto, encontramos en la página 43 un trabajo firmado por Ildefonso Vivanco, poeta, escritor y agrimensor español que vivió en Cuba largos años y dirigió con Bachiller y Morales el Repertorio Semanal de Artes, que lleva por título Entrada del vapor Almendares en el muelle de La Habana, y, como casi todos los artículos que aparecen en la obra, está ilustrado con una litografía que representa lo que ese título indica.

 En ese trabajo se hace una breve historia de la introducción y progresos alcanzados en la Isla por la navegación a vapor.

 Dice Vivanco que el primer vapor que cruzó nuestras costas, denominado Neptuno, y al que cantó el poeta Zequeira, fue traído en 1819, mediante privilegiada concesión dada al Coronel Don Juan O'FarrilI; privilegio que pasó poco después a don Antonio Bruzón. Vino, casi al mismo tiempo, el vapor Megicano y después el Quiroga, de 1820 a 23, todos los cuales realizaban la travesía de La Habana a Matanzas, paralizándose algo la introducción de ellos, hasta que más tarde fueron extendiéndose, sucesivamente, las comunicaciones, con los nuevos vapores Veloz, Pavo Real, Principeño, Villanueva, General Tacón, Cárdenas, Alrnendares y Cisne, a Mariel, Cabañas, Bahía Honda, Cárdenas y Batabanó.

 De esos barcos, nos cuenta el cronista, solo existían en 1841: el Tacón y el Alrnendares, que iban de Matanzas a Vuelta Abajo; el Cárdenas, de Cárdenas a Matanzas; el Pavo Real, el Villanueva y el Cisne, de Batabanó a Cuba y la Colonia Galafre. El Principeño se encontraba fuera de servicio por su mal estado; los restantes no existían ya; se proyectaba traer un nuevo vapor para la carrera Cárdenas a Sagua la Grande, y acababan de llegar dos vapores de guerra para resguardar las costas, los que, según informe que dice haber recogido Vivanco, «son mucho mejores que los que han servido y existen en la Península destinados al servicio». La empresa de los botes de vapor de Regla, poseía, también, tres, nombrados el Isabel 11, el Cristina y el Conchita, y era dueña, además, del único muelle existente en La Habana para atraco de barcos de vapor, construido a mediados de 1839, entre la Machina y el Muelle de Lúz. Antes de esa fecha el embarque y desembarque se efectuaba «con guadaños y suma molestia».

 En una nota, nos da Ildefonso Vivanco las dimensiones, velocidad y costo del Almendares, detalles que resultan interesantísimos en nuestra época en que asistimos a la competencia entre los dos grandes trasatlánticos Bremen, alemán y el Mauretania, inglés, por la travesía entre el viejo y nuevo mundo, realizada ya en 5 días y horas, por el primero. En 1841, del vapor cubano Almendares, nos dice Vivanco lo siguiente: «Es uno de los más hermosos y de más poder de los que existen en la Isla; tiene la fuerza de 120 caballos y se calcula su costo actual en $6,800.
 Tiene hermosas cámaras y una espaciosa toldilla; el tráfico de Matanzas a La Habana lo verifica en 6 horas aproximadamente y aún en menos, muchas veces».

 Termina su artículo Vivanco, haciendo votos porque, «¡Ojalá logremos ver rodeadas nuestras costas de estos verdaderos tritones del mar para el bien general!»

 En esa misma fecha de 1841, en que apareció en el Paseo Pintoresco el artículo que hemos glosado, se publicó también en las Memorias de la Sociedad Patriótica de La Habana, un trabajo, que apareció como envío «de nuestro corresponsal postal de Barcelona», en el que se da cuenta de una «importantísima mejora en los buques de vapor, invento de un español».

 Se refiere a la sustitución «de las inmensas ruedas guarnecidas de paletas en los costados del buque que reciben el impulso que les comunica la máquina por medio de un eje que atraviesa el buque por su parte más ancha», por otro procedimiento que ha inventado el joven español Antonio de Movillón, para impulsar el barco, mucho más perfecto que esas ruedas que en 1783 inventó el Marqués de Jonffroy y hasta entonces no habían sufrido la modificación que se consideraba necesaria, no solo «por estar en oposición con las reglas principales de mecánica y que podemos criticar también, bajo el punto de vista filosófico, pues el hombre en todas sus creaciones, debe tomar siempre por modelos las obras de la naturaleza, y cuanto más se separe de éstas, más clara aparecerá su nulidad». Agrega el articulista que el invento, tal como hasta ahora se utiliza, «no imita ninguna de las admirables obras del Creador, pues entre ellas ninguna nos sugiere la idea de las ruedas».

 El joven peninsular Don Antonio de Movillón basó su invento en la observación de «la armonía que existe entre un buque movido por el vapor y un ave acuática y palmípeda», y al efecto pretende impulsar los barcos de vapor, por «un aparejo o mecanismo que suspendido a la popa, y recibiendo su impulso de la máquina al vapor por medio de palancas articuladas que comunican su movimiento a unas palmas que se abren en su totalidad para producir la impulsión, y se cierran luego para recibir nuevamente su acción de la fuerza motriz, resultando enteramente el mismo movimiento alternativo que un cisne, un ansar o cualquier otro palmípedo emplea para andar».

 Dice el articulista que Movillón se había asociado al hijo del Marqués de Jonffroy para poner en práctica su sistema que ya se va a utilizar en Francia e Inglaterra, y espera que «nuestra marina militar y mercantil participase de sus justificadas ventajas».

 En las mismas Memorias de la Sociedad Patriótica, encontramos, años más tarde, en 1847, otro artículo, muy extenso éste, dedicado a estudiar el problema de la «Navegación por medio del vapor en nuestras costas y medidas adaptables para evitar los inconvenientes que suele ocasionar», en él se hace resaltar el fracaso de todas las tentativas realizadas hasta entonces para sustituir las ruedas por otro procedimiento que impulse el barco de vapor, y a exponer las esperanzas que existen de que, cuando se perfeccione la navegación por vapor, la Isla de Cuba, por su situación y configuración, está llamada a adquirir una importancia extraordinaria, a prosperar y engrandecerse, si se fomentan las empresas navieras para el tráfico de cabotaje y con el extranjero, incitando al gobierno y particulares para que se preparen, desde entonces, en ese sentido.

 ¡Y pensar que en 1929 todavía clamamos por una marina mercante cubana!

Bibliografía:

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