lunes, 28 de noviembre de 2011

EN CUBA ESPAÑOLA SE RECAUDÓ LA BASE EN DOLARES SOBRE LA QUE SE LEVANTÓ EL EDIFICIO DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA (después nos pagaron con una invasión)


YORKTOWN, «LA BATALLA QUE CAMBIÓ EL CURSO DE LA HISTORIA»


Sumario del Capitulo VIII titulado «La Contribución Cubana a la Victoria de Yorktown» de la obra «Vidas Cubanas--Páginas de la Historia de Cuba» escrito por el distinguido Historiador cubano, Eminente psicólogo y profesor de la Universidad Católica de Santo Tomas de Villanueva, el Dr. José Ignacio Lasaga, autor de este excelente, didáctico y utilísimo libro.

"Al rendirse Lord Cornwallis ante las fuerzas del Ejército Continental (mandadas por George Washington), la independencia de los Estados Unidos había quedado asegurada”.

Todos los autores están de acuerdo que esta batalla, la de Yorktown, fue la que mas contribuyó, decidió, que este país (EEUU) pudiera hacerse libre y lograra su independencia.

SITUACIÓN PREVIA A LA BATALLA

"La gravísima crisis del Ejército Continental en estos momentos ha sido elocuentemente descrita por el historiador norteamericano Jean-Henri Clos: "El general en jefe, al frente de un Ejército mal alimentado y medio desnudo, había defendido la causa de la Revolución por seis angustiosos años. En este momento solo contaba con TRES MIL "continentales", fuerza demasiado débil para combatir el bien entrenado y bien equipado Ejército de 10 MIL hombres que el general en jefe británico, Sir Henry Clinton, tenia en Nueva York. Durante la primera mitad del año 1781 Washington no podía pensar en hacer mucho en el Norte, y era muy poco lo que podía hacer para ayudar al Sur.”

CUANDO NADIE PODÍA AYUDAR A LOS AMERICANOS

"La urgente ayuda económica que necesitaban los Ejércitos americano y francés no podía venir del propio país en que estaban luchando, por hallarse temporalmente arruinado como consecuencia de una guerra que ya iba durando más de seis años. A pesar de que el gobierno español había auxiliado muy generosamente a la Revolución Americana en distintas ocasiones, en el verano de 1781 no podía, por el momento, esperarse más dinero de Madrid. Así se lo comunicaba el presidente del Congreso Thomas McKean al general Washington el 12 de agosto". "En la reunión que celebran el Conde de Rochambeau y el General Washington en la ciudad de Hartford se llega a la conclusión de que para ganar la guerra es imprescindible pedirle a Luis XVI, mas BARCOS, más HOMBRES y más DINERO.”

LOS BARCOS

El 22 de marzo de 1871 sale de Brest y después de derrotar a una escuadra inglesa la flota del Admirante francés de Grasse toma Tobago, así llegando a las Antillas. "Al conocer la grata noticia de la llegada" de Grasse y su flota, "Washington empieza a vislumbrar que ya esta próximo el final de la guerra. La flota francesa del Atlántico aseguraba ya la superioridad de las fuerzas aliadas sobre los ingleses”.

LOS HOMBRES

"pero Washington necesitaba mas soldados de tierra para garantizar la victoria" y a través de Rochambeau pide a de Grasse ayuda y este "accediendo a la solicitud logra que el gobernador de Saint-Domingue (hoy Haití) le permita llevarse 3000 hombres de las fuerzas francesas que estaban acuarteladas en la Isla" pero " con la condición de que estén de regreso antes de fines de octubre "y esto obligara a Washington, a Grasse y a Rochambeau a acelerar la ejecución de sus planes”.

EL DINERO

"El principal problema QUE QUEDABA POR RESOLVER era el económico". "El papel moneda emitido por el gobierno de los Estados Unidos había llegado a no tener prácticamente ningún valor. Lo único que valía en aquel momento en la América del Norte era las monedas de plata o de oro, y especialmente el peso español”.

"Desde el punto de vista económico la situación de los Ejércitos francés y americano era, por otra parte, sumamente angustiosa". El 27 de agosto el general Washington envía desesperado, el siguiente mensaje al intendente del Ejército americano:
"Le ruego que, de ser posible, facilite, el pago de un mes de sus haberes a las tropas que tengo actualmente a mi mando. Parte de esas tropas no han recibido pago alguno en largo tiempo y han mostrado en varias ocasiones marcadas señales de descontento".. "Al día siguiente le contestaba" el intendente "Mr. Morris a Washington que creía que no era posible complacerlo”.

"Francia había ofrecido enviar una cuantiosa ayuda económica a las tropas del Ejército Continental" pero por dificultades logísticas de entrega no llegarían a tiempo. "Estas fueron, las razones que movieron al conde de Rochambeau, a pedirle al Admirante Grasse que tratara de reunir" la respetable suma necesitada. Grasse "acudió a un alto funcionario español Monsieur de Saavedra quien "le informó al almirante que daba por seguro que podía obtenerlo en la Habana, de fuentes publicas y privadas”.

"De acuerdo con esta indicación, en los últimos días de julio vemos salir a la veloz fragata "Aigrette" con dirección a la capital de Cuba, en busca de lo que el historiador francés Jean-Jacques Antier ha llamado "EL TESORO DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA”.

"Para suerte de la Revolución americana, el gobernador de Cuba en aquellos momentos era don Juan Manuel de Cagigal, CUBANO DE NACIMIENTO (español nacido en Cuba, Cuba era España, no un país, no diga barrabasadas J.R.M.) y educación, uno de los héroes de la batalla de Pensacola y gran admirador de Jorge Washington y de la causa por la que este luchaba”.

"La cantidad que Grasse pedía como préstamo ( 1,200,000 libras tornesas) fue reunida en un brevísimo espacio de tiempo, al parecer en uno o dos días. En "dos importantes documentos contemporáneos se sostiene que provino por entero de fuentes privadas. Esto es lo que dice el conde de Vaugreuil, capitán de uno de los barcos de la escuadra que mandaba el conde de Grasse. He aquí sus palabras:
"No había dinero en el tesoro: se lo habían llevado tres barcos de guerra que acababan de salir para Europa. Pero en cuanto se supo en la ciudad la misión que traía la fragata, los hombres de negocios se apresuraron a reunir la suma que se necesitaba, y en dos días la fragata pudo partir. El mayor de Vaugirauld, alto oficial que iba en el buque insignia de la escuadra, junto al admirante Grasse repite la misma historia en el informe que tenia que rendir y que se conserva en forma manuscrita en los Archivos nacionales de Francia”.

Para comprender la importancia de la suma recogidas en la Habana, con 1200,000 libras tornesas se podían pagar todos los sueldos de un destacamento de 5000 hombres por espacio de cuatro meses.

"El "Diario de un Oficial" que se publico en Amsterdam en 1783 obvio que escrito por Grasse "apunta lo siguiente: " Debe decirse, en honor de los vecinos de la colonia que todos estuvieron dispuestos a hacerlo; y que hubo hasta señoras que ofrecieron sus diamantes”.

"Al narrar estos hechos, el historiador norteamericano Stephen Bonsal ha dicho, en gentil frase, que las 50,000 libras que compartió Rochambeau con las fuerzas de Washington y la crecida suma que lograron reunir los habitantes de la Habana pueden ser consideradas
"COMO LA BASE EN dólares SOBRE LA QUE SE LEVANTÓ EL EDIFICIO DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA"


YORKTOWN, "LA BATALLA QUE CAMBIÓ EL CURSO DE LA HISTORIA

"Washington, que se hallaba acampado en West Point, iniciaba, a toda velocidad, la marcha hacia Yorktown. Al entrevistarse con el almirante Grasse, el 17de septiembre, camino de Yorktown, el general Washington le entrega unas notas en que, hablándole de la importancia de la gran batalla que están planeando, le dice:
"La paz y la independencia de este país y la tranquilidad general de Europa saldrán de nuestro completo éxito. Nuestra desgracia, el triunfo del enemigo y la probable ruina de la causa americana saldrán de nuestro fracaso”.

"En los días que siguen a la capitulación de los ingleses, el conde de Richambeau, en su carácter de jefe de las fuerzas aliadas del Ejército Continental, escribe emocionado dos importantes cartas. La primera, lógicamente, al ministro de la guerra de su país, anunciándole la noticia de la gran victoria. La segunda, al conde de Aranda, embajador de España en Francia, para darle las gracias por la ayuda prestada por "los españoles" en relación con la batalla de Yorktown, y para pedirle que el Rey Carlos III le exprese su satisfacción por esta ayuda 

"al señor Solano, al señor gobernador de Saint-Domingue Y A LOS VECINOS DE LA HABANA”.

Bibliografía:

ALGUNAS FOTOS DE CAIMITO, MI PUEBLO EN CUBA



Caimito, foto de Facebook. Pinchar en la foto

El Centro de mi pueblo Caimito del Guayabal, antigua provincia Habana hoy de Artemisa, Cuba. Tenemos que restaurarlo completamente, y pintarlo, y estoy seguro que podemos hacer de él, uno de los pueblos más pintorescos de la provincia. Más aún si lo convertimos en un pueblo blanco.

Policlínico de Caimito a la entrada del pueblo.


Glorieta de la Serafina a la entrada desde La Habana, se puede hacer una plaza a su alrededor y que quede en el centro.


Entrada de Caimito desde La Habana, Carretera Central, antiguo Camino Real que conduce hasta Pinar del Rio. Caimito esta a 21 Kms del Puente de La Lisa comienzo de Marianao y a 34 Kms del Capitolio Nacional que es el Km Cero de la Carretera Central.


Jóvenes pesístas del pueblo. Todas las fotos son de Facebook


Escuela de Caimito


Parque de Caimito



EL “PELAYO”, EL ACORAZADO ESPAÑOL QUE ATERRORIZÓ A LOS ESTADOS UNIDOS

Una colaboración de Pedro Martínez Cerezo y Anónimo.


EL “PELAYO”, EL ACORAZADO ESPAÑOL QUE ATERRORIZÓ A LOS ESTADOS UNIDOS


 ABC.es

Cuando la guerra de 1898 parecía perdida, el Gobierno tomó una decisión audaz, golpear al gigante norteamericano en su propio terreno. El fallido «contragolpe español» desató el pánico en la costa este


España estaba contra las cuerdas. A punto de perder sus últimas posesiones ultramarinas, a las puertas del «Desastre». Corría el mes de mayo de 1898. Las fuerzas del decadente imperio español combatían con suerte esquiva con las del rampante imperio yanqui. La marina estadounidense se enseñoreaba de las aguas de Cuba y en Cavite, Filipinas, las fuerzas del comodoro George Dewey desarbolaban las defensas hispanas. En tan adversas circunstancias, en el Ministerio de Marina español se ideó un arriesgado plan para tratar de revertir el curso de la guerra: golpear al enemigo en su propio territorio, enviar una flota a bombardear la mismísima costa este de los Estados Unidos.

En Norteamérica la contienda se entendía como camino de expansión, de ampliación del patrimonio. En España los círculos políticos e intelectuales creían que se luchaba por la misma supervivencia de la nación. Cuba y Filipinas no eran propiedades de España, eran parte sustancial de la misma. Lo había expresado el presidente del Gobierno,Antonio Cánovas del Castillo, en el Congreso cuando anunció que, en Cuba, España se dejaría «hasta el último hombre, hasta la última peseta». Aún sabiendo que la mermada España de finales del XIX se enfrentaba a un enemigo superior, Cánovas había dicho en 1896: «Si, desgraciadamente, un día el pueblo español creyere que la empresa (…) era superior a su conveniencia (…) yo habría dejado de ser hombre político para siempre jamás (…) acabando aquel día, probablemente, también mi vida personal». Cuba era para los españoles de entonces una cuestión de honor. Así que, imbuidos políticos y opinión pública en Madrid de una especie de espíritu quijotesco, se decidió intentar lo que la historiografía bautizó como «el contragolpe español». Mejor morir que perder la honra.
La única esperanza pasaba por dar un puñetazo en la mesa. Bloqueadas las fuerzas navales en Cuba y debeladas las de Filipinas, el Gobierno decidió jugarse el todo por el todo en una última baza y enviar una escuadra a atacar las mismas ciudades costeras de los Estados Unidos. Sería la del almirante Manuel de la Cámara y Livemoore la encargada de ejecutar tan peligroso cometido.

Pánico en la costa este

La misión era de lo más comprometida. Las mejores unidades disponibles de la Armada española tendrían que atravesar las aguas del Atlántico y adentrarse en los dominios del gigante para buscarle las cosquillas en sus propias barbas. Se pretendía obligar a Washington a un repliegue de sus fuerzas y así aliviar la presión sobre Cuba y Filipinas. La idea no era ni mucho menos descabellada. Desde que conoció los propósitos del Estado Mayor español, el Gobierno norteamericano ordenó que se dejaran de iluminar las ciudades de la costa este para dificultar el temido raid hispano. El miedo se apoderó de muchos estadounidenses.
Rumbo a los Estados Unidos zarpó una escuadra en la que formaron destructores de la «Clase Furor», veloces y bien artillados: los buques «Audaz»«Osado» y «Proserpina», que prestarían escolta a los cruceros auxiliares «Patriota» y «Meteoro» y el crucero «Carlos V». Pero la estrella de la flota era el poderoso acorazado «Pelayo», principal motivo para la preocupación de los mandos militares enemigos. El «Pelayo» y el «Carlos V» superaban por sí solos en potencia de fuego y tonelaje a toda la escuadra con la que Dewey combatía en Filipinas.
Las fuerzas de Cámara se dividieron en dos fracciones, una de las cuales debería navegar rumbo a Halifax, en Canadá, donde recibiría las instrucciones para lanzarse al ataque de las costas estadounidenses, con el objetivo preferente de la base naval de West Key. La segunda tendría como destino aguas brasileñas, desde las que se dedicaría a hostigar el tráfico mercante enemigo.

Trabas británicas

Pero por más que el Gobierno español quisiera en último trance recurrir a lo que le quedaba de músculo naval, lo que nunca pudo superar fue su aislamiento internacional, lo que a la postre dejó el «contragolpe español» en simple amago. Las presiones y trabas de Gran Bretaña, que no deseaba que la contienda se extendiera al Atlántico entorpeciendo la navegación comercial y puso cuantas trabas pudo en los puertos bajo su control o influencia, dieron al traste con el proyecto. Así, antes de que las armas españolas pudieran siquiera asomarse a territorio enemigo, el Gobierno recibió las noticias de la alarmante situación en Filipinas y ordenó redirigir la flota hacia el archipiélago asiático, con la esperanza de forzar unas negociaciones que permitieran conservar al menos una parte del mismo. Pero tampoco en esto se tuvo éxito. El Gobierno egipcio, títere de Londres, no permitió a los buques españoles aprovisionarse de carbón en sus puertos, demostrando de nuevo la total orfandad internacional de la causa hispana en la guerra.
Quedó así truncado cualquier servicio que pudiera prestar el «Pelayo», un navío imponente al que los mandos estadounidenses tenían enorme respeto. El historiador Pablo de Azcárate cuenta en su libro «La guerra del 98» la «gran preocupación» que causaba a Dewey la eventual llegada al escenario filipino de «un buque como el “Pelayo”, superior a todos los que él tenía bajo su mando». La soledad diplomática española impidió que pudiera llegar a tiempo al teatro de operaciones.
La que era la última esperanza española se diluyó antes siquiera de que las armas que la sustentaban pudieran trabar combate, dando sentido a la queja del diputado Francisco Romero Robledo referida a la escuadra del almirante Cervera bloqueada en el puerto de Santiago de Cuba: «Las escuadras son para combatir (…) ¿Para qué nos sirven esas máquinas infernales que tantos sacrificios han costado al país?». No hubo contragolpe para España. Lo único que la historia le tenía deparado a España era el desastre.

ERNESTO LECUONA. POR RENEE JUSTINO MORALES


"CUBA ESPAÑOLA" PORQUE ES LA MAS ESPAÑOLA AUNQUE LE DUELA A ALGUNOS.

HAN HABIDO CUBANOS MÁS ESPAÑOLES, QUE MUCHOS NACIDOS EN LA PENÍNSULA, GLORIAS COMPARTIDAS ENTRE NUESTRA MADRE PATRIA Y CUBA.

Ernesto Lecuona: 

Nacido Ernesto Sixto de la Asunción Lecuona y Casado nacido el 6 de agosto de 1895, Guanabacoa, Cuba y murió 29 de noviembre de 1963 en Santa Cruz de Tenerife, España. fue un intérprete y compositor de música cubano.

¿PUEDE SER ALGUIEN MAS ESPAÑOL QUE LECUONA?

FUE COMPARADO CON LOS GRANDES Manuel de Falla y Ravel.

Junto a Gonzalo Roig y Rodrigo Prats, forma la trilogía más importante de compositores del teatro lírico cubano y en especial de la zarzuela. El aporte más importante de Lecuona al género teatral es la fórmula definitiva de la romanza cubana.

Entre sus obras destacan las zarzuelas Canto Siboney que surge integrado a su obra La tierra de Venus; Damisela Encantadora que está integrada a la zarzuela Lola Cruz, Diablos y Fantasías, El Amor del Guarachero, El Batey (1929), El Cafetal, El Calesero, El Maizal, La Flor del Sitio, Tierra de Venus (1927), María la O (1930) y Rosa la China (1932); las canciones Canto Carabalí, La Comparsa y Malagueña (1933), perteneciente a su suite Andalucía; sus obras para danza, Danza de los Ñáñigos y Danza Lucumí ; la ópera El Sombrero de Yarey (cuyo paradero se desconoce), la Rapsodia Negra para piano y orquesta, así como su Suite Española.

Con sus zarzuelas más importantes, dio una forma clásicamente definida a la zarzuela cubana en cuanto a género y estilo se refiere, y por sus logros dramáticos y musicales quedan muy próximos a la ópera. Algunas de las zarzuelas aquí mencionadas son las únicas producciones latinoamericanas que se han integrado en los repertorios en España. En 1942 su composición "Siempre en mi corazón" fue nominada para el Oscar como canción; en su lugar fue escogida White Christmas.

En 1960 se trasladó a Tampa. La difusión de su obra musical se la dieron muchos músicos y directores de orquesta; tal es el caso del director Xavier Cugat, de origen español catalán. Es preciso reconocer que al acopio y difusión de su obra dedicaron importantes esfuerzos su amigo y colaborador artístico Orlando Martínez, así como el también pianista y musicólogo cubano Odilio Urfé. Lo cierto es que la prensa y la crítica —tanto foránea como del patio— le fueron siempre favorables a Lecuona.

Tres años más tarde murió en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, durante unas vacaciones para conocer la tierra natal de sus padres. Sus restos descansan en el cementerio de Gate of Heaven, en Hawthorne, Nueva York.