martes, 24 de noviembre de 2009

GUERRA DE CUBA Y PRENSA DE HEARST‏. Por Miguel Leal Cruz ( Tercera Parte)


(Máximo Gómez y Jose Marti)

(Antonio Maceo)

III.-WEYLER EN CUBA, ÉXITOS PRELIMINARES (Cont.)
Periodismohistoricosl.blogspot.com
Las medidas tomadas por Weyler, no amilanaban a los mambises de Maceo, que habían recibido material de guerra —expedición de Leyte Vidal— y se hallaban dispuestos para combatir en una gran batalla contra las fuerzas españolas venidas a su encuentro desde la trocha de Mariel. El 14 de octubre, sólo unas días antes de las “duras” instrucciones de Weyler, un corresponsal escribía: “En el presente, estando mejor organizados y bien abastecidos con armas y municiones —se refiere a los rebeldes bajo las órdenes de Maceo que han alterado sus tácticas, casi estáticas hasta aquel momento— y están ofreciendo resistencia a las tropas españolas. En los últimos días han tenido lugar cinco choques bastante serios... la crudeza con la que ambos bandos combaten, es una indicación de que la guerra ha entrado en una fase nueva y más activa”.

Estas circunstancias, contribuirían sin duda a la decisión tomada por el General Weyler para dictar órdenes de carácter más represivo al objeto de “controlar la situación adversa”.

El primer combate de Maceo, tras recibir los nuevos suministros, tuvo lugar el 23 de septiembre en la localidad de Montezuelo. Los españoles se retiraron del campo de batalla con 68 bajas, pero fue en el decisivo combate de Ceja del Negro, el primero de octubre en el que los españoles, a pesar de la superioridad numérica, sufrieron una importante derrota, puesto que sus columnas fueron barridas por la eficaz artillería de Maceo —nuevos cañones de construcción norteamericana traídos a Cuba por filibusteros yanquis, como se apuntó—. No obstante, la victoria de Maceo le supuso doscientas y más bajas, la mitad de sus efectivos en aquel momento, con que se mantuvo frente a los continuos ataques del ejército español, más organizado y mayor en número; si bien su optimismo y espíritu de victoria no decaía, y de lo que siempre hizo gala el general mambí[9] hasta su heroica muerte más tarde…

El 29 de octubre recibió órdenes de Máximo Gómez, pidiéndole que atravesara urgentemente las trochas y regresara a Camagüey en su ayuda. No era la primera vez que el general en jefe del ejército rebelde le hiciera tal petición, que siempre logró sortear por entrañar claro peligro. Esta vez la cosa era más seria, debido a las graves disensiones en la cúpula política del gobierno revolucionario cubano a la cabeza de Cisneros Bethencourt, otro isleño, con el que Gómez discrepaba militarmente y por su forma de ser: individualista y egocéntrica; también por que el signo de la guerra cambiaba, favorable para el ejército español consecuencia de la nueva táctica empleada por Weyler en el mando.

Como bien apunta Philip Foner, citado: No había nada nuevo, en estas incongruencias del mando civil y militar cubanos. Durante muchos meses ciertos miembros del gobierno civil habían llegado a irritarse extremada mente por su propia falta de importancia a causa de la fuerte individualidad de Gómez; éste insistía obstinadamente en vigorizar la política que consideraba esencial para la victoria. Cada vez estaban más reticentes sobre la forma en que Gómez sumariamente desechaba sus planes para obtener dinero, haciendo excepciones para su política de destrucción... su política terca de destruir toda la riqueza. Hubo momentos de verdadera división entre los líderes revolucionarios. Sin embargo, el general en jefe dominó la disputa y sus oponentes renunciaron, obedeciéndole.

Máximo Gómez, al solicitar la comparecencia de Maceo, era plenamente consciente de la importancia que para la causa llevaba a cabo el general de color en la zona del oeste de la isla —pero también el peligro que implicaba cruzar las líneas españolas—. Como el mismo Gómez señaló a Estrada Palma, el hecho de que los españoles tuvieran que concentrar tantas fuerzas contra Maceo les había debilitado en muchos otros lugares estratégicos, dando lugar a que se reorganizaran y se hallaran a punto operaciones militares en Guantánamo, Santiago o Camagüey. También Maceo había llevado a cabo una organización militar eficaz “con hombres bien entrena dos” y en su tomo “el mito de la invulnerabilidad del sistema de la trocha que creara Weyler”.

A la vista de estas circunstancias, queda claramente descubierta la existencia de una gran crisis que ponía en peligro la misma Revolución, que tan firme parecía unos meses antes, circunstancia que no es ajena a la táctica militar de Weyler. Maceo, que se dispuso a acatar la orden cuyo cumplimiento le costaría la vida, conociendo al viejo general dominicano, intuyó la gravedad de la situación y que tal requerimiento fue decidido sólo después de un cuidadoso análisis por Máximo Gómez.

Antonio Maceo, dispuesto a cumplimentar el llamamiento de su superior, comenzó la marcha hacia sofisticada trocha de Mariel, que obligatoriamente habría de sortear. Era esta la línea preferida de Weyler transformada en un formidable obstáculo militar, equipada con luces eléctricas, torreones con vigilancia y guardada por cerca de 15.000 soldados españoles; no era, sin embargo, un obstáculo insalvable, puesto que el 18 de agosto, el asistente negro de Maceo, Quintín Banderas, sigilosamente la había atravesado con cien hombres, aspecto éste que animó a Maceo, sin duda. La historiografía cubana aporta todo lujo de detalles en torno a estos sus “heroes”, la mayoría muertos en combate.

El 9 de noviembre el líder de color en su avance se encontró con las columnas de vanguardia de Weyler que logró sortear con habilidad y esfuerzo, con pérdida de un tercio del contingente que le acompañaba. Al día siguiente quedó rodeado por el grueso de la fuerza española —18 batallones de infantería y 6 batallones de artillería, un total de 6.000 hombres— al mando directo del propio general contra el que Maceo, sólo podía enfrentar unos 150 hombres al haber perdido otros tantos en choques habidos con el enemigo, como así apuntan fuentes cubanas.

El 11 de noviembre, después de burlar el acoso, Maceo se encontró ante la línea fortificada, totalmente contrariado, puesto que marchaba con retraso a lo previsto y al comprobar la verdadera fuerza de la trocha, que le impediría cruzarla con facilidad, se propuso permanecer oculto con sus hombres de máxima confianza, a la espera de información que le llegaría el 25 del mismo mes. Conocida la información optó por rodear la trocha por el mar a la altura de Mariel, en barco, con diecisiete hombres escogidos. En la noche del 4 de diciembre consiguieron pasarla, burlando la guarnición española y la cañonera costera -por la neblina existente-, y se refugia en La Merced, un trapiche abandonado, hasta contactar con unidades rebeldes de la provincia de La Habana, previamente avisadas del plan que había sido puesto en marcha en la localidad de San Pedro. Dicho plan consistía en atacar la población de Marianao, muy próxima a La Habana, y una vez que se obtuviera éxito en la acción, podría significar, a decir de Maceo, la inmediata destitución del general en jefe español, Valeriano Weyler y Nicolau, por el Gobierno desde Madrid…

Sin embargo, es necesario recordar aquí el conocido tópico extraído del refranero español que dice: El hombre propone y Dios dispone, a lo que habríamos de añadir, que es éste otro oscuro acontecimiento que la Historia guarda todavía en sus demasiados secretos o en muchas incógnitas indescifrables[10]; a decir de historiadores cubanos la pérdida del valeroso general, empecinado en liberar a Cuba e independizarla de España[11], texto que lo expresa, a partir del momento que Maceo cruzó la trocha por Mariel, de la forma siguiente: Provisto de caballo, cedidos, por las fuerzas -insurrectas- de la provincia de La Habana al mando de Sánchez Figueroa -coronel jefe de la brigada del sur que había acudido a la localidad de San Pedro de Hernández, Punta Brava-, se dirigió con 72 hombres a dicha población de San Pedro. Sorprendidos por numerosas fuerzas al mando del Coronel español Cirujeda, entablándose (sic) un combate que Maceo estimaba ganado por sus hombres -realmente disponía de pocas fuerzas-. Pero allí moriría cruzado a balazos, el héroe epónimo de la Nación, el revolucionario más consecuente y decidido de nuestras gestas libertadoras. Junto a él también caía -crueldades del destino-, el hijo del General en Jefe, Pancho Gómez Toro, que acompañaba a Maceo para reunirse con su padre a requerimiento de éste. Añade dicho texto que con esta muerte perdía la revolución del 95 al hombre capaz de librar el Ayacucho cubano, antes de que el imperialismo norteamericano, al que Maceo defenestraba por temor a las apetencias ya desatadas sobre Cuba, desencadenara la intervención armada en el Caribe, y con la seguridad que al igual que en «la protesta de Baraguá”, el 15 de marzo de 1878, ante Martínez Campos -existe el convencimiento de que Maceo, jamás hubiera aceptado la afrentosa Enmienda Platt. El profesor cubano don José Cantón Navarro, en su libro Cuba: El desafío del Yugo y la Estrella, ya citado, sobre la muerte del líder negro, en la página 68, indica: Al morir el Titán de Bronce presentaba en su cuerpo 26 cicatrices de arma de fuego. Había peleado en más de 900 combates y le rodeaba una leyenda de invulnerabilidad, por lo que fue muy difícil para las tropas mambisas aceptar la realidad de su caída. Cuba perdía con él, no sólo a un jefe militar y guerrero extraordinario, sino también a un líder de pensamiento revolucionario radical y de una lealtad extrema a la causa independentista, a la unidad de las fuerzas patrióticas por las que murió y del pueblo en general, así como a los ideales anti-imperialistas, latinoamericanistas e internacionalistas que guiaron su vida. Clásica postura revolucionaria, obtenida, posiblemente, del biógrafo del líder: José L Franco.

Otras fuentes de investigación histórica, profundizan y añaden datos sobre este hecho de gran repercusión en la prensa[12] y en el mundo de la época España lo celebró como triunfo militar e incluso en Canarias, en cuya capital, Santa Cruz de Tenerife sede de La Capitanía General, a cuyo frente estuvo Weyler desde 1878 a 1883, hubo “todo tipo” de celebraciones. Al difundirse por esta capital la muerte de Antonio Maceo, el capitán general, un navarro de bigote felpudo y traza avinagrada, a decir de Raúl Roa, p. 214, ya citado, organiza un ostentoso Te deum y una demostración pública de júbilo. Refiere que muchos isleños permanecen ausentes de estos actos, al igual que ocurriera con la caída y muerte de Agramonte, ya que se sienten canarios y no españoles. Los peninsulares que desfilan al frente del desordenado cortejo portan la efigie del general Weyler. Llenan el aire con insultos, bravatas y groserías. Algunos manifestantes, ebrios de alcohol y de sevicia, proponen a gritos asaltar las casas de Ramón Roa[13], el cubano desterrado a Canarias por orden de Martínez Campos, y de su amiga Aurelia Castillo González. Ramón Roa, dice su nieto, les espero revólver en mano en la azotea de su casa santacrucera, en compañía del amigo isleño, su protector Manuel Rallo, que había desempolvado su escopeta de caza. Los provocadores sólo se atreven a merodear por las inmediaciones. Días después aparece embarrada de inmundicias la puerta del Cabildo Insular, y es a partir de aquel momento cuando la Guardia Civil española (la Policía) perseguiría a Roa a todas partes.

Es lógico, que este singular acontecimiento, desde cualquier perspectiva, produjera en los cenáculos políticos, la prensa y la opinión pública de la época, el consiguiente «revuelo» en cuanto a las opiniones vertidas sobre el hecho y sus consecuencias para la insurrección cubana derivada a plena guerra, que podría derivar más aún a favor de España.

Los corresponsales tergiversaban las noticias a conveniencia de sus líneas de acción periodísticas. En la prensa neoyorquina, la que más de cerca seguía los acontecimientos, se dijo que Maceo había sido asesinado a traición o que le habían invitado a parlamentar y en el acto le habían matado. El Congreso norteamericano se reunió más de lo normal, y sus acuerdos oscilaban desde resoluciones pro-beligerancia como la de Cameron o actitudes más racionales como las del propio presidente Cleveland, tratan do de frenar la oleada bélica, aunque, el día en que murió Maceo, fue obligado a admitir en su mensaje al Congreso el siguiente texto: “Habiéndose manifestado la incapacidad de España —todo lo contrario en aquel momento— para habérselas con la insurrección cubana... nuestro deber para con la soberanía de España será reemplazado por deberes más altos que difícilmente podemos vacilar en reconocer y cumplir”, refiriéndose a la declaración clara de beligerancia, en la que intervendría Norteamérica con ayuda material y humana. Sin embargo añadió: “Si España ofreciera a Cuba una verdadera autonomía (una disposición autonomista) que, manteniendo la soberanía de España, satisfaciera (sic) todas las demandas racionales de los súbditos españoles, no habría un verdadero motivo que impidiera la pacificación de la isla”.

Como era de suponer esta propuesta de Cleveland, no satisfizo a los que realmente deseaban “la guerra y sus consecuencias”, proponiendo el senador Cameron el reconocimiento a la “República Cubana”, que fue aprobada bajo la influencia que la prensa impuso en la versión dada a la muerte de Maceo, “como un crimen más cometido por los españoles en América”, influyendo igualmente, entre los congresistas y opinión en general, las caricaturas grotescas que desde La Habana enviaban al periódico The World, sus dos empleados de confianza Remington y Harding, expresamente enviados para tal fin por el expresado rotativo considerado, a través de la línea editorial[14] seguida por su director Hearst, incitador de la guerra, el más independiente del momento y más anti-español de la prensa norteamericana, a quien España debería recordar la misma política defensiva para “la masacre” de indios en las reservas asignadas en aquellos territorios que fueron españoles. Es conocido que después de la victoria de las denominadas Trece colonias inglesas en el este norteamericano, sobre los ejércitos de la madre patria, sin perjuicio de la presencia anterior de holandeses, los propios indios autóctonos o los españoles al sur, comenzaron la feroz expansión hacia el Oeste y a costa de territorios en Florida que España y Francia han de ceder así como amplios territorios de indios deportados por la Ley de Traslados de Jackson, queda así consolidado un amplio territorio hasta la frontera de Méjico recién independizado de la Corona española, que la política “yanqui” de carácter imperial, hará suyos.

(Continuará)

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[9] Estas noticias eran recogidas por cablegrama en toda España enviados desde La Habana y editadas en diferentes periódicos. Se destaca El Diario de Tenerife, ampliamente consultado para esta exposición de hechos.
[10] Nos referimos al hecho valeroso protagonizado por Maceo, en cumplimiento de órdenes superiores, cruzando una línea militar tenida por inexpugnable, sin hombres, sin información, y conociendo que al otro lado le esperaba su mayor enemigo, que tenía como orden del día permanente la caza y captura del general rebelde que más le incomodó en la contienda cubana a la que fue enviado desde España con un único fin: ganarla haciendo uso de su conocida efectividad en el campo militar.
[11] Fuerzas Armadas de Cuba, La Habana, 1972, ya citado. En la p. 436, de forma breve y escueta, se analiza este lamentable hecho para la historia de la Isla. Tal vez de forma chauvinista…que todo país da a sus héroes.
[12] Efectivamente la táctica empleada ahora por España en la guerra, con la intermediación valiosa de Weyler, comenzaba a dar resultados, y sin lugar a dudas la muerte de Maceo fue una importante victoria de los españoles, como antes fue la de Martí, Agramonte o el mismo hermano del líder, que podrían cambiar el curso de la guerra.
Sobre la muerte, gloriosa sin discusión, del general de color, y de las circunstancias en las que tuvo lugar existen numerosas versiones, algunas de ellas verdaderamente epopéyicas.
Foner, describe el hecho de la siguiente forma, tomando referencias del historiador cubano José L. Franco; El valiente y osado Maceo, una vez sorteado la trocha de Weyler por Mariel, y entablado contacto con las fuerzas rebeldes de La Habana —San Pedro—, decidió perseguir y aniquilar a los españoles, instalados en las proximidades y viendo un grupo de infantería enemigo, tras una alambrada a su izquierda, Maceo ordenó cargar a los cuarenta y ocho hombres que estaban alrededor de él. Los jinetes cubanos se vieron detenidos por la valla, y los soldados españoles de a pie concentraron fuego pesado de rifle contra ellos. Maceo ordenó al comandante Juan Manuel Sánchez, cortar la alambrada y envió al general de brigada Pedro Díaz con un pequeño grupo hacia la derecha en un movimiento de flanco. Después de dar estas órdenes, Maceo se inclinó hacia Miró, su ayudante y cronista, y gritó “esto va bien”. Estas fueron sus palabras puesto que una bala le dio en la cara. Dejando caer el machete, el caudillo cayó pesadamente de su silla mientras que al mismo tiempo unos doce hombres de la escolta del comandante Sánchez caían también bajo las balas españolas. Con el fuego enemigo en aumento, algunos de los rebeldes trataron de ayudar a Maceo y otros intentar detener a los españoles. El coronel Nodarse intentó colocar a Maceo, aún vivo, en un caballo y sacarlo de la escena de la batalla, pero mientras dos hombres alzaban a Maceo herido para colocarlo sobre un caballo, el caudillo recibió otra herida de bala, esta vez en el pecho. El jinete que trataba de sujetar a Maceo también fue desmontado por un disparo. El teniente Francisco Gómez Toro, el joven hijo del general en jefe de la contienda Máximo Gómez, acudió en ayuda de Nodarse para trasladar a Maceo cogido por brazos y piernas. Al ser herido el teniente Gómez, el coronel le ordenó que marchara del lugar, negándose, siendo herido de nuevo con mayor gravedad y yendo a caer sobre el cuerpo del general Maceo, exánime. El coronel Nodarse herido logró, no obstante, escapar de los españoles que se acercaban.
Añade el mismo autor que “el cuerpo del Titán de Bronce fue abandonado al enemigo. Los españoles quitaron las ropas y otras cosas de valor del cuerpo de Maceo y de otros rebeldes muertos, Evidentemente no reconocieron que aquel era el cuerpo del fabuloso y legendario líder mambí, porque, de saberlo, hubieran aprovechado la oportunidad de mostrar su cuerpo en La Habana. Los españoles supieron ya tarde que uno de los cuerpos de los rebeldes muertos, y los cubanos, después de hacer huir a las tropas enemigas recobraron los cuerpos. El de Maceo fue llevado a una casa abandonada en las proximidades. A las 3 de la tarde de la mañana del 8 de diciembre de aquel año, el héroe negro de la independencia cubana, en las dos principales guerras, era enterrado, junto con Panchito Gómez Toro, en un lugar llamado Cacahual, en Santiago de las Vegas”.
Días más tarde, el periodista destacado en La Habana, escribía el 14 de diciembre: “Weyler de forma accidental ganó la larga batalla entablada con Maceo. La muerte accidental del líder, a las puertas de La Habana... es sin duda un gran éxito para nuestro general... No se puede negar que este acontecimiento producía un fuerte impacto en la causa revolucionaria, por ser (Maceo) el líder más popular y conocido por su gran influencia entre los cubanos”. A partir de este momento, la guerra contra España la capitaneará totalmente el otro gran líder y viejo general dominicano que luchó junto a Weyler en Santo Domingo contra los haitianos (1864-65), Máximo Gómez, cuyo protagonismo continuará una vez liberada Cuba en 1899, de España, no de los EEUU.
[13] Raúl Roa, Memorias, que fue miembro de la política cubana, en la biografía escrita para conmemorar el centenario de la Guerra, en alusión a su abuelo, lo define “como un mambí de pluma y espada”. Nació rico, peleó por la independencia de Cuba y murió pobre. Es el prototipo del hombre que define el año 1868, pero que en 1895 es desterrado a Santa Cruz de Tenerife por el gobierno español en Cuba, ciudad donde vivió perseguido hasta la paz de París que dio término a la guerra, regresando a Cuba pobre y enfermo, con el alma agradecida a los muchos tinerfeños que le ayudaron en horas muy amargas. Memorias, La Habana, 1998 p. 212 y 213.
[14] La influencia de la prensa en los grandes acontecimientos políticos es notable a partir del siglo XIX. William Randolph Hearst, es considerado el prototipo que puso en práctica dicho máxima durante el expansionismo de su gran país en dicho período decimonónico y especialmente contra España durante la Guerra de Cuba y más tarde en las dos contienda mundiales y posterior periodo de la “guerra fría”. Apreciamos la ambigüedad informativa y nefasto estilo periodístico de este magnate de la prensa que fue el más feroz enemigo de España en la América anglosajona durante la contienda cubana, cuyo enconamiento en parte se le achaca, incluso su presunta relación con la voladura del acorazado Maine en el puerto de la Habana el 15 de febrero de 1898 que sentenció el contencioso.
Continuó en su afán de crear la gran América y su “destino manifiesto” con uso de lo que se llamó “bastón duro” para que su país fuera el líder mundial indiscutible, que, tras la política de buena vecindad de F D Roosevelt, aún mantiene en la actualidad. N d A

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