sábado, 4 de junio de 2011

Si no tienes un abuelo español. Por Iván García.


( Foto de Internet )
Este artículo lo copié del Blog de Zoé Valdés ¡Libertad y Vida!  . J.R.M.

(Este artículo fue publicado hace meses en Cuba Puntos de Vista, ya desaparecido. Gracias a Tania Quintero).--- Zoé Valdés

 Cuando uno desea tomarle el pulso a la situación migratoria en Cuba tiene dos caminos. La ecléctica embajada española que mira de frente a las azules aguas del Océano Atlántico, en la parte vieja de La Habana, o el cubo de hormigón y cristal estilo Bauhaus de la Sección de Intereses de los Estados Unidos, a tiro de piedra del malecón.

 En los alrededores de la sede diplomática ibérica la gente duerme todas las noches, entre bocadillos y tragos disimulados de ron, para ser de los primeros en la fila. Desde que el gobierno de Zapatero, a fines de diciembre de 2008 decidiera poner en vigor la Ley de Memoria Histórica, más conocida por Ley de Nietos, tal parece que todos en Cuba tienen o tuvieron un abuelo en España.


 La gente desempolva viejos documentos con olor a naftalina y manchas de cucarachas, para tratar de demostrar a los impertérritos burócratas españoles que por sus venas corre sangre gallega, asturiana, vasca, canaria o andaluza. No muy lejos de la Habana Vieja, en El Vedado, al parque triangular que colinda con la sede diplomática gringa, se le conoce como el "parque de los gusanos" ("gusanos" se le dice en Cuba a los desafectos a la revolución).


 Desde horas tempranas, en ese parque se reúnen personas procedentes de toda la Isla, que viajan a la capital para tramitar viajes temporales o definitivos a Estados Unidos. En la extensa espera, despotrican abiertamente contra el gobierno de los hermanos Castro.
En 1994, la administración del entonces presidente Bill Clinton, firmó acuerdos migratorios mediante los cuales a 20 mil cubanos anualmente se le otorgarían visas para viajar a los Estados Unidos por concepto de reunificación familiar. Un alivio para Fidel Castro, pero sobre todo para los cubanos. Muchos dejaron de tirarse al mar en precarias embarcaciones y optaron por marcharse por una vía ordenada y legal.


 Pero hay cientos de miles de cubanos que no tienen parientes al otro lado del charco. Y  siguen apostando por una balsa de goma para intentar cambiar su suerte. Las políticas migratorias, ya sean de España o de Estados Unidos, se miden con doble rasero en Cuba.


 Ya se sabe que España es un policía celoso de sus fronteras. Y aunque los cubanos tienen menos dificultades que los africanos a la hora de legalizarse, desde hace unos años en el aeropuerto de Barajas te mandan de vuelta a casa si no puedes demostrar que eres un perseguido político, no tienes un permiso temporal de residencia o un contrato de trabajo, todo avalado por el Consulado español en La Habana.


 En cuanto a Estados Unidos, su política migratoria hacia la Isla parece estar hecha por legisladores sádicos y de pocas luces. Les cuento. Desde 1966, en aquella nación se aplica la Ley de Ajuste Cubano, que de forma automática otorga la categoría de refugiados políticos a los nacidos en el verde caimán cuando éstos se encuentran en territorio estadounidense.


 Pero a partir de 1994 se viene aplicando una variante desquiciante, que más parece el juego del gato y el ratón que una política seria. Es la obtusa ley de "pies mojados y pies secos". Si usted después de remar tres noches en un mar infestado de tiburones, logra evadir la eficiente guardia costera yanqui, y logra pisar suelo norteño, entonces los oficiales de inmigración le otorgan la residencia. Si antes de pisar tierra, es atrapado por los guardacostas, lo deportan. Con una ligera variante: gracias a los acuerdos migratorios de 1994, no se va a la cárcel por intentar huír de la isla.


 Entonces sucede que por esa política de Ajuste Cubano y la contradictoria ley de "pies secos y pies mojados", el tráfico de personas desde Cuba hacia la Florida se ha convertido en un próspero negocio. Por 7 mil dólares, usted puede viajar en una lancha con motores fuera de borda hacia Estados Unidos.


 En los dos países existe una tupida red de individuos que se dedican al tráfico de seres humanos. Con muchos riesgos, por los accidentes marítimos que han costado la vida a cientos de personas.


 La prensa oficial cubana maneja con gotero ese tipo de informaciones. Y cuando mueren compatriotas en el intento de abandonar el país, culpan a la Ley de Ajuste Cubano. Llevan algo de razón.  Lo que no dicen, es que por intentar impedir las salidas ilegales, los guardacostas cubanos también han provocado un número todavía indeterminado de muertos. Baste recordar el hundimiento por las autoridades de la Isla, en julio de 1994, del remolcador 13 de Marzo, cuando murieron 41 personas, entre ellos diez menores de edad.


 De cualquier manera, es un verdadero drama. 320 mil personas han abandonado Cuba desde 1994, a raíz de los acuerdos firmados por Bill Clinton. Y aunque el gobierno no suele dar cifras, se calcula que dos millones de cubanos desearían marcharse de su patria. No sólo a Miami o Madrid. Si pudieran, se fueran a cualquier rincón del planeta donde puedan prosperar y vivir con ciertas libertades garantizadas.


 Aunque los Castro viren la cara a otro lado, el meollo del asunto es precisamente el descontento de buena parte de la población, que lleva medio siglo viviendo con demasiadas penurias y sin esperanzas de mejorar a corto o mediano plazo. Más o menos como cualquier latinoamericano. Con la diferencia de que en Cuba, la propaganda oficial siempre nos dijo que "el bastión del socialismo en América era lo más parecido al paraíso en la tierra”. Y no lo ha sido.


 Ahora, todas las personas que tienen en su agenda marcharse de Cuba, esperan con expectación noticias sobre el tema migratorio. En el último encuentro de exiliados cubanos afines al gobierno de los Castro, celebrado en La Habana en enero de 2010, el canciller Bruno Rodríguez Parilla prometió llegar a la próxima ronda de conversaciones sobre asuntos migratorias con funcionarios estadounidenses, con nuevas propuestas y recomendaciones sobre el tema migratorio. Esperemos.


 Mientras, miles de cubanos remueven una montaña de papeles amarillentos, en un intento por demostrar que tuvieron un abuelo español; se apuntan en la lotería USA de visas, o esperan con paciencia su turno en el "parque de los gusanos", para obtener en la Sección de Intereses la anhelada reunificación familiar.


 En caso de no tener parientes en Estados Unidos o un abuelo en España, la opción se reduce a pagar 7 mil dólares y que traficantes de personas te dejen en los mangles floridanos. O hacer una balsa de madera e intentar cruzar el Estrecho de la Florida. O en una escala técnica en el madrileño aeropuerto de Barajas, hacer el cuento típico del 'perseguido político' a los rollizos oficiales de inmigración.


 Iván García

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