El 19 de febrero de 1662 obtuvieron la patente de invención y el 13 de Marzo del propio año, comenzaron a funcionar en Paris, siete nuevos carruajes de los que tres salían de la Puerta de San Antonio y cuatro del frente del Palacio de Luxemburgo.
Años mas tarde, los ricos vecinos de La Habana, Don Francisco de Cárdenas y Chacón y los hermanos Diago, residentes del Cerro, trajeron de Europa dos ómnibus que tenían puestos en sus costados el “Wagon No.1” y el “Wagon No.2”. Los caleseros cobraban de 60 a 80 centavos por cada persona que conducían al Cerro o de este a La Habana, en tanto los nuevos ómnibus cobraban un real (10 centavos). Aquellos molestos por la competencia, cada vez que veían a las personas que montaban en los ómnibus le decían: ese va en: “guagua”, a causa de que no sabían pronunciar el nombre en ingles wagon y de ahí vino el llamar Pancho Guagua al Señor Francisco de Cárdenas.
Así se le sigue llamando a los ómnibus hoy en día en Cuba y pasó también a Islas Canarias
En la foto se ve una guagua Checa, de las que llegaron a Cuba en los años 60’s y que tantos recuerdos nos trae a mucho que vivíamos en Habana Campo como yo , ya que la ruta 35 desde Marianao hasta Artemisa, estuvimos muchos años transportándonos en ella y muchos recuerdos vienen a mi mente, buenos y malos. A veces tenias que ir hecho un emparedado entre 4 personas y dependiendo de quienes eran, podias ir soñando o en una pesadilla desde Caimito a La Habana, lo que uno siempre se podia acomodar un poco y buscar mejor refugio. Al principio cuando las compraron decíamos que los checos nos habían vendido hierro viejo, pero en realidad salieron buenísimas, eran bien toscas como todas las cosas del campo socialista y un poco redondas para el gusto de los 60’s, pero parecían tanques de guerras y como corrían. Recuerdo que de noche apagaban las luces entre pueblo y pueblo, y qué no se hacia dentro de ellas. Bueno en Cuba como todas las guaguas van repletas, pues son muy eróticas. Cada viaje es una experiencia de tipo sexual.
Bibliografía de Ireneo Díaz y Valdés. Libro Caimito del Guayabal 1928. Pág. 131.