(Foto de Enrique Collazo Tejeda de Internet)
Habana, 6 de enero de 1892
Sr. D. José Martí
En la Emigración
Muy señor mío:
He leído una hoja suelta, titulada
Por Cuba y para Cuba, que reproduce un discurso de usted pronunciado en Tampa el 26 de noviembre de 1891
. No es mi ánimo discutir ese discurso; doy por sabido que en él trata usted magistralmente los arduos problemas políticos y sociales de nuestro país, ideando las más galanas soluciones. En la sexta columna del citado impreso, hay un párrafo, el tercero, que copio al pie de la letra:
“¿O nos ha de echar atrás el miedo a las tribulaciones de la guerra, azuzado por gente impura que está a paga del gobierno español, el miedo a andar descalzo, que es un modo de andar ya muy común en Cuba, porque entre los ladrones y los que los ayudan, ya no tienen en Cuba zapatos sino los cómplices y los ladrones?” Pues como yo sé que él mismo que escribe un libro para atizar el miedo a la guerra, dijo en versos, muy buenos por cierto, que la jutia basta a todas las necesidades del campo en Cuba, y sé que Cuba está otra vez llena de jutías, me vuelvo a los que nos quieren asustar con el sacrificio mismo que apetecemos, y les digo: -“Mienten”.
Los que militamos en la revolución y vivimos ahora en Cuba tenemos hoy el mismo criterio que ayer tuvimos, y, a pesar del tiempo transcurrido, mantenemos los vínculos que nos unieron a la década del sacrificio. Nuestro juicio sobre la emigración, por la conducta que observó durante la guerra, está consignada en el folleto que, a raíz del Convenio del Zanjón, publicó el autor de A pie y descalzo
.
Después de la guerra hemos perseverado en esa opinión, abonada por los hechos; pero nunca imaginamos tan ruin a esa emigración como usted la hace aparecer en su discurso. ¡Cómo! ¿Con qué; a pesar de los años transcurridos, todavía puede asustarse esa emigración con el relato fiel de las privaciones, trabajos y desventuras que afrontamos durante diez años? ¿Crée usted, señor Martí, que los que, a impulso del deber, arrostren el peligro de hacer patria, deben ir ciegos o engañados como el soldado mercenario a quien se emborracha para que sirva de carne de cañón? ¿Tan ruin imagina usted la generación presente, que la cree incapaz de ir al sacrificio con plena conciencia de lo que va a hacer, con el mismo valor y estoicismo con que arrostraron la muerte, en el campo y en el patíbulo, los hombres del 68? Su manera de presentar las cosas nos autoriza para creerlo: los cubanos de hoy se asustan -eso piensa y eso teme usted- con un sencillo relato de penalidades. Pues bien, señor Martí: ofensa tan grave a los cubanos, jamás pensó inferirla el autor de A pie y descalzo, ni ninguno de sus compañeros, que unánimemente aplaudimos la veracidad y oportunidad de un libro cuya moral debe llenar de orgullo a todo corazón cubano. Como usted no ha comprendido el mérito real de ese libro, yo quiero explicárselo ahora, en muy pocas palabras: sabiendo, de lo que es capaz ese corazón cubano, que usted calumnia; sabiendo, porque ése fue el mundo en que vivimos durante diez años, que no hay trabajo ni sacrificio que le arredre en cumplimiento del deber, quisimos darle una idea clara y precisa del calvario que nosotros habíamos recorrido, para que aprovecharan la enseñanza nuestros hijos y sucesores.
No nos extraña que usted haya comprendido mal la índole de A pie y descalzo: el libro ha debido parecer a usted terrorífico. El que con ofensas más que suficientes -el grillete-, con edad sobrada, no cumplió con los deberes de cubano cuando Cuba clamaba por el esfuerzo de todos sus hijos; el que prefirió continuar primero sus estudios en Madrid, casarse luego en México, ejercer en la Habana su profesión de abogado, solicitar más tarde, como representante del Partido Liberal, un asiento en el Congreso de los Diputados, por Puerto Príncipe o por Cuba el que prefirió servir a la Madre Patria, o alejar su persona del peligro, en vez de empuñar un rifle para vengar ofensas personales aquí recibidas, ése, usted, señor Martí, no es posible que comprenda el espíritu de A pie y descalzo. Aún le dura el miedo de antaño.
No; no es posible que usted comprenda lo que es, en toda su fuerza, el cumplimiento del deber; pues que en el momento preciso en que todo le obligaba a cumplirlo, pudo más en usted el amor a sí propio que el amor a Cuba. Y, sin embargo, hoy es usted patriota, y valiente, y héroe, y hasta orador. Y hoy es usted un prohombre cubano; la representación metafórica del patriotismo; sospecho que hasta mártir, un Bolívar en perspectiva; y nosotros... nosotros “estamos a paga del gobierno español”.
¡Cómo cambian los tiempos, señor Martí!... ¿Tenemos nosotros la culpa de que usted no prosperase en su bufete de abogado, o de que orientales y camagüeyanos no lo llevasen con sus sufragios a los escaños del parlamento español? ¿Qué le hemos de hacer, si usted por más que diga, no puede borrar su pasado? Pero si usted quiere ser cubano póstumo, o guapo, después que ha pasado el peligro, séalo en buena hora; pero déjenos en paz. Quien tanto miedo tuvo a sacrificar su vida cuando Cuba lo exigía, respete y no importune a los que por Cuba expusimos la cabeza una y mil veces.
Haga usted discursos; hable cuanto quiera; viva como mejor le acomode; que a nosotros no nos importa como vive cada cual. Sepa usted, señor Martí, que aquí, cara a cara del gobierno, nosotros conservamos nuestro carácter de cubanos y de revolucionarios; que no hemos hecho transacción alguna que desdiga o empañe nuestros antecedentes; que somos hoy lo que éramos en 1878; pero sepa al mismo tiempo que no rebajamos nuestra condición adulando a un pueblo incrédulo para arrancarle sus ahorros; que pedimos nuestro sustento al trabajo; que vivimos con la satisfacción del deber cumplido, pudiendo decir con orgullo: a nadie tememos; a nadie debemos; a nadie adulamos.
Si de nuevo llegase la hora del sacrificio, tal vez no podríamos estrechar la mano de usted en la manigua de Cuba; seguramente porque entonces continuará usted dando lecciones de patriotismo en la emigración, a la sombra de la bandera americana.
De usted, S. S. Q. B. S. M.
Enrique Collazo.
Firman, por estar conformes:
José Ma. T. Aguirre, Francisco Aguirre, Manuel Rodríguez.
Mi opinión:
Cada vez mas, me maravillo de la historia de Cuba, con España había más libertad que con la Independencia, por ejemplo, José Martí, después de haber estado preso por revolucionario, ser deportado a la Península y estudiar en Madrid. España crea una amnistía y los revolucionarios pueden regresar a Cuba. Después de viajar por los países que quiso, regresa a la Habana y ejerce su profesión de abogado y más tarde es representante por el Partido Liberal, y tiene un asiento en el Congreso de los Diputados por Puerto Principe, o por Cuba, etc. Yo no entiendo nada, siempre me dijeron que España fue mala con Cuba, y con la independencia los cubanos exiliados no pueden regresar a la isla y ejercer su profesión y aspirar a un puesto político. La Independencia es una Falacia y no ha resuelto nada en ningún país de Latinoamérica. Todos son un desastre!
Cada vez me convenzo más de que la guerra llevada a cabo por Jose Martí, fue innecesaria y trajo mucha sangre, y destrucción a toda Cuba. La Tea Incendiaria de Máximo Gómez fue un acto genocida, La quema de fincas, de ganados, de ferrocarriles, de ingenios azucareros, de pueblos por ejemplo llevados a cabo por Calixto Garcia en Gibara y otros lugares fue un crimen de lesa Humanidad. Fue un enfrentamiento entre primos que nunca debió ocurrir, ahí nos creamos una Karma Negativo de grupo que aún estamos pagando. Basta de revoluciones y la de Jose Martí, quien fue un gran desconocido dentro de Cuba, hasta época de la República que se dió a conocer como el Mesías, el Jesucristo cubano, desde mi punto de vista, fue un error. A Martí lo necesitábamos vivo, participando del gobierno y cambiando lo malo, llevando la educación por los campos de Cuba y enseñando, pero siempre dentro de la paz y la cordialidad. Los historiadores nos han mentido muchísimo, La verdad tiene que salir a la luz. Somos un pueblo engañado y manipulado. J.R.M.