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Todo lo que somos es siempre la continuidad de algo, según la ley que interrelaciona la Causa y Efecto. Nada es gratuito. La causa de los desastrosos efectos de la Cuba actual, habría que buscarla en ese acto precipitado, irresponsable y, por ende, violento y abortado del nacimiento de la República. ¿Qué es lo que se ha alcanzado? Pues eso, una lamentable caricatura republicana, que de no ser por los cuantiosos traumas y tragedias que ha ocasionado, invitaría a la risa. La independencia de Cuba podía haberse alcanzado sin tanta sangría y arrebatos. Algo parecido a lo conseguido por Canadá, con una primera fase de autogobierno que, poco tiempo después, derivó en la independencia total del imperio británico.
El Autonomismo cubano apostó por esa vía. ¿Por qué? Porque eran verdaderos patriotas, cultos, pero sobretodo responsables, gente preparada que hicieron todo lo posible para que Cuba no se convirtiera en otra república bananera latinoamérica, con sus caudillismos eternos y ese largo etcéteras de calamidades y frustraciones que hacen a una nación infeliz, envilecida, desarraigada y sin ninguna perspectiva de futuro. El Autonomismo no era solamente la más sensata, sino también la opción mayoritaria de los cubanos que, tras la fracasada Guerra de los Diez Años, comprendieron muy bien que una independencia a ultranza acabaría por encerrar a la Patria en esa suerte de manicomio infernal en la que hoy se encuentra.
En 1895, en Cuba no había un escenario estricto de guerra. La situación tanto económica como política en la Isla no difería mucho de otras regiones peninsulares. No se vivía en Andalucía, Galicia o Canarias mejor ni peor que en Cuba, aunque la afluencia de españoles para establecerse aquí seguía siendo imparable, lo cual habla por sí solo del clima boyante y seguro que se respiraba en la Isla. Las insistentes demandas de los autonomistas habían logrado arrancarle al gobierno imperial una serie de reformas en la que se podía vislumbrar una escalonada progresión hacia la soberanía. De ahí la conclusión que la guerra de 1895 no se puede justificar de “necesaria”, habida cuenta que ni contaba con el apoyo de la mayoría ciudadanía, ni poseía un proyecto viable para gestionar al país toda vez lograda la independencia, y, lo que es peor, condujo al país a una cuasi anexión por su vecino del Norte.
Todo lo que somos es siempre la continuidad de algo, según la ley que interrelaciona la Causa y Efecto. Nada es gratuito. La causa de los desastrosos efectos de la Cuba actual, habría que buscarla en ese acto precipitado, irresponsable y, por ende, violento y abortado del nacimiento de la República. ¿Qué es lo que se ha alcanzado? Pues eso, una lamentable caricatura republicana, que de no ser por los cuantiosos traumas y tragedias que ha ocasionado, invitaría a la risa. La independencia de Cuba podía haberse alcanzado sin tanta sangría y arrebatos. Algo parecido a lo conseguido por Canadá, con una primera fase de autogobierno que, poco tiempo después, derivó en la independencia total del imperio británico.
El Autonomismo cubano apostó por esa vía. ¿Por qué? Porque eran verdaderos patriotas, cultos, pero sobretodo responsables, gente preparada que hicieron todo lo posible para que Cuba no se convirtiera en otra república bananera latinoamérica, con sus caudillismos eternos y ese largo etcéteras de calamidades y frustraciones que hacen a una nación infeliz, envilecida, desarraigada y sin ninguna perspectiva de futuro. El Autonomismo no era solamente la más sensata, sino también la opción mayoritaria de los cubanos que, tras la fracasada Guerra de los Diez Años, comprendieron muy bien que una independencia a ultranza acabaría por encerrar a la Patria en esa suerte de manicomio infernal en la que hoy se encuentra.
En 1895, en Cuba no había un escenario estricto de guerra. La situación tanto económica como política en la Isla no difería mucho de otras regiones peninsulares. No se vivía en Andalucía, Galicia o Canarias mejor ni peor que en Cuba, aunque la afluencia de españoles para establecerse aquí seguía siendo imparable, lo cual habla por sí solo del clima boyante y seguro que se respiraba en la Isla. Las insistentes demandas de los autonomistas habían logrado arrancarle al gobierno imperial una serie de reformas en la que se podía vislumbrar una escalonada progresión hacia la soberanía. De ahí la conclusión que la guerra de 1895 no se puede justificar de “necesaria”, habida cuenta que ni contaba con el apoyo de la mayoría ciudadanía, ni poseía un proyecto viable para gestionar al país toda vez lograda la independencia, y, lo que es peor, condujo al país a una cuasi anexión por su vecino del Norte.