Foto de Internet. Cerro de Cabra, Pinar del Río, Cuba. Una colaboración de Anónimo
El Teide, memoria canaria en Cuba
Prensa Latina
Por Adalys Pilar Mireles*
Pinar del Río, Cuba (PL) Un velo de nostalgia custodia a la cima del Cerro de Cabras, adorado desde antaño por los habitantes de esta ciudad cubana, donde prevalece la herencia espiritual de los inmigrantes canarios.
Visible desde diversos sitios de la urbe, la montaña fue motivo de veneración de los isleños que llegaron a esta región en centurias pasadas.
Su cumbre, desnuda por el efecto de sucesivos incendios y las tonalidades grisáceas de las laderas, avivaron la añoranza de los hijos de España, quienes lo asociaron con El Teide, volcán de Tenerife, declarado en 2007 Patrimonio de la Humanidad.
La cúspide de fuego reinaba en la memoria de mujeres y hombres que cruzaron el océano Atlántico en busca de mejor fortuna.
Para rendirle tributo sobraron similitudes y ofrendas, quizás la más original de ellas fue la construcción aquí de una suerte de mirador o balcón florido desde donde se podía apreciar el Cerro de Cabras, de unos 400 metros de altura.
Revelan historiadores que fue el coronel español Domingo Verdugo, Teniente Gobernador Municipal, quien creó el Jardín que regalaba una hermosa panorámica de la colina pinareña.
De esa manera reverenciaba también a su esposa, la ilustre escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, una de las voces más auténticas del romanticismo hispano.
LA PEREGRINA
Fue en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, donde nació Gertrudis, el 23 de marzo de 1814. Lectora incansable desde pequeña, vivió en Cuba hasta 1836 cuando en compañía de su familia partió hacia España.
El ambiente cultural de Sevilla estimuló su espíritu creativo. En 1839 publica los primeros versos en periódicos y revistas de aquella ciudad bajo el pseudónimo de La Peregrina.
Un año después viaja a Madrid, donde inició una etapa de fecunda actividad literaria.
Escribió poesía, novela, teatro y sobresalió en los tres géneros al incorporar a las letras españolas el contexto caribeño en un tono melancólico y nostálgico, sentido en Europa como exótico, afirman estudiosos.
Su poesía se centra en el tema del amor desdichado, mientras que en la escena intentó fundir la tragedia clásica con el drama romántico, con máximo exponente en Baltasar, pieza teatral calificada por la crítica como su mejor obra.
Luego de conquistar aplausos y corazones, regresó a la isla en 1859 junto a su segundo esposo, el coronel Domingo Verdugo, designado más tarde Teniente Gobernador Municipal de Pinar del Río.
El matrimonio que vivió aquí en 1863, obsequió a los lugareños animadas tertulias, incentivadas por La Avellaneda, comentó a Prensa Latina el investigador Gerardo Ortega.
Pero el infortunio rondaba a la escritora, pues ese mismo año murió su amado en esta localidad, víctima, quizás, de una antigua herida. En busca de consuelo La Peregrina retornó entonces a su tierra natal, tras décadas de ausencia.
Transcurrido más de un siglo, junto a las anécdotas sobre la breve estancia de Gertrudis en Pinar, perdura el recuerdo del Jardín del Teide, fuente de suspiros por la añoranza del volcán de Islas Canarias.
Blasón de esta ciudad, el Cerro de Cabras continúa erguido a pesar de la voracidad de las llamas que lo persiguen desde tiempos inmemoriales.
Los rayos causaron la extinción de parte de su floresta, mientras que la abundancia de hierro le confiere una apariencia lúgubre a sus pendientes.
Aunque el mirador a donde acudían los antiguos habitantes de esta demarcación desapareció, los lugareños saludan con veneración el pico desierto de la montaña, que devino remembranza de La Peregrina y del monte tinerfeño.
*Corresponsal de Prensa Latina en la provincia de Pinar del Río.
El Teide, memoria canaria en Cuba
Prensa Latina
Por Adalys Pilar Mireles*
Pinar del Río, Cuba (PL) Un velo de nostalgia custodia a la cima del Cerro de Cabras, adorado desde antaño por los habitantes de esta ciudad cubana, donde prevalece la herencia espiritual de los inmigrantes canarios.
Visible desde diversos sitios de la urbe, la montaña fue motivo de veneración de los isleños que llegaron a esta región en centurias pasadas.
Su cumbre, desnuda por el efecto de sucesivos incendios y las tonalidades grisáceas de las laderas, avivaron la añoranza de los hijos de España, quienes lo asociaron con El Teide, volcán de Tenerife, declarado en 2007 Patrimonio de la Humanidad.
La cúspide de fuego reinaba en la memoria de mujeres y hombres que cruzaron el océano Atlántico en busca de mejor fortuna.
Para rendirle tributo sobraron similitudes y ofrendas, quizás la más original de ellas fue la construcción aquí de una suerte de mirador o balcón florido desde donde se podía apreciar el Cerro de Cabras, de unos 400 metros de altura.
Revelan historiadores que fue el coronel español Domingo Verdugo, Teniente Gobernador Municipal, quien creó el Jardín que regalaba una hermosa panorámica de la colina pinareña.
De esa manera reverenciaba también a su esposa, la ilustre escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, una de las voces más auténticas del romanticismo hispano.
LA PEREGRINA
Fue en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, donde nació Gertrudis, el 23 de marzo de 1814. Lectora incansable desde pequeña, vivió en Cuba hasta 1836 cuando en compañía de su familia partió hacia España.
El ambiente cultural de Sevilla estimuló su espíritu creativo. En 1839 publica los primeros versos en periódicos y revistas de aquella ciudad bajo el pseudónimo de La Peregrina.
Un año después viaja a Madrid, donde inició una etapa de fecunda actividad literaria.
Escribió poesía, novela, teatro y sobresalió en los tres géneros al incorporar a las letras españolas el contexto caribeño en un tono melancólico y nostálgico, sentido en Europa como exótico, afirman estudiosos.
Su poesía se centra en el tema del amor desdichado, mientras que en la escena intentó fundir la tragedia clásica con el drama romántico, con máximo exponente en Baltasar, pieza teatral calificada por la crítica como su mejor obra.
Luego de conquistar aplausos y corazones, regresó a la isla en 1859 junto a su segundo esposo, el coronel Domingo Verdugo, designado más tarde Teniente Gobernador Municipal de Pinar del Río.
El matrimonio que vivió aquí en 1863, obsequió a los lugareños animadas tertulias, incentivadas por La Avellaneda, comentó a Prensa Latina el investigador Gerardo Ortega.
Pero el infortunio rondaba a la escritora, pues ese mismo año murió su amado en esta localidad, víctima, quizás, de una antigua herida. En busca de consuelo La Peregrina retornó entonces a su tierra natal, tras décadas de ausencia.
Transcurrido más de un siglo, junto a las anécdotas sobre la breve estancia de Gertrudis en Pinar, perdura el recuerdo del Jardín del Teide, fuente de suspiros por la añoranza del volcán de Islas Canarias.
Blasón de esta ciudad, el Cerro de Cabras continúa erguido a pesar de la voracidad de las llamas que lo persiguen desde tiempos inmemoriales.
Los rayos causaron la extinción de parte de su floresta, mientras que la abundancia de hierro le confiere una apariencia lúgubre a sus pendientes.
Aunque el mirador a donde acudían los antiguos habitantes de esta demarcación desapareció, los lugareños saludan con veneración el pico desierto de la montaña, que devino remembranza de La Peregrina y del monte tinerfeño.
*Corresponsal de Prensa Latina en la provincia de Pinar del Río.
Foto de Internet del Teide, Canarias.