Pasear por la 'Pequeña Habana' de Miami cualquier día de la semana resulta embriagador. El corazón de la 'calle ocho' huele a tabaco y suena a fichas de dominó. La placita irradia sabiduría octogenaria y unas miradas que lo han visto todo, no pierden detalle de los turistas que deambulan por sus calles para fotografiar la autenticidad cubana.
El último viernes de cada mes, sigue oliendo a tabaco, pero ahora lo que suena por cada esquina son pequeñas bandas de jazz latino, que colorean un barrio que de por si ya es pictórico. Las galerías abren sus puertas de par en par, los puestos de artesanos se agolpan a los lados, las tabaquerías se llenan de gente y el vino empieza a menear las caderas más tímidas. Cae la temprana noche de noviembre sobre la 'Pequeña Habana' y los 'Viernes Culturales', otro mes más, se encargan de acercar el arte a todos los públicos.
En mayo se cumplirán diez años de esta iniciativa nacida con el afán de desarrollar un barrio que, desde 1960, ha sido cuna de la población cubana que iba llegando a Miami. “La idea comenzó a gestarse en los años ochenta, queríamos que esta zona tuviera identidad propia, desde su arquitectura hasta la tipografía de los letreros. Fue así como comenzamos un proyecto basándonos en otras ciudades como el 'Chinatown' de San Francisco o el barrio francés de Nueva Orleans, explica a ELMUNDO.es/américa José Casanova; arquitecto y uno de los ideólogos de lo que, a día de hoy, es la 'Pequeña Habana'.
“La música, la comida y el tabaco son parte de nuestra cultura y un producto a ofrecer a los visitantes. Le dimos vida al barrio con portales en las casas, placitas pequeñas y con los 'outdoor cafés' (terrazas), un concepto tan nuevo que aún no se había legislado". Un artículo del 'Miami Herald' terminó de iluminar los proyectos de José. Leyó que se estaba produciendo un éxodo de artistas que dejaban Miami Beach para instalarse en la “Pequeña Habana”, donde los estudios eran más económicos.
17 galerías en cuatro cuadras
A partir de ese momento todo fue llegando: se abrieron galerías, hasta llegar a las 17 que hay hoy; la música fluía sinuosa, las terrazas se encargaron de dar sabor a los turistas, y, lo más importante, “se generaba dinero”. Así que todos contentos; incluso los políticos, que veían el reflejo de tanto movimiento en el cobro de los impuestos.
La guinda al pastel fue la inauguración, hace diez años, del “Tower”, un teatro donde las artes escénicas y proyecciones cinematográficas se compaginan a la perfección. El proyecto terminó de ensamblarse con una cena en “Casa Panza” donde los 'Viernes Culturales' dejaron el mundo de las ideas para pasar a la práctica.
'Si alguien quiere tocar o colocar un puesto, nosotros les proporcionamos lo necesario para que desarrollen su actividad'.
El evento es visitado por 70.000 personas al año y Cristina Urdaneta es la asistente ejecutiva. Tan sólo tiene 21 primaveras y es el nexo entre la junta organizadora y los músicos y artistas. “Aquí todo el mundo tiene cabida. Si alguien quiere tocar o colocar un puesto, nosotros les proporcionamos lo necesario para que desarrollen su actividad”. Consigue que todo funcione gracias a su candidez y a la ayuda de Leo, último y “fundamental eslabón de la cadena organizativa”, comenta Cristina mientras lidia, carpeta en mano, con todos los pormenores que van surgiendo.
Afirma que la recesión se ha notado y que las ayudas se han reducido considerablemente “hemos pasado de recibir 75.000 dólares anuales (alrededor de 50.000 euros) a 8.000 (algo más de 5.000 euros)”. Aún así, el “trueque de favores” con asociaciones y organizaciones funciona a la perfección, ya que, de forma desinteresada, “ayudan a que cada mes los 'Viernes Culturales' sean una realidad”.
La bohemia de Miami
(Vendedor y amenizador P.Álvarez)
Los artesanos comienzan a colocar sus puestecitos en La 'Plaza del Dominó'. Elio Rodríguez y Manolo Cubas llevan en el mismo lugar desde los comienzos de esta iniciativa y tienen que pagar 100 dólares anuales (unos 67 euros) por su puesto. “Estamos retirados, es entretenido y ganamos un poquito de plata, así que perfecto”. Su pequeña obra se compone de mosaicos y motivos muy coloridos, donde la palabra Cuba está muy presente.
La policía toma posiciones para que la fiesta se desarrolle con normalidad. “Es necesario que hayan unos cuatro o cinco agentes, pero tiene que correr de nuestra cuenta ya que, esta noche, no trabajan para la ciudad”, comenta Cristina mientras firma los cheques que Leo entregará a los que esta noche se ocupan de la seguridad.
Hace frío en Miami, y las galerías y tabaquerías aglomeran más gente que los conciertos al aire libre. Marta Ismail es una artista que vende sus obras en un local de la 'calle 8'. Lleva tres años en este emplazamiento y, orgullosa, pregona que forjó su arte entre la España de finales de los sesenta y la Escuela de Bellas Artes de París, donde acuñó el surrealismo. “Me he tenido que amoldar, todos vienen buscando arte cubano que es lo que vende y eso es lo que ofrezco”, apunta mientras se balancea, descalza, en su mecedora.
Antonio Guerrero y Miguel Franco forman parte de un colectivo llamado 'Artistas Independientes' que se dedica a hacer arte temático, “el mes pasado realizamos una pintura sobre el 'Descubrimiento de América' conmemorando el día de La 'Hispanidad'”. La peculiaridad de su trabajo reside en combinar el lienzo con la danza. Esta vez, ambos artistas se desenvuelven en la azotea de un restaurante llamado 'Exquisito Restaurant'. Decenas de curiosos observan desde la calle como, en cuestión de minutos, hacen un enorme retrato de Celia Cruz, mientras la bailarina se deja seducir por el jazz que se expande desde la acera.
La 'Pequeña Habana' camina hacia un futuro donde la prioridad está en no “perder el carácter” de los 'Viernes Culturales'. Y es que el único miedo que existe en la bohemia de Miami es que se produzcan grandes inversiones donde los centros comerciales engullan a los pequeños comercios y hagan desaparecer la esencia de recogimiento y sencillez que tiene este barrio. Mientras tanto, las tabaquerías rebosan, el vino sigue tintando los labios y esos ritmos que no han dejado de sonar en horas, continúan pululando en el ambiente. El humo habanero no es capaz de nublar la carcajada cubana del exilio y los testigos de este ritual firman su presencia, bailando y brindando por que todos los días sean igual de culturales que el último viernes de cada mes.
Articulo del
Diario El Mundo.es(La foto donde se ve muchas personas en la calle, es en Carnaval Miami.)
(Cooperacion de Eon Fluxx)