España 1898
Biblioteca Nacional de España.
El parte del Comandante.
—El Comandante Sigsbee del acorazado Maine, telegrafía al departamento de la Marina dando cuenta dé la destrucción del buque en la siguiente forma:
El Maine—(dice—ha volado y ha sido destruido en el puerto de la Habana á las nueve y cuarenta de la noche. »Hay varios marineros heridos, y sin duda muchos más muertos v ahogados. »Los heridos y otros individuos de la tripulación, que lograron salvarse, están á bordo de un buque de guerra español y de un vapor de la línea Ward.
«Envíenme algunos transportes del faro de Cayo Hueso para conducir los tripulantes, y algunos objetos de la parte del barco que todavía no se ha sumergido.
»Ninguno de los tripulantes ha salvado más prendas que las del traje que tenía puesto.
•Respecto de la causa del desastre, debe la opinión pública suspender su juicio hasta que se trasmitan nuevos informes.
»Se cree que se han salvado todos los oficiales, Varios de éstos, entre ellos un representante del General Blanco, se encuentran ahora á mi lado y me manifiestan su simpatía.»
La prensa yanki.
- Nueva York 16.
—Los periódicos de la tarde expresan la opinión de que la catástrofe del Maine ha sido consecuencia de un accidente casual.
Sólo el Evening Journal considera inverosímil el desastre por consecuencia de un accidente.
El periódico Néw York Journal ofrece en su número de hoy un premio de 50.000 dólares á quien logre descubrir si la explosión del Maine no se debe á un accidente, sino a la obra de una mano criminal, y en tal caso, quiénes son los autores.
Los senadores yankis.
—Washington 16.
—La catástrofe del Maine ha sido discutida hoy en una reunión celebrada por los individuos de la Comisión de asuntos extranjeros del Senado.
La opinión general de los miembros de la Comisión es que el asunto es de los más serios y que puede acarrear graves complicaciones.
Mr. Cullon se expresó en los siguientes términos:
«No puedo comprender cómo la explosión ha podido causar el accidente. Creo que se acerca rápidamente el momento en que los Estados Unidos se verán obligados á obrar.»
Mr. Clart dijo:
«Es extraño que tales accidentes ocurran en momentos tan oportunos.»
A McKinley le llamó la atención el hecho de que el •Comandante del crucero sé reservara su opinión.
Gomo se ve, ya comenzaban á crear atmósfera en él sentido dé que la catástrofe era debida á los españoles.
Mr. Sigsbee alentabá esta creencia á fin de evitar las responsabilidades que como Comandante del barco le correspondieran por su descuido.
"
DÍA 17
.—La catástrofe del Maine»
—Según- el telegrama de Bjanpoli-:
Habana17.
—Gobernador • General á Ministro dé Ultramar: '
«Amplío telegrama de anoche. confirmada rapidez, •espontaneidad con que se acudió al auxilio del Maine.
Sin reparar grave peligro, acudió inmediatamente botes del Alfonso" XL a socorrer heridos y muertos: el General de Marina, los Gobernadores civil y militar, así como los Generales, Jefes y oficiales de todos los cuerpos, Secretario general, Ayudantes de campo, ambulancia, médicos de Sanidad Militar, bomberos, agentes de orden público. Alcalde y demás funcionarios, dando todos pruebas del mayor celo y abnegación.
Los heridos han sido conducidos á los hospitales del ejército y de la marina, y á las Casas de socorro.
Están atendidos con esmero, no descuidando medio, ni recurso alguno para aliviar la terrible catástrofe.
El Cónsul y los Oficiales del crucero se muestran profundamente agradecidos por nuestra solicitud.
Hasta ahora no puede determinarse la causa del siniestro, aunque parece indudable que la explosión partió del interior del buque.
La marina instruye diligencias. Mañana á las tres de la tarde se verificará el entierro
de los cadáveres recogidos hasta ahora, cuyo acto procuraré revista la mayor solemnidad y cordialidad posibles, corriendo todo á cargo del Ayuntamiento.
La población entera se manifiesta profundamente afectada por tan horrible desgracia.
El número de muertos asciende á 260, entre ellos dos Oficiales.
—Blanco.»
La catástrofe del «Maine».—Indignas invenciones.
—Cayo Hueso 17.
—«En el vapor de Cuba acaban de llegar muchos corresponsales de la prensa norteamericana, que vienen á telegrafiar á sus periódicos todas las infames mentiras fraguadas contra España.
Me consta que han dicho á sus periódicos que el siniestro del Maine no ha sido fortuito, sino provocado por los españoles de Cuba.
Contra tal infamia pugnan los hechos, la explicación de cómo ocurrió el siniestro y la actitud del Cónsul Lee ante el General Blanco y el Gobierno insular.
Dícese también
—aunque esto sólo podrá creerse cuando conste de un modo indudable
—que Mr. Sigsbee, Comandante del Maine, ha telegrafiado á su Gobierno d¡ciéndole que la catástrofe ha sido causada intencionadamente.
Aún se añade más: dícese que el Cónsul le ha dirigido á McKinley un telegrama de términos reticentes. No se explica esto después de haber ido á ver al General Blanco para darle gracias por la conducta de la tripulación del Alfonso XII y de todas las autoridades y vecinos de la Habana. Además, Lee declaró que su opinión respecto á la explosión era que se había producido por descuido en la limpieza de los torpedos.
Confírmase que el Comandante del Maine no estaba á bordo cuando aconteció la catástrofe. Hallase en el vapor Ciudad de Nueva York, donde se le festejaba espléndidamente y donde hubo copiosas libacioups.
Bueno es vivir prevenidos o para la infame campaña que empezará hoy.»
No puede darse mayor villanía que la de esos corresponsales; y la gente no comprendía la paciencia del Gobierno al no expulsarlos de Cuba.
Día 18.—La catástrofe del «Maine».
—Pésame de la Reina.
—«Washington 18.
—El representante de España en esta capital, Sr. Dabosc, ha estado hoy en la Casa Blanca para transmitir al Presidente de la República el más sincero y sentido pésame en nombre de la Reina Regente, con motivo de la catástrofe del Maine.
El Sr. McKinley rogó al Ministro español que en su nombre expresase á la Soberana española las gracias más expresivas y las manifestaciones de sincera simpatía.»
L a g r a t i t u d yanki.
—Hubo Consejo de Ministros, que comenzó á las seis de la tarde, dando cuenta el Sr. Sagasta de la visita del Ministro de los Estados Unidos, que había tenido su objeto darle gracias por las atenciones y muestras de simpatía del Gobierno español con motivo de la catástrofe ocurrida al crucero Maine en la bahía de la Habana, expresando al propio tiempo su gratitud respecto de otras muchas personas de carácter oficial y privado que se había unido á esas manifestaciones de simpatía internacional.
Como continuación de este asunto, el Ministro de Estado (dio cuenta de la entrevista que también él había celebrado con el Ministro de los Estados Unidos, y en la cual le había entregado la copia traducida del siguiente telegrama que le había sido transmitido por su Gobierno:
«18 Febrero.
—Excmo. Sr.:
—Muy señor mío:
He recibido en el día de hoy un despacho del Secretario de Estado americano, manifestándome que el Encargado de Negocios de España en Washington ha presentado un mensaje telegráfico de pésame del Gobierno de S. M. al de los Estados Unidos, y tengo orden de expresar inmediatamente á V. E. cuanto profundamente aprecian el Presidente, el Gobierno y el pueblo de los Estados Unidos este generoso tributo á la memoria de las numerosas víctimas de la destrucción del vapor de los Estados Unidos Maine, y sus expresiones de simpatía para con el pueblo americano.
«Confío en que V. E. me permitirá añadir la manifestación de mi propio agradecimiento por las numerosas y sentidas expresiones de simpatía que he recibido del Gobierno y de la nación española en esta ocasión dolorosa. Aprovecho, etc., etc.
—Stewart L. Tfoodford.»
Intenciones de los yankis.
—En tanto que esto ocurría en Madrid, de la Habana telegrafiaban lo siguiente:
«Esta mañana, el Comandante y dos Oficiales del Maine, con dos buzos, fueron al lugar del siniestro para reconocer el buque.
La guardia que en él presta nuestra marina opúsose al reconocimiento, manifestando que tenía órdenes terminantes para no permitirlo sin la intervención de buzos españoles.
Regresaron á tierra los tripulantes del Maine y comunicaron el suceso á su cónsul.
El general Lee ha reclamado, fundándose en que el barco pertenece á la marina norteamericana.
Visitó el Cónsul de los Estados Unidos al General Blanco y éste solucionó el conflicto resolviendo lo siguiente:
«Se prohibe á los buzos mandados por los periódicos norteamericanos practicar reconocimientos en el Maine. Sólo podrán hacerlo en el interior del casco los buzos que envíe el Gobierno americano, con la intervención de marinos y buzos españoles. Mr. Lee ha comunicado estas resoluciones al Gobierno de Washington, y espera la respuesta para proceder. También ha prohibido el General Blanco que los buzos oficiales del Gobierno americano reconozcan los alrededores del Maine.»
Las intenciones estaban vistas; pero más claras se demostraban en las Cámaras yankis y en el Senado después de votar un crédito de 200.000 duros para los gastos que ocasionase el rescatarlos cuerpos de las víctimas del siniestro y todo lo que se pudiera del Maine; al tratar de las causas de esta catástrofe, la emprende Mr. Masón contra España y dice:
«Una nación que hace las cosas que España en Cuba, es capaz de todo. A pesar de todas las promesas del nuevo Gobierno español, sigue predominando en Cuba el régimen del asesinato y de la muerte de millares de cubanos por el hambre,»
Para probar sus asertos, el Senador no da mayores pruebas que la lectura de unos cuantos recortes de periódicos filibusteros y yankis exaltados.
Acaba diciendo: «Debíamos sospechar todo lo peor de esos españoles, que no son más que traidores vulgares y granujas,»
Éstos insultos producen sensación en la Cámara, aun cuando ésta se halla acostumbrada á las palabras gruesas. Mr. Woleot defendió á los españoles, á medias, con estas palabras:
«La nación tiene confianza plena en que 'el Capitán Sigsbie, Comandante del Maine, no dice mas que la verdad.
Si. hay circunstancias en las cuales debemos abstenernos He insultar á una nación amiga, esas circunstancias son las presentes, en que España se ha portado noblemente, salvando y socorriendo á nuestros náufragos.»
Dia 9.
—El «Vizcaya» en Nueva York.
—Nueva York 18. {Via.áñá 19).—El crucero español Vizcaya fue visto por los vigías á las cuatro y quince de la tarde.
Poco después se cambiaron los saludos de costumbre, y el buque español entró en el puerto escoltado por remolcadores del Estado, que conducían á bordo considerable número de marinos.
A petición de las autoridades navales, las autoridades de policía han adoptado todas las medidas imaginables para impedir que corra peligro alguno el barco español.
La Legación española ha anunciado que la estancia de éste aquí será breve.
Día 20.—Preparativos militares de los yankis.
—Nueva York 80.—A pesar de que son muchas las personas sensatas que juzgan improcedente y perjudicial para los intereses de este país una guerra con España, se están haciendo preparativos militares por doquier, y el Gobierno se manifiesta resuelto á que los acontecimientos no le cojan desprevenido.
Han sido reforzados todos los fuertes de las costas del Atlántico.
Trescientos artilleros han sido enviados á Sandy- Houk á fin de aumentar las fuerzas de defensa que hay allí.
Los reservistas de la Armada han recibido orden para estar preparados para cualquier eventualidad.
Se están apresurando tan rápidamente como es posible los trabajos en varias obras de defensa, y especialmente en la estación de torpedos de New Port.
Las fábricas de algodón pólvora y de pólvora sin humo están también funcionando día y noche.
Se están preparando á toda prisa las fortificaciones de Charleston.
Se han comunicado instrucciones enérgicas para apresurar las reparaciones de los barcos que se hallan en los astilleros de Norfolk.
El Secretario de Marina ha exigido que los monitores Teiror y PurUan y los torpederos £oote y Winslow se hallen dispuestos para prestar servicio á mediados de la actual semana.
Se trabaja activamente para transformar el crucero de tercera clase Newark en crucero de segunda, Gracias las fortificaciones últimamente levantadas ó completadas, el fuerte Monroe es casi inexpugnable en la actualidad.
Se puede afirmar que la negativa de España á respetar la decisión del Gobierno norteamericano respecto de la información sobre la catástrofe del Maine es considerada entre los políticos de Washington como una manifestación de desconfianza que ha de conducir inmediatamente á las hostilidades.
Mr. McKinley entiende que no es ya ocasión para perder tiempo en disputar sobre reglamentos de puerto y otras cuestiones análogas.
En el departamento de la Guerra se dice que la actual actividad en los aprestos no tiene por objeto desorientar á la opinión, sino que es debida á la creencia general entre los altos funcionarios de que es inminente una grave crisis en las relaciones entre España y los Estados Unidos.»
La guerra se veía venir á pasos agigantados.