Ignacio y Amalia se casaron en agosto de 1868 y en noviembre él se incorporó a la guerra. Un recién casado en plena contienda debió ser un elemento particularmente desventurado y dramático. Entre los sobresaltos y fatigas de la campaña se veían ocasionalmente. Antes de un año tenían un hijo. José Martí evocaba aquellas escenas de amor: ³Acaso no hay romance más bello que el de aquel guerrero que volvía de sus glorias a descansar, en la casa de palmas, junto a su novia y su hijo².
Cuando la guerra se recrudeció, Amalia se exilió en Nueva York donde nació su segundo hijo, una niña que Ignacio no llegó a conocer. Amalia, que era una excelente soprano, vivió dando clases de piano y cantando en las iglesias.
Mientras tanto iba a nacer el mito del Bayardo, el capitán más valiente de Cuba.
Ignacio junto con su pariente Eduardo, estuvieron en la fundación del Comité Revolucionario de Camagüey, presidido por Salvador Cisneros Betancourt y con el mando militar de Manuel Quesada, general que había combatido con Benito Juárez en México. En ese Comité, Augusto Arango propuso un plan de negociación con el nuevo gobierno surgido de la Revolución de Septiembre. La España democrática surgida de la Gloriosa ofrecía un nuevo pacto a los cubanos: amnistia, libertad de prensa y convocatoria de elecciones para que la Isla enviara representantes a las próximas Cortes Constituyentes. La tradición conserva las duras e inflexibles palabras de Agramonte: ³Acaben de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan. Cuba no tiene más camino que conquistar su redención arrancándosela a España con la fuerza de las armas². Poco después Arango, el negociador, fue asesinado. La intransigencia, el empecinamiento, la impaciencia, virtudes todas muy españolas, se enseñoreaban del bando cubano.
El 10 de abril de 1869 se inició en Guáimaro la Convención o Asamblea Constituyente de la República de Cuba, con representantes de Oriente (Céspedes), Camagüey (Cisneros y Agramonte) y representantes de las Villas y La Habana. Se proclamó la Constitución (redactada en pocas horas entre Agramonte y Antonio Zambrana) y se adoptó como bandera del nuevo país la que había enarbolado en su tentativa de 1850 Narciso López. La bandera de los anexionistas.
La Constitución se inclinaba decididamente por instaurar una fórmula republicana que establecía la separación de poderes con fuerte predominio del legislativo, lo cual hizo evidente la influencia de Agramonte y de Zambrana, los jóvenes de Puerto Príncipe con apenas 28 años, frente a las opiniones centralizadoras de Céspedes con 50 años de edad, que exigía un mando único para dirigir la guerra. Hubo leyes sobre el matrimonio civil, instrucción pública, administración descentralizada, libertad de comercio y sobre el Ejercito Libertador, disposiciones continuamente reformadas. Pero Agramonte, el abogado, apenas si permaneció unas pocas semanas como legislador, su ímpetu revolucionario le conducía a la primera línea como soldado.
La presencia de la Asamblea convirtió la zona centro en escenario de las operaciones militares, el célebre creciente de Valmaseda que culminó con la toma de Bayamo por parte de los españoles. El 10 de diciembre de 1869, Jordán y Agramonte lograban detener en Minas de San Juan al General Puello que con más de 1.500 hombres no pudo romper las defensas manbises.
Las contradicciones entre las ideas de Céspedes y de Agramonte están bien documentadas 2.
El 13 de enero de 1871, cuando la situación de la insurrección era más grave, Agramonte fue nombrado general en jefe del ejercito de Cuba Libre en Camagüey (Mayor). Se esforzó en dotar a las tropas de verdadera disciplina militar y eficacia. Agramonte cortó el flujo de deserciones disponiendo y haciendo ejecutar la pena de muerte para todo el que intentara pasarse a los españoles. Si leemos las fuentes españolas encontramos que una de sus primeras acciones fue el asalto a la torre óptica de Colón con trescientos hombres. La torre estaba defendida por un alférez con veinticinco soldados que tras durísimo combate murieron todos. Si leemos las fuentes cubanas encontraremos datos completamente opuestos, como la batalla por el puente de Tomás Pio, donde 150 camagüeyanos mal armados derrotaron a mil soldados españoles bien equipados.
Pero la acción más célebre y galante, que dio verdadera fama a Agramonte entre cubanos y que fue muy admirada por los propios españoles, fue el Rescate, en octubre del mismo año, de su segundo, el coronel Sanguily, prisionero y custodiado por 120 soldados españoles. Agramonte con sólo 35 jinetes ordenó una carga de caballería al machete y logró liberarlo. La tradición nos ha dejado la arenga de Agramonte: ³Corneta, toque usted a degüello².
El 18 de abril de 1873, el nuevo capitán general nombrado por la Republica Española Cándido Pieltain a la cabeza de un ejercito de 54.000 hombres (si bien más de un tercio enfermaron nada más llegar a la Isla) y con otros 57.000 hombres entre voluntarios y milicianos cubanos, se dispuso a lanzar otra ofensiva final para terminar con la insurrección. La ofensiva en Camagüey fue detenida por Agramonte en una acción donde murió el coronel de la Guardia Civil Leonardo Abril y la columna española se retiró abandonando armas y caballos. Fue la mayor victoria de Agramonte y la última.
El 17 de mayo, la columna al mando del coronel Rodríguez León encontró a Agramonte en Jimaguayú y le dió muerte. Tenía 32 años. Según el estudio de sus restos que hicieron los españoles cuando rescataron su cadáver vestido con una camisa blanca, se encontró la bandera norteamericana bordada sobre el pecho. Agramonte nunca ocultó su anexionismo 3.
En la biografía que le dedicó su nieto Eugenio Betancout (que naturalmente no le conoció) se transcribe el comentario de uno de sus compañeros de armas: ³al morir tenía la apariencia militar pefecta². Las finas y elegantes facciones de joven abogado se habían convertido en el rostro de la ferocidad. Su bigote delgado se había transformado en un formidable y aguerrido mostacho enmarcado por terribles patillas. Su mirada melancólica debía tener ya la frialdad de los que conviven, sin pestañear, con la muerte y la crueldad de la guerra.
La creación del mito del bayardo era inevitable, una figura semejante sólo podía quedarse para siempre en el corazón y la imaginación de los cubanos. Encarna el arquetipo perfecto del revolucionario tal como lo describió Saint-Just : ³Un hombre revolucionario es inflexible. Pero es sensato, es frugal, es sencillo sin hacer ostentación del lujo de la falsa modestia; es enemigo irreconciliable de toda mentira, de toda indulgencia, de toda afectación² 4. La retórica revolucionaria, que presenta la revolución como una epopeya y a sus actores como héroes con altura de miras y capacidad de sacrificio, ha hecho memorables a estos hombres inflexibles y violentos.
Mito y memoria son dos elementos inseparables que el historiador no tiene por qué destruir, pero si tiene que tratar de explicar.
Podemos encontrar en el exilio cubano numerosos artículos 6 denunciando la falaz y manipuladora utilización que sigue haciendo el régimen castrista de los mitos nacionales cubanos. Insisten todos en que si hoy Agramonte levantara la cabeza se quedaría horrorizado de la realidad actual de Cuba. Con la palabra viva de Agramonte, con su Discurso de 1866, contra la centralización y a favor de las libertades individuales, el régimen castrista debería enrojecer de vergüenza antes de mencionar su nombre. Pero hay que preguntarse por qué la dictadura castrista conecta tan bien con estos mitos revolucionarios del siglo XIX... Y es que, la revolución basa siempre su legitimidad en la fuerza, en la violencia y estos mitos exaltan la violencia y la agresividad en grado máximo. Dan cuenta de una cultura que aún no ha encontrado una vía de respeto a la ley y de reconocimiento de la palabra como única arma política legítima. A principios del siglo XXI Cuba sigue dominada por una dicatadura militar. ¿No ha llegado ya acaso el momento de dejar de admirar a todos estos héroes de la violencia?
Bibliografía
Agramonte. El Bayardo de la Revolución Cubana. Carlos Márquez Sterling (1899) Introducción de Ignacio Rasco. Miami, Fla. Editorial Cubana, 1995.
Ignacio Agramonte y Loynaz, (23/12/1841, 11/5/ 1873). Fermín Peraza y Sarausa La Habana . Departamento de Cultura, 1943 Colección: Publicaciones de la Biblioteca Municipal de la Habana.
Atlas biográfico Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz. Elaborado por la Empresa Occidental de Geodesia y Cartografía. La Habana: Instituto Cubano de Geodesia y Cartografía, 1989
11 de mayo 1873-1973: Centenario. Museo de la Ciudad de La Habana, Palacio de los Capitanes Generales La Habana: Orbe, 1976.2
1 Cuadernos de Cultura, serie 5 nº 5. Dirección de Cultura, Ministerio de Educación, La Habana 1942.
2 Antonio Zambrana, habanero, en su obra La cuestión cubana, censura la dictadura militar de Céspedes y ensalza por contra la figura de Agramonte. Enrique Collazo, santiagueño, en su obra Desde Yara hasta el Zanjon, subestima los aspectos políticos y se muestra partidario de la dictadura miliart de Céspedes.
3 Moreno Fraguinals. El anexionismo. En Cien años de Historia de Cuba. Editorial Vebum. Madrid 2000
4 Saint-Just. Rapport sur la police générale. En Saint Just Oeuvres Choisies. Paris 1968.
5 José Martí . ³La Patria². 10 de abril 1892. Nueva York
6 Frank de Verona. ³Ignacio Agramonte y Loynaz² en www.camagueyanos.com. Benito Alonso y Artigas. ³Agramonte y la libertad en Cuba². En El Nuevo Herald. 8/6/2001. Manuel Vázquez Portal. ³Otra vez Jimaguayú² en www.cubanet.com. Ignacio Agramonte y Loynaz (1841-1873) ³El bayardo de Cuba² - José Luis Prieto Benavent
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