Gabriel Cardelo Rega.
Mi bisabuelo Gabriel Cardelo Rega, nació en un pueblo de montaña de la provincia de Granada (España) llamado Jérez del Marquesado, en la misma sierra Nevada. Hijo único de un matrimonio contraído por Alonso Cardelo y Alejandra Rega una muchacha originaria de un pueblo vecino llamado Lanteira. Fue desde un principio, un niño risueño y alegre, que curtió rápidamente su carácter, sintiendo en sus carnes el rigor del trabajo en el campo de la alta montaña, compaginado con la dureza del trabajo en las grandes minas de Alquife, el mayor centro productor y exportador de hierro en España durante los siglos XIX y XX, que daban trabajo a toda la comarca. Ya de joven, mi bisabuelo, no tuvo la oportunidad de estudiar, ya que los orígenes humildes de la familia, y la necesidad de ayudar a su padre (Mi tatarabuelo) para traer dinero a casa, le obligó a trabajar desde niño, lo que no impidió, que y gracias a su madre, aprendiera a leer y escribir por las noches, y a practicar, su mayor afición, la lectura, hasta que caía rendido de cansancio en la cama. Su libro preferido era el Quijote de Cervantes, y conservaba una vieja y roída edición que leía y releía sin cesar. Gracias a eso, nació en él una gran inquietud y afición hacia la aventura, lo que en muchos momentos se convertía en un problema, ya que siempre andaba en la mina o en el campo, con su atención puesta en sus propias fantasías, y en las que, probablemente, se imaginaba así mismo participando en múltiples aventuras, sin poder imaginarse por un momento que un día formaría parte de una, donde sería el principal protagonista.
Durante los años que dió el paso de la juventud a la madurez, mi bisabuelo se vió inmerso en numerosos “problemillas” de orden público, ya que aun siendo jóven, le gustaban mucho las mujeres y se vió envuelto en una práctica muy común en los pueblos de alta montaña, que eran beber en la taberna, rondar a las mozas y pelearse. Mi familia era conocida en el pueblo y en la comarca con el sobre nombre (En España se dice mote) de “los sicilianos”. Mi tatarabuelo y mi bisabuelo eran de nacimiento y de padres españoles, pero como nuestros antepasados eran de origen siciliano, venidos de Catania, allá por el siglo XVI, eso servía muchas veces a otros para intentar faltarles al respeto y poner en duda su sentimiento español así que puedo imaginar a mi bisabuelo utilizando los puños para poner las cosas en su sitio. Y como a la gente dura de las montañas y las minas, no les gustaba rehuir una pelea, pues ya se lo puede uno imaginar, cada dos por tres muchos de ellos acababan durmiendo la borrachera en las mazmorras de la casa consistorial (Ayuntamiento).
Fue durante uno de esos encierros “involuntarios” donde conoció a la que sería su futura esposa (Mi bisabuela) Doña Transito Aguilera Molina, que había ido a buscar y a sacar a su hermano de otra celda. Con el tiempo mi bisabuelo comenzó a templar su carácter, y empezó a verse con mi bisabuela (a escondidas). Durante el tiempo en el que se conocieron, mi bisabuelo le leía capítulos del Quijote y ella le confeccionaba a escondidas calcetines y unos guantes de lana para el campo. Fue entonces y en unos meses, cuando mis bisabuelos se enamoraron y se prometieron amor eterno. Pero un suceso vino a cambiar, por el momento los planes de futuro matrimonio de mis bisabuelos.
En 1895 el “Grito de Baire” hacia resonar los tambores de guerra en la española isla de Cuba. Los Estado Unidenses en su afán por ampliar su imperio a costa de otras naciones (Incluso amigas, como España), apoyaron a los insurgentes españoles de cuba que querían tener el poder de la isla. Mi bisabuelo, sin decírselo a sus padres ni a su prometida y sin esperar a que lo movilizaran, se presentó voluntario para defender Cuba. Después del drama familiar, al enterarse de que mi bisabuelo marchaba a la guerra, y al cabo de unas semanas, embarco en un buque de guerra y marcho para Cuba.
Al poco tiempo y no después de unas semanas en la isla, enfermó por disentería y estuvo en un hospital de campaña. Una vez recuperado, volvió al servicio, y fue herido de un machetazo en una pierna al ser su unidad atacada en una emboscada en una zona selvática por el territorio de Camagüey. En esa escaramuza consiguieron hacer huir a los insurrectos que dejaron en el campo numerosos muertos y heridos. La unidad de mi bisabuelo sufrió diez o quince bajas entre muertos y heridos, entre estos últimos estaba mi bisabuelo. Después de lo ocurrido, fue enviado con otros heridos a recuperarse a la Habana. Por lo visto allí vivió algunas aventuras que no nos contó ya que fue arrestado varias veces. Al tiempo volvió a la selva y fue cuando se le acabó su suerte. Por lo visto formaba parte de una patrulla de exploración de ocho soldados y un oficial, cuando fueron sorprendidos por numerosa tropa Yankee y de insurrectos que les atacaron. Ellos huyeron por la selva pero al final fueron cazados y del destacamento, solo pudieron atrapar con vida a mi bisabuelo y al oficial que mandaba la pequeña tropa. El resto o murió o pudo escapar pero eso mi bisabuelo nunca lo supo.
Una vez hechos prisioneros por los Estado Unidenses, estos se quedaron con el oficial y a él lo entregaron a los independentistas, junto con otros prisioneros (numerosos civiles y varios soldados de la península y de Cuba) que tenían detenidos en un campamento. Se los llevaron caminando en una marcha infernal que duró varios días y durante la cual murieron de agotamiento o fueron asesinados por sus guardianes numerosos españoles. Llegaron a un lugar en la selva y los encerraron en una especie de campo de concentración, donde sufrieron todo tipo de salvajes torturas y vejaciones, alimentándoles diariamente solo con un chusco de pan duro y agua durante semanas. Después de cuatro intentos frustrados de fuga y sufriendo el consiguiente castigo de la incomunicación, los maltratos, el hambre y un fusilamiento que a última hora evitó la visita de un oficial Yankee (No querían parecer unos asesinos a ojos de sus aliados) y harto de esa situación mi bisabuelo decidió fugarse definitivamente con seis compañeros más. Esta vez lo consiguieron ¡y en pleno ocaso, pero aún con luz de día! Mi bisabuelo se dio cuenta que con el cambio de guardia, en una zona justo detrás de unos barracones donde dormían parte de los guardias de seguridad, quedaba un punto muerto durante unos minutos por donde podía escapar, el único pero tremendo problema es que era un espacio ocupado por unas plantas del tipo cactus, llenas de enormes espinos que servían de cercado natural. Era imposible pasar por allí sin quedar atrapado entre sus espinos. Pero la desesperación era tal y el ingenio y el deseo de libertad tan grande, que mi bisabuelo, arriesgando su vida, (No sé cómo) le había robado un gran machete a un vigilante y lo tenía escondido para la ocasión. Así que en un momento dado huyeron, dando rápidos y desesperados machetazos, abriendo un estrecho hueco entre la planta de espinos, y gracias a la ayuda de varios de los compañeros que no quisieron o no pudieron huir que comenzaron a gritar quejándose de sus condiciones de vida, haciendo mucho ruido para facilitarles la huida. Unos cuantos consiguieron escapar y huyeron en dirección a la costa, sin comida y sin armas. Su punto de destino estaba en lo que hoy en día se llama Playa de Santa Lucia.
Durante el trayecto, caminando descalzos y semi desnudos por la selva, se encontraron con un grupo de nueve o diez independentistas armados hasta los dientes que llevaban dos mujeres jóvenes maniatadas. Viendo que no había otra salida decidieron enfrentarse a ellos “sin armas”, solo con piedras y algunos palos que habían conseguido encontrar. Según contó mi bisabuelo, todo fue muy “rápido y violento” los insurrectos no se lo esperaban y ellos actuaban con odio y afán de supervivencia. En la refriega consiguieron arrebatarles las armas. Allí murieron dos de los compañeros de mi bisabuelo, quedando todos los demás heridos, pero liquidando a los insurrectos. Las pobres mujeres murieron asesinadas al principio de la lucha, pero una de ellas ya agonizando, pudo contarles lo que les había pasado. Hacía cuatro días que venían caminando por la selva. Los insurgentes venían de destruir un ingenio azucarero, asesinando a todos los que vivían y trabajaban en él, incluyendo a los niños. Se Llevaron como rehenes a las dos mujeres a la que habían violado en repetidas ocasiones y pretendían utilizar como esclavas sexuales, hasta que se cansaran y luego asesinarlas, según le confirmo a ella misma el jefe que comandaba la tropa.
A los pocos minutos la pobre muchacha murió en brazos de mi bisabuelo. Escondieron a toda prisa todos los cadáveres entre la selva, recogieron la ropa, calzado y armas de los muertos y siguieron huyendo hacia la costa. Ya solo quedaban cinco. Allí y después de varios días eludiendo patrullas, consiguieron robar un bote con un poco de agua y se hicieron a la mar sin rumbo, sin saber hacia dónde ir, con la esperanza de que los encontraran o morir en el intento. A los pocos días, con un sol abrasador, los labios rotos, sin agua, sin comida, casi muertos, después de una noche larga y silenciosa, mi bisabuelo despertó y comprobó que dos de sus compañeros estaban muertos. Uno estaba acurrucado en posición fetal y el otro estaba tumbado, tieso, y uno de sus brazos que había caído por la borda del bote al mar, no estaba, solo había un muñón desgarrado posiblemente por la mordedura de un tiburón. No les quedó más remedio que tirar por la borda los cuerpos. No recordaba mi bisabuelo cuánto tiempo más pasó pero fueron encontrados por un buque de guerra español y lograron sobrevivir. De allí lo llevaron a un buque hospital y luego fue repatriado a España. Seguidamente lo licenciaron del servicio (La guerra había terminado).
Con el tiempo, volvió al trabajo de la mina y el campo y se casó con mi bisabuela. Tuvieron siete hijos Juan (Mi abuelo), José, Manuel, Mariano, Alonso, Adela y Dolores. Murió en 1936 al comienzo de la guerra Civil española de un cólico nefrítico en sus montañas, en su pueblo Jerez del Marquesado. Mi bisabuela, Doña tránsito, murió en Barcelona (España) el uno de Diciembre de 1975 ¡Murió con 107 años! , un poco después de recibir en Barcelona un homenaje por ser la abuela con más años de la región.
Yo tuve el privilegio, siendo niño, de conocerla y oír esta historia de sus propios labios, aunque debo reconocer que mi querido abuelo y mi madre, continuaron todos estos años recordando y manteniendo viva, esta increíble historia. Mi bisabuelo recordaba y contaba esta y otras historias de América, con mucha lucidez y las contó a sus hijos (entre ellos mi abuelo) y luego a sus nietos, sobre todo a mi madre que era la mayor de todos. Y mi abuelo y mi madre me lo contaron a mí y yo se lo he contado a mis hijos y ahora a vosotros.
Por cierto y solo a modo información, mi abuelo, Juan Cardelo (El hijo del valiente Gabriel Cardelo), siguió con la “pequeña tradición familiar aventurera”, y se alisto como voluntario antes de la guerra civil española, en el escuadrón de lanceros de la legión española, sirviendo en África. Cuando estalló la guerra civil, paso como conductor a la península, fue ascendido a cabo y lo destinaron como conductor y guarda espaldas personal del entonces comandante D. Antonio Castejón (Mi abuelo era un fornido rubio de ojos azules que destacaba por su fuerza y por su mirada penetrante), y con él sirvió en los frentes de guerra de, Peñarroya, Antequera, Extremadura (Participando en la toma de Monterrubio y los veintidós pueblos de Extremadura). Tuvo que salir de urgencia hacia la batalla del Ebro, con la 102 división del Coronel D. Antonio Castejón, poniendo el cuartel general en Batea. De allí salieron de urgencia porque se rompió el frente de Castuera, y una vez solucionado se trasladó a Cabeza del Buey.
Allí permaneció con la 11 bandera de la legión y el tabor de regulares. De ahí salió de regreso a Córdoba para preparar la ofensiva por el puerto Calatraveño por donde pasaron a Villanueva de Córdoba, el día 28/03/1939 de donde salieron el dio 29 para Cardeña y allí mismo en Cardeña oyeron el parte que decía que la guerra había terminado. A los dos meses fue ascendido por méritos de guerra a Sargento.
Bueno José esta historia de mi abuelo durante la guerra civil, es muy interesante también, pero es otra historia.
Otro día te escribiré la historia de mis antepasados en el fuerte de San Agustín de la Florida, su relación con los primeros negros libres del fuerte Mose y la relación de la capitanía de Cuba con el mantenimiento militar, las rutas de navegación el aporte de soldados y avituallamientos con el territorio español de Florida, la historia de su bandera (La actual de la florida sin el escudo) y todo lo que necesites.
Tu amigo.
José María Cardelo.
(Foto de la derecha, al fondo se ve la casa donde vivió mi bisabuelo, frente a ese Callejón llamado Triste.)
(Foto de la derecha, al fondo se ve la casa donde vivió mi bisabuelo, frente a ese Callejón llamado Triste.)
Foto Jérez del Marquesado
Mi opinión:
Aquí vemos una clara muestra de los lazos históricos que tenemos los peninsulares ibéricos y los isleños cubanos. En esa época mi familia todavía andaba por la Península y Canarias, en este caso fue al revés, de Cuba regresó a la Península. No hay dudas de que somos un solo país separados por una invasión extranjera. J.R.M.