( Foto de Internet )
Por: ALINE HELO
Universidad de Texas en Austin.
Continuación
También, Martí solamente se enfoca en el intercambio entre él y Maceo y comenta muy poco sobre el papel que Gómez desempeñó en el encuentro. Entre las anotaciones positivas, Martí relata que la población alrededor de La Mejorana quedó deleitada al ver a él y a Gómez y los admiraban. No obstante, inmediatamente introduce a Maceo como triunfante y un poco vanaglorioso: «con un caballo dorado, en traje de holanda gris: ya tiene plata la silla, airosa y con estrellas» 19• Al principio, «Maceo y Gómez hablan bajo, cerca de mi». Poco después, ellos le llaman: «que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno: una junta de los generales con mando, por sus representantes,—y una Secretaría General:— la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como secretaria del ejército» 20, Maceo, entonces, apoyaba la concentración de todos los poderes en el ejército durante la guerra; posición que contradecía la de Martí quien creía necesario aun en esta etapa un gobierno civil independiente del ejército.
Fueron aun cuarto para continuar hablando, pero, según Martí, no pudo hacer cambiar de opinión a Maceo: «pero y se queda conmigo o se va con Gómez?», preguntó Maceo, quien continuó interrumpiendo a Martí, «como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo, y su representante». En otras palabras, Maceo vió en la propuesta de Martí una causa tangible de una repetición del fracaso de la Guerra de los Diez Años, en la cual las rivalidades internas del gobierno civil y sus preponderancias sobre la jefatura del ejército desempeñaron un papel principal. Martí inmediatamente agrega: «Lo veo herido —«lo quiero—me dice—menos de lo que lo que lo quería»por su (la de Maceo] reducción a Flor [Crombet] en el encargo de la expedición, y gasto de sus dineros».
A este punto Martí relata que él sugirió continuar su debate con Maceo ante los delegados que iban a elegir el gobierno. Pero la discusión pasó al tema del modo de selección de los delegados. Maceo no aceptó que cada jefe de operación mandara un representante de su propia fuerza. En vez de eso, afirmó que él mismo mandaría a los cuatro representantes de Oriente: «dentro de 15 días estarán con Vds. —y serán gentes que no me las pueda enredar allá el doctor Martí» 22• En la mesa, servida abundantemente con gallina y lechón, volvieron al tema. «Me hiere, y me repugna», escribió Martí, «comprendo que he de sacudir el cargo, con que se me intenta marear, de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar. Mantengo rudo: el Ejército, libre, —y el país, como país y con toda su dignidad representado. Muestro mi descontento de semejante indiscreta y forzada conversación, a mesa abierta, en la prisa de Maceo por partir» 23
En efecto, sin resolver el conflicto, Maceo terminó el almuerzo abruptamente, diciendo que «ha de andar seis horas. Allí, cerca, están sus fuerzas: pero no nos lleva a verlas: las fuerzas reunidas de Oriente». En lugar de eso, Maceo mandó a Martí y a Gómez «con la escolta mohína» a pasar la noche «a otro rancho fangoso, fuera de los campamentos, abierto a ataque …Y así, como echados, y con ideas tristes, dormimos»24.
Al siguiente día, no obstante, Mai-ti y Gómez encontraron accidentalmente una pequeña escuadra de rebeldes, y Maceo les invitó a revistar sus tropas. En una carta privada, Martí expresó su entusiasmo al ver a la caballería y a los tres mil soldados de Maceo25. El 12 de mayo, Martí escribió su última carta a un Maceo «lleno de triunfos y esperanza» a quien él admiró por ser capaz de mobilizar y organizar miles de hombres listos para pelear por Cuba en unas pocas semanas; hazaña que él y Gómez no lograron hacer en el area de Bayamo. Martí también insistió en la necesidad de divulgar rápidamente la revolución a toda la isla antes de que el ejército español pudiese reaccionar26. En el día antes de su muerte, en una carta inconclusa a un amigo, Martí discute de nuevo el tema del control civil versus el control militar durante la guerra, esta vez colocando énfasis en la autonomía del ejército: «La revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas que antes le opuso una Cámara sin sanción real, o la suspicacia de una juventud celosa de su republicanismo, o los celos, y temores de excesiva prominencia futura, de un caudillo puntilloso o previsor; pero quiere la revolución a la vez sucinta y respetable representación republicana... Pero en cuanto a formas (del gobierno de la república], caben muchas ideas».
Además agregó, proféticamente, «Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agraria mi oscuridad»27.
Como ya se había mencionado, Antonio Maceo solamente dejó cartas apartadas para reconstruir sus pensamientos sobre el encuentro en La Mejorana. En una carta a su esposa María Cabrales, escrita antes de su partida de Costa Rica, él explicó por qué no afrontó abiertamente a Crombet y opuso la decisión de Martí en cuanto a la dirección de la expedición a Cuba: «He pasado tantas amarguras, estoy pasando tantos disgustos y sinsabores, que tengo el alma llena de penas y tristezas, por los que tanta mezquindad abrigan en su corazón, disfrazados casi siempre con pulimento de bondad. Cómo engañan los hombres pocos leales a sus amigos! También contigo quiero guardar silencio; no deseo que sufras con la horrible tempestad que ha empezado a subirse en mi cabeza»
No obstante, cuando desembarcó en Cuba, Maceo asumió el comando del ejército en Oriente. Con el general Martínez Campos, el español astuto que consiguió que el gobierno civil cubano aceptara el Pacto de Zanjón en 1877, de nuevo en el puesto como el capitán general de Cuba, Maceo inmediatamente proclamó una orden de sentenciar a la pena de muerte a cualquiera que entrase en negociación con España29. Maceo informó a Gómez de este decreto cuando Martí y él desembarcaron; algunos meses después, Maceo escribió que los dos aprobaron pero no sin «unas restricciones que me hacen sospechar algún disgusto de su parte; pero no me hablaron del mando que había asumido [en Oriente]» 30• En otra carta a su esposa, Maceo relató brevemente que para el 30 de abril «Tengo seis mil hombres bien armados y con mucho parque, mucho territorio dominado, mucha gente en sus propias casas, manejados civilmente. El 15 [de mayo] tendré doce mil hombres armados y conquistado mucho territorio» No hizo mención alguna del encuentro en La Mejorana, y sólo mencionó a Martí en una breve carta que mandó el 31 de mayo a Bartolomé Masó, un veterano de la Guerra de los Diez Años y un hacendado rico de origen catalán, en la cual expresó la urgencia de que los dos se encontraran después de «la lamentable muerte de José Martí» ~
Solamente en julio de 1895 Maceo alude a La Mejorana, en otra carta mandada a Masó la cual incluía la orden de Gómez de que ambos dejaran Oriente, Maceo para lanzar la invasión a occidente con los mejores jefes, y a Masó para ir a la provincia de Camagüey. Maceo se preocupó que como resultado «la dirección nacional del país» quedaría «acéfala» y Oriente sin líderes principales, lo que daría «lugar al desaliento general» y al «desenvolvimiento del bandidaje» y beneficiaría a España. Agregó: «Si bien es verdad que a la llegada del general Gómez y Martí, creí un lujo prematuro la formación del Gobierno, también lo es el que lo creo hoy de imperiosa necesidad como prestigio y conveniencia de la revolución ya desenvuelta; hecho que pide toda la gente de [Oriente]»33
Solamente con un gobierno constituido podría la Junta en Nueva York argumentar a favor del reconocimiento de la beligerancia según la definición de las leyes internacionales. También, la revolución progresaba rápidamente y encontraba poca resistencia de España, y Maceo no veía evidencia de discordias similares a las de los años 1870 sino «unidad de pensamiento y de miras» entre los líderes en Cuba, lo cual le hizo creer que la victoria estaba cerca. Pero el gobierno, para ser viable, requería de «jefes aptos y buenos» para dirigir al ejército en los territorios ya liberados. Maceo esperaba que el gobierno que iba a ser formado por los delegados de la Asamblea de Camagüey fuese «ligero», dirigido por un militar, Masó, y compuesto por sólo tres ministros—los de guerra, de interior, y de relaciones 36•
Recientemente, el historiador Luis Toledo Sande ha citado esta carta de Maceo para concluir su examen de La Mejorana con un final feliz: tres meses después del encuentro, Maceo hubiese reconocido la rectitud de la posición de Martí, lo cual comprobaba la unidad de los puntos de vista de ambos hombres para la posteridad. No obstante, tal análisis no señala que justo antes de su muerte, Martí aparentemente le había concedido a Maceo que durante la guerra el ejército debería ser fuerte e independiente de un gobierno civil ~.
También ignora que el apoyo que Maceo dio para la formación de un gobierno civil no sobrevivió la elección de la Asamblea: de septiembre 1895 hasta su muerte Maceo abogó de nuevo por la supremacía del ejército durante la guerra. Además, la tésis de Toledo subestima el hecho de que, desde principios de la década de 1880, los dos líderes ya discordaban en cuanto al control civil versus el control militar durante la guerra.
Sin duda. Martí y Maceo se respetaban, pero su relación nunca había sido fácil. Enrique Collazo, al escribir en 1900, reparó que la «enemistad de [Maceo] con Martí era antigua»,y que había empeorado por la decisión de Martí de encomendar la expedición de Costa Rica a Crombet. «Si Maceo admitía sin esfuerzo a Gómez como jefe superior,no sucedía lo mismo con respecto a Martí. Además, para con Maceo, Gómez era complaciente;
Martí por el contrario, era celoso de su autoridad». Toledo, al escribir casi un siglo después, especula que la perspectiva ambivalente de Maceo hacia Martí emerge tan temprano como 1879. Ya que la participación de Martí en la organización política de la Guerra Chiquita fue activa, Maceo lo pudo haber asociado con la decisión de Calixto García, motivada por consideraciones raciales, de impedirle que encabezara las operaciones en Oriente40, Aunque esta tésis no está documentada, existe evidencia de que Martí tendía a percibir a Maceo como el jefe militar de los negros y mulatos que favorecían la independencia, en lugar de verle como a uno de los líderes principales de la nación entera. Las cartas que Martí le escribió simultáneamente a Gómez y a Maceo en julio de 1882, son indicativas de este matiz. Martí las escribió para convencerles de la validez de su plan revolucionario. Al dirigirse a Gómez, Martí halló necesario empezar por introducirse y por demostrar su profundo aprecio por el general, para después explicar su programa político y militar41. Al dirigirse a Maceo, Martí escribió una carta más corta, dirigida al «soldado más bravo [y] cubano más tenaz» sin el cual una nueva revolución no era posible, dada «la especial y prominente manera a que le dan derecho sus merecimientos». El no se introdujo («Flor Crombet se lo dirá») y dijo repetidamente que no tenía tiempo para detallar su plan. En vez de eso, él escribió:
«No tengo tiempo de decirle, General, como a mis ojos no está el problema cubano en la solución politica, sino en la social, y como ésta no puede lograrse sino con aquel amor y perdón mútuos [sic] de una y otra raza, y aquella prudencia siempre digna y siempre generosa de que sé que su altivo y noble corazón está animado. Para mi es un criminal el que promueva en Cuba odios, o se aproveche de los que existen, Y otro criminal él que pretenda sofocar las aspiraciones legítimas a la vida de una raza buena y prudente que ha sido ya bastante desgraciada».
(Continuará)
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