(Foto de Internet. Colaboración de Alberto Abarquero Zorrilla)
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Los mejores hospitales solo están al alcance de los extranjeros y de la élite política, según los despachos desde La Habana.
FRANCISCO PEREGIL - Madrid - 31/01/2011
En Cuba, a diferencia de Estados Unidos y muchos países, la sanidad es gratuita y universal desde hace más de medio siglo. En su documental Sicko, de 2007, el cineasta Michael Moore elogiaba la asistencia médica cubana en contraste con la de Estados Unidos. Sin embargo, en un informe confidencial de 2008 titulado "Aquí nada es fácil" la legación estadounidense en la isla describía un paisaje desolador de la sanidad.
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El cable mencionaba también la película de Moore. "El médico cubano [nombre protegido] señaló que las autoridades han prohibido Sickoporque lo tachan de subversivo. Aunque la película trata de desacreditar la sanidad en EE UU subrayando las excelencias del sistema cubano, él dijo que el régimen sabe que la película es un mito y no quiere arriesgarse a una reacción violenta de la gente cuando los cubanos vean unas instalaciones que no están disponibles para la inmensa mayoría de ellos". El despacho señala que algunos de los empleados de la legación cubana que vieron la película se molestaron tanto por la descarada distorsión del sistema de salud en Cuba, que "se fueron de la sala".
Cuando el diario The Guardian se hizo eco de este cablegrama filtrado por Wikileaks el pasado diciembre, Michael Moore aclaró en su blog que la película se había estrenado en los cines de la isla y emitido por televisión el 25 de abril de 2008.
El informe recogía declaraciones obtenidas de decenas de cubanos y también inspecciones en hospitales de La Habana efectuadas por la doctora de la legación. Una de las cuestiones más llamativas es la que hace referencia al tratamiento, que según los diplomáticos de EE UU, reciben los enfermos de sida. "Los pacientes seropositivos tienen la letra SIDA estampada en sus documentos de identidad. Ni qué decir tiene que en un país donde se debe enseñar el carné desde para comprar la ración mensual de comida hasta para comprar un billete de tren, la persona queda estigmatizada de por vida. No hay confidencialidad entre el paciente y el doctor y la discriminación es muy fuerte". El redactor del despacho aclaraba que los funcionarios de la Organización Panamericana de Salud indicaban que el sello de la palabra sida en los carnés solía ser la práctica habitual, pero que últimamente ya no lo era. Este extremo, los funcionarios estadounidenses no pudieron corroborarlo.
El telegrama indicaba que a algunos enfermos se les había trasladado a lo que se conoce como la 'Prisión de pacientes con SIDA de San José' para someterlos a tratamientos antivirales. "No está claro para ellos por qué los han puesto en estas instalaciones como cárceles, pero ellos creen que los discriminan por ser homosexuales. El periodo medio que pasan en este lugar es entre 18 y 24 meses", indicaba el despacho. Aunque el Gobierno afirmaba que existía una red de organizaciones para facilitar apoyo social a los seropositivos, las fuentes de la legación aseguraban que no había ni una sola organización que los defendiera. "Como están 'marcados' con el virus HIV positivo, muchos no pueden estudiar en la universidad y son pocos los que pueden aspirar a un trabajo retribuido".
El grado de excelencia en el tratamiento del cáncer deja mucho que desear, según el despacho. "Muchos jóvenes pacientes de cáncer han resultado infectados con el virus de la hepatitis C después de sus operaciones. Eso indica una carencia en el proceso de examinar la sangre antes de realizar las transfusiones (...). Los pacientes son generalmente informados sobre el tipo de cáncer que padecen, pero poco acerca de la fase, del tamaño del tumor, de la metástasis o prognosis. Les pueden ofrecer cirugía después de la quimioterapia o radiaciones, pero no se les da la posibilidad de elegir sobre una aproximación más o menos agresiva, ni se les permite acceder a Internet para aprender más de sus enfermedades".
Las influencias y el enchufismo lastran el sistema sanitario cubano, según los diplomáticos estadounidenses. "Una mujer de unos treinta años nos confía: 'Aquí todo consiste en ver a quién conoces. Yo estoy bien porque tengo amigos en el sector médico. Pero si no tuviera enchufes, y la mayoría de los cubanos no lo tienen, sería horrible'. Nos cuenta que los cubanos están cada vez más insatisfechos con la asistencia médica. Además de la falta de suministros y medicinas, y a raíz de que muchos médicos hayan sido enviados al extranjero, los médicos de cabecera ahora atienden a unas 300 o 400 familias y están sobrepasados por el trabajo".
Las mejores instituciones médicas de Cuba, según el despacho, están reservadas para extranjeros "con buenas divisas, miembros de la élite gobernante y personal militar de alto rango". El informe incluye hasta seis centros médicos con el desglose del tipo de élite que suele frecuentarlos. Pero cuando se trata de procurarse una asistencia buena de verdad, los gobernantes que pueden permitírselo la buscan fuera de la isla, según el cable. "Fidel Castro, en Julio de 2006, trajo un doctor de España durante su crisis de salud. El vice ministro de salud, Abelardo Ramírez, fue a Francia para someterse a una operación de cirugía a causa de un cáncer en el aparato digestivo. El neurocirujano jefe del [Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas] CIMEQ, que es uno de los mejores hospitales de Cuba, fue a Inglaterra para someterse a una cirugía ocular y retorna de forma regular para que lo examinen".
El informe indicaba que muy pocos médicos podían acceder a Internet y muy pocas veces se les permite participar en conferencias internacionales. "El acceso a la literatura científica actualizada no está disponible. Algunos médicos nos han confiado: 'Todo lo que queremos es salir'. Están insatisfechos con sus salarios y su propia asistencia sanitaria. No reciben privilegios especiales. La mayoría de ellos no pueden acceder a la asistencia de los mejores hospitales para extranjeros, incluso si ellos trabajan allí".
La doctora de la legación visitó en octubre de 2007 el mayor centro médico de La Habana, el hospital Hermanos Ameijeiras, el mismo que aparece en Sicko. "Debido a la alta cantidad de extranjeros que son tratados y operados allí, la mayoría de los cubanos no tienen acceso a este centro. La única forma sería a través de algún familiar o enchufe que trabaje allí y un regalo de unos 21,6 dólares al administrador del hospital. Los cubanos están muy resentidos con el hecho de que el mejor hospital de La Habana esté fuera de su alcance".
La doctora visitó también el hospital Calixto García, donde suelen ir solo cubanos. "La doctora cree que si realmente Michael Moore deseaba la misma atención que los cubanos, entonces debería haber venido a aquí. La sala de emergencia con sus 22 camas recibe los mayores traumas y víctimas de accidentes de La Habana". Durante su visita, la doctora estadounidense quedó horrorizada por el estado de dejadez de las instalaciones y "la falta de todo (utensilios médicos, privacidad, asistencia de los doctores)". Describe un panorama de escáneres averiados, laboratorios rudimentarios, que le recuerda escenas de "algunos de los países más pobres del mundo". La doctora salió del centro acompañada por el cirujano jefe en un destartalado coche moscovita de 1981, "un privilegio en Cuba", que el médico heredó de su padre. El cirujano jefe "era un hombre delgado, con aspecto desaliñado, sin afeitar, con un cigarro entre los labios, llevaba un bata blanca de laboratorio hecha jirones, sin una camiseta debajo. Dijo que su salario era unos 565 pesos (aproximadamente 22 dólares) al mes".
Finalmente, la doctora visitó el hospital Salvador Allende, en el barrio del Cerro, una zona más pobre y más poblada que las anteriores. No vio ningún "medicamento real" o cuidado de enfermería durante su paseo "de casi una hora" por la mayor parte del edificio. "Mientras miraba a los pacientes no podía evitar pensar que en sus propias casas podrían estar mejor atendidos que allí. Tenían que traer sus propias bombillas si querían tener luces en sus habitaciones. Los interruptores y las perillas habían sido robados de la mayoría de las habitaciones. Había que conectar cables pelados para conseguir electricidad. No había aire acondicionado y pocos pacientes tenían ventiladores de suelo. Tenían que traer sus propias sábanas, toallas y comida suplementaria”.