Calle Maceo en la historia principeña
Por Mailet Padilla Paneca
Las dos primeras cuadras de la antigua calle San Pablo, comprendidas desde la Plaza de la Solidaridad, o del Gallo, hasta la otrora Plaza de Paula, quedarían segregadas de la misma y sus inmuebles dejarían de ser viviendas para convertirse en establecimientos comerciales. Surgió así la calle Maceo, o del Comercio, como se le conocía en el siglo XIX.
Al cese de la soberanía española, en enero de 1899, el Ayuntamiento acordó cambiar el nombre de la calle del Comercio por el de General Maceo. Simultáneamente, la Plaza de Paula recibió el nombre de Plaza de Maceo.
Durante la colonia hubo en esta calle camagüeyana numerosos establecimientos dedicados a la comercialización de productos diversos: tiendas de ropa, como Las Filipinas, Los Naranjos, El Vapor y La Sirena; La Sonrisa y El Baratillo de Molina, especializadas en quincallería y perfumería; joyerías, entre las que se recuerdan La Flecha de Oro y La Palma de Oro, así como la Juguetería Alemana y las relojerías de Leopoldo A. Prince y Aurelio Estrada.
También radica en la calle Maceo el Gran Hotel, donde se han hospedado figuras de la talla de Jascha Heifetz, el célebre violinista, y nuestro Poeta Nacional, Nicolás Guillén, por solo citar dos ejemplos.
Descubrir las calles del Camagüey impone siempre un reto a la imaginación y a la sapiencia. Encantadoras y místicas, no solo nos cuentan la historia del urbanismo principeño, sino que son vitales testigos en la identidad del Camagüey actual.
Crée usted de que Cuba estaría mejor como:
jueves, 4 de noviembre de 2010
Las festividades asturianas y las celebraciones del Ejército español en Cuba durante el período de las guerras independentistas (1868-1898). Por Ismael Sarmiento Ramirez
MILITARÍA, Revista de Cultura Militar 155N: 0214-5765 2060, 14. 209-244
Quiero aclarar que todos esos españoles, fueron los abuelos y bisabuelos de los cubanos, por lo tanto no son extranjeros. J.R.M.
Para todo grupo de inmigrantes las celebraciones y fiestas se vuelven un denominador común de los sentimientos patrios. Actos que contribuyen a que aflore la nostalgia y revivan los recuerdos más preciados de sus lugares de orígen. Se supone que desde los inicios mismos del período de colonización las fiestas españolas se imponen en Cuba. Las fiestas son las actividades que más destacan dentro del recreo de los españoles en Cuba, el quehacer de la vida cotidiana que más refleja la prensa periódica de la época y una constante en las descripciones epistolares de los inmigrantes españoles y de los viajeros extranjeros que transitan por la mayor de las Antillas.
Los cronistas describen algunos de estos momentos de goce, donde las fiestas amenizan el ocio de los conquistadores-colonizadores, destacando en ellas algunas de las particularidades regionales de la España de entonces k Un francés que visita La Reina de las Antillas en 1850, así lo manifiesta: «el año entero era un solo baile y la Isla una sola sala».
En la Cuba decimonónica, como sucede en las tradiciones españolas, las fiestas religiosas se celebran cuando corresponde, a razón de júbilo y en medio de alborozo popular, y dentro de estas conmemoraciones destacan los días luctuosos de Semana Santa con pleno acatamiento solemne.La inmensa mayoría de las festividades locales cubanas tienen su origen en las
conmemoraciones católicas. Ejemplos son las llamadas Fiestas Patronales o Fiestas Mayores, que se originan en la celebración del Santo Patrón, otorgado por las autoridades religiosas a casi toda la población, que luego devienen en las festividades tradicionales de la generalidad de los poblados cubanos. A estas fiestas, algunas particularmente concurridas, se les dedican uno o más días con la participación de gente de todas partes de la Isla y con el inconveniente de ser constantemente criticadas por los desórdenes que en ellas se cometen. Otras celebraciones que igualmente devienen en estas festividades son las de fechas conmemorativas muy difundidas en el ritual católico universal, como es el caso de las dedicadas a San Juan, que dan lugar a múltiples maneras de celebraciones en diversos lugares de la Isla, y con peculiaridades muy especificas. En Santiago de Cuba, el ejemplo más significativo, son los días en que reinan alegremente las máscaras o los antiguos mamarrachos. Primero, entre los días de San Juan (24-VI) y San Pedro (29-VI), y luego, al llegar el mes de julio, alcanzan su maxímo clímax entre los días de Santa Cristina, Santiago Apóstol y Santa Ana (24, 25 y 26), cuando se ven «en las calles músicos, tumbas [tambores], con la celebración de buen número de bailes de todos los colores y condi- ciones»4, para culminar con posterioridad en los celebrados carnavales santiagueros.
Existe constancia de fiestas patronales en Cuba y de otras que reviven las tradiciones populares de carácter regional español desde el siglo XViII t A partir de los años veinte del siglo XIX, y como resultado del ascenso económico se intensifica el número de asociaciones, dando origen a instituciones tan disímiles como las sociedades filarmónicas, liceos, círculos de artesanos y sociedades de socorros mutuos y de beneficencia, que se destinan fundamentalmente a los inmigrantes españoles. En La Habana, Santiago de Cuba y otras de las principales ciudades, florecen las sociedades filarmónicas, artísticas y literarias, destinadas a fomentar el amor a las artes, y particularmente a la música y el teatro, Las sociedades de ayuda mutua y de beneficencia proliferan a partir de la década del 50 y su reglamento logra ser autorizado por José Gutiérrez de la Concha, Gobernador y Capitán General de la Isla (1850-1852), el 20 de octubre de 1857. En el Archivo Nacional de Cuba se conservan once expedientes de estas solicitudes correspondientes al período 1860-1866, entre ellos los de diferentes barrios de la capital y de los poblados de Guanabacoa, Regla y San Antonio de los Baños.
Asimismo,en el Archivo Histórico Nacional de Madrid existe otro voluminoso expediente que recoge documentos para la creación en Matanzas de una sociedad de socorros mutuos, que se aprueba por Madrid en l868.
La primera institución privada de beneficencia con fines específicos es la Asociación de Beneficencia Catalana de La Habana, constituida el 5 de mayo de 1840, con sucursal en Matanzas a la que continúa la de Santiago de Cuba, organizada en 1848. Otra institución benéfica se crea en la capital en la década de 1860, con el nombre de La Protectora, cuyo objetivo es facilitar el retomo a la Península de los empleados civiles y militares y atender a sus asociados que estén en situación penosa, además de brindar ayuda a cesantes, reemplazados y jubilados.
A partir de estos años, con la proliferación de las primeras sociedades, las fiestas regionales, como tradiciones festivas propiamente dichas, se im - ponen en la mayor de las Antillas 12, y tienen su máximo esplendor a finales de los años 80 y principios de los 90, periodo de incremento del flujo migratorio y de plena campaña gubernamental para españolizar las principales ciudades de Cuba; lo que sucede en los «momentos en que el integrismo español pretende dar fe de vida y preconiza la permanente unión política de la Isla y la Península, ilusoria pretensión para estas fechas en las que se hace más evidente que «no en vano entre Cuba y España tiende inmenso sus olas el mar», como increpa proféticamente el poeta José María Here-
-dia. En esta época, el carnaval, al igual que sucede en el resto del mundo hispánico, continúa siendo la fiesta más relevante, la de mayor popularidad y los días de máxima animación y regocijo colectivo de todo el año, la festividad donde mejor se integran los diferentes factores humanos que componen la sociedad cubana y donde convergen las diversas tradiciones culturales existentes en la Isla.Los bailes, desfiles, disfraces, máscaras y las competiciones entre los grupos musicales, son las principales atracciones del carnaval cubano Con el surgimiento de los inmuebles que dan sede a las sociedades regionales se cumple en parte la función cultural e ideológica que el Gobierno español no quiere plasmar en edificios del Estado, los cuales casi nunca pasan de proyectos no realizados. Las actividades sociales de los españoles en Cuba se intensifican con las sociedades regionales y Las festividades alcanzan mayores dimensiones; casi siempre, las fiestas se organizan con el fin de recaudar ingresos para su funcionamiento.
El Casino Español de La Habana (CEH) Li, institución de pronunciada influencia política, es una de las más prestigiosas e influyentes de las sociedades hispánicas en Cuba. Fundado el 11 de junio de 1869 —ocho meses después de iniciada la Guerra de los Diez Años— cuenta entre sus primeros afiliados a potentados asturianos del comercio, la banca, la industria tabacalera y de otros negocios, que constituyen la sociedad más selecta de la época ‘El Centro Gallego de La Habana (CGH), creado el 23 de noviembre de 1879, e instalado oficialmente desde enero de 1880 en uno de los edificios levantados en las calles de Prado y Dragones, juega un papel fundamental en la consolidación de la identidad hispánica en Cuba, y es una de las instituciones que más destaca en las celebraciones regionales. También la Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana (ADCH), instituida en 1880 e integrada casi en su totalidad por españoles, con alta participación de asturianos, es una institución con principios preferentemente benéficos, que propicia entre sus socios variadas celebra- ciones festivas, amenizadas con música, danza y comida tradicionales españolas.
LA COMUNIDAD ASTURIANA Y LAS SOCIEDADES BENÉFICAS DURANTE EL PERÍODO DE LAS GUERRAS INDEPENDENTISTAS CUBANA
Coinciden las décadas finales del siglo xíx con la proliferación de socieda- des de beneficencia, y el máximo esplendor económico, político y social al- canzado por la comunidad asturiana en Cuba Desde 1885 y hasta 1895, unos 33.000 asturianos embarcaron rumbo a Cuba, y según criterios de El Correo de Asturias de La Habana 19, resefiados por F. Erice20 es «relativamente la más numerosa» y la más esparcida «por todas las poblaciones y campos de esta hermosa Cuba». En total, «podía haber 50.000 asturianos, con fuerte presencia en el comercio, la industria, las artes, el magisterio, la prensa o la magistratura».R. Elices Montes 21 ofrece un cálculo de un 40 por 100 de población asturiana asentada en Cuba, en relación con el total de peninsulares, además de resaltar el elevado nivel de integración y autodependencia que alcanzan en este periodo.
Dentro del fervor fundacional de las Sociedades Benéficas se crea en La Habana, el 8 de septiembre de 1877, la primera asociación de índole asturiana, bajo el nombre de Asociación Asturiana de Beneficencia de La Habana (AABH), dedicada al socorro de los hijos pobres de la región, para lo que hacen extensivas las celebraciones de festividades asturianas a varios rincones de la provincia habanera. A juzgar por los datos que ofrece el padre Agustino Fray Fabián Rodríguez García, y que reproduce R. Elices Montes, de 46.883 pesos recaudados en 1888, el 23 por lOO aproximado es de actividades culturales y recreativas: 4.592 por una función celebrada en el teatro de Tacón, .428 por rifas y 3.628 de corridas de toros 23 Referencia de una institución que, mientras dura la dominación colonial española, el número de socios no sobrepasa las 1.500 personas, y tiene años en que se reduce a algo más de la mitad. A la AABI-I le siguen fundaciones de similares Sociedades en Cárdenas, 1880; Cienfuegos, 1881; Matanzas, 1882; Camajuaní, 1885; Sancti Spíritus, 1886 y Viñales en 1887, más las de otras poblaciones de La Isla donde la presencia asturiana es relevante 24 En todas estas sociedades, ramificaciones de la
habanera, y con el mismo estilo de las restantes representaciones regionales españolas, las celebraciones y fiestas destacan por encima de las demás actividades, y con el dinero que se recauda pueden colaborar en el financiamiento de diversos proyectos sociales.
Con la aparición del Centro Asturiano de La Habana (CAH) comúnmente llamado Casa de Asturias, se intensifican estas festividades. El CAH es la asociación que aglutina al mayor número de asturianos con una dirección que logra un opulento realce durante más de medio siglo de existencia; no solo en el marco de la comunidad asturiana, donde las actividades programadas cumplen asequiblemente sus objetivos de beneficencia, instrucción y recreo, sino también en el conjunto de las restantes asociaciones de las comunidades españolas —siempre muy a la par del Centro Gallego de La Habana y con un renombre ganado, igualmente fuera de Cuba, que le vale para ser destacado dentro de su modalidad en América. Desde el momento que esta asociación sienta sus bases en los salones de la Coral Asturiana27 el 2 de mayo de 1886 28 y comienza a funcionar el 20 de julio de ese año, augura una próspera y consolidada institución de cara a reunir el mayor número de nativos de la colonia asturiana en Cuba. Cuando tiene lugar su creación esta comunidad se encuentra en plena hegemonía y goza de un poder económico que la hace acreedora de las mayores consideraciones en 1-a Isla y en otros paises. Analícese la presencia asturiana en los restantes sectores e instituciones políticas, sociales y económicas de la época y podrá comprenderse, en la rápida proliferación de sus miembros, la pronta consolidación de los objetivos trazados para mantener vigente la idea de españolización de la mayor de las Antillas.
Asimismo, digase afirmativamente que el CAH, por la alta influencia económica y política que goza la comunidad asturiana en Cuba, poco a poco se convierte en un reconocido núcleo social, insignia de la alta sociedad cubana del período que controla elevados recursos; si bien, un aspecto que lo caracteriza desde los inicios es la base popular de sus fundado- res. El sector obrero que le sustenta sigue manteniendo un cierto protagonis- mo en las aspiraciones de la institución y por esto se suscitan muy pocos incidentes de carácter visible entre los socios y la directiva.
Después de un año sin residencia oficial quiere la propiedad del edificio de la calle San Rafael, número 1 antiguo inmueble del Casino Español. Es la primera obra en construirse del Reparto contiguo a la Manzana de Gómez, y uno de los mejores locales de La Habana de entonces y de ahora. La compra incluye, además del inmueble, el teatro Albisu, edificio adosado al Casino Español, que luego cambia su nombre por el de teatro Campoamor. Cerca de tres años dura la remodelación, hasta que el 16 de diciembre de 1889 se inaugura como residencia social. El edificio, que lo integran dos casas en una, se compone de tres pisos, e incluye restaurante, salón de conferencias, café, salones para juegos, salón de baile, teatro, más otros locales para usos múltiples y oficinas que las fuentes consultadas no relacionan mil duros suma que en muy corto tiempo vuelve a recaudarse, gracias a las múltiples actividades que organiza la Junta y por las propias contribuciones de sus miembros, para luego ser reinvertidas en otras acciones, igualmente sociales, que dejan un cúmulo de beneficios a la sociedad cubana en general. Si al surgir el CAH los iniciadores de este proyecto son sólo 50. al fundar- se la institución el número de socios se eleva a 2.000, en 1887 a 2.915, de 1890 a 1891 a los 4.391, en 1893 están próximos a los 7.50O, y dc finales de 1894 se barajan cifras que superan en muy poco a las anteriores.
Socios que aumentan, tanto por el ingreso de nuevos asturianos —elevado en el período de entre guerras (1879-1894)——, como por los descendientes de inmigrantes que suman cantidades cuantiosas, y en su conjunto, ofrecen nuevos matices al complejo panorama étnico que se consolida en la sociedad cubana.
El periodo (1895-1898) le impone al CAH una considerable reducción en el número de socios. Desigualdades que en menor o mayor medida son frecuentes en lodo un ciclo de existencia; pero que no impiden se prosiga con las labores benéficas programadas. Las ínuestras constantes de patriotismo que exteriori— zan sus miembros la hacen partícipe de todos los pormenores que acontecen en la Cuba de fin de siglo. Contribuye el CAH en el recibimiento de los diferentes batallones de tropas que desembarcan por el puerto de La Habana, con mayor énfasis en los del Principado, y brinda cuantiosos recursos (esencialmente pecuniarios) que destinan a aliviar las constantes necesidades del soldado.
El notable aumento de sus asocíados se logra después de 1898, con la sepa- ractón de Cuba del dominio de España. El arraigado nacionalismo de los ibéricos y la decisión de no perder la nacionalidad española influye en el crecimiento de estas casas regionales y de los clubes locales que de ellas dependen. Esta actitud les priva de sus derechos civiles y como consecuencia se reducen todas las actividades públicas al recinto privado de las sociedades. Por sólo citar algunas cifras de los primeros años del siglo xx diremos que en 1900 el número de socios es de 8.710, en 1910 de 29.680 y en 1920 —segunda oleada de inmigrantes en importancia— la cifra asciende a 51.169 afiliado. Esta sociedad no escatima esfuerzos para ofrecer a sus socios los mejores servicios. Entre sus fines destacan el brindar instrucción, recreo y asistencia sanitaria, por lo que funda una escuela que ofrece instrucción a más de 500 hijos de asturianos, construye una competente clínica de salud que pronto bautiza con el nombre de Quinta Covadonga, e incide paralelamente en otros proyectos culturales que repercuten, no solo en provecho de sus miem- bros y en el fortalecimiento de las raíces hispánicas en Cuba, sino también en el enriquecimiento general de la cultura cubana, en la que logran insertarse.
DE LAS FIESTAS DE LA COVAIJONGA A LAS JIRAS DE LOS ASTURIANOS EN CUBA
Son las fiestas de la Covadonga las celebraciones más popularizadas y expandidas de la comunidad asturiana en Cuba. De las festividades propias de la región donde menos se pierde el carácter intrínsecamente asturiano y la manifestación que, en sus diferentes variantes, más ha pervivido dentro de las tradiciones culturales cubanas de origen asturiano.
Durante el período de las guerras independentistas cubanas, unido a la difusión de su expresión propiamente religiosa, afirman un marcado españolismo, que está muy vinculado a los intereses políticos de la Corona. La imagen de la Virgen de Covadonga preside los principales actos públicos de la comunidad asturiana en la Isla y su veneración es acción casi obligada en las diferentes asociaciones benéficas formadas por hijos de la región. En la esfera militar, el Principado aporta a la Guerra de Cuba el denominado Batallón de Cazadores de Covadonga, lográndose de este modo una mayor conciliación entre la manifestación religiosa y las aspiraciones patriótico-militares de los asturianos.
La AABA declara a la Virgen de Covadonga protectora de su entidad social y en el artículo quinto del Reglamento se marca una función religiosa anual en el día de su celebración. Desde 1884, existe una Sociedad de Festejos de jóvenes del comercio, nombrada La Covadonga, que organiza «fiestas de sala y campestres a usanza de la tierra nativa, y comienza a instruir a parejas de bailes regionales, contribuyendo a la vez «a unificar la familia asturiana aquí residente y a mantener el recuerdo de la tierra nativa»; y el CAl, además de bautizar su Quinta de Salud con el nombre de Covadonga, revitaliza sus fiestas, dándole un carácter puramente popular y de rápida inserción en las tradiciones culturales cubanas. Se ha dicho que el abogado Basilio Diaz del Valle es quien introduce la celebración de las fiestas de Covadonga en Cuba y que es autor de un himno en recordatorio de la región.
La provincia de Matanzas es de las regiones donde más prende el coya- donguismo en Cuba y en su capital es donde se celebra por primera vez la fiesta nacional de los asturianos en conmemoración a Nuestra Señora de Covadonga. La festividad tiene lugar los días 7 y 8 de septiembre de 1870, en el paseo y los alrededores del campo de Santa Cristina, barriada de Versalles, y participan, además de las comunidades asturianas de ésta y de otras ciudades adyacentes, las restantes representaciones regionales hispanas instaladas en la capital yumurina.
Esta romería asturiana tiene como principal razón la exaltación de los elementos de identidad de la nación española, en los momentos en que se pelea con éxito en el campo insurrecto, y cuenta con la asistencia de Antonio Caballero y Fernández de Rodas, Capitán General de la Isla (28-VI-1869-13-XII- 1870), y su familia; quien manifiesta —al decir de un periodista de la época que «Covadonga no es una gloria provincial, perteneciente a la nación, sim - boliza el triunfo de España, su regeneracion…» Durante el período de la Guerra de los Díez Años es tanta la muestra de asturianía y la exaltación patriótica de los residentes asturianos en esta ciudad, que uno de los principales organizadores del festejo de 1870 llega a proponer que la villa matancera cambie su nombre por el de Covadonga.
En los días de celebración de estas fiestas, se consideran válidas tanto las representaciones que se aproximan tanto a la plasmación de estampas religiosas regionales como las de carácter laico que reviven las tradiciones provin- ciales españolas, aún cuando no sean asturianas, lo que da mayor colorido al festejo. Destacan los bailes, músicas y canciones de las diferentes provincias españolas: los gallegos danzan al compás de la muñeira, acompañados de la gaita y el tamboril y comparten con los asturianos el baile de la giraldilla, hay jota aragonesa y seguidilla, y se distinguen los catalanes con la sardana y los lucidos hall de bastons.
Como describe E. Chavéz Álvarezen Las fiestas catalanas. Presencia hispánica en la cultura cubana:
La animación de estas fiestas estuvo fundamentalmentedada por la presencia de los catalanes en la misma, quienes, de paso para seguir su romería hasta las alturas de Simpson [evocaciónde la montaña de Montserrat], muy cerca de la ciudad, le imprimieron un carácter muy popular con sus trajes tradicionales y sus alegres y vistosos bailes y canciones.
Después de comer la escudella y realizados los brindis, con el estandarte del lema Amem, amen a Montserrat [Vamos,vayamos a Montserrat], los romeros catalanes se encaminaron hacia las alturas de Simpson en alegre y bulliciosa peregrinación, seguidos de los asturianos que portaban el estandarte de Covadonga y la música que dejaban escuchar los gaiteros. Este sería el inicio de una de las fiestas de origen hispano [las fiestas catalanas] que más fama y popularidad alcanzaría hasta bien entrado el siglo xx”.
Los programas de las fiestas de la Covadonga cuentan, además de los acostumbrados actos religiosos, con diferentes actividades lúdicas, cantos y bailes asturianos, comidas típicas regionales, más otras diversiones y ocupaciones que culminan ocasionando un excesivo gasto a la Sociedad patrocinadora. Es por estas pérdidas que se acuerda que las festividades regionales se celebren en períodos decenales, y que en Matanzas se vuelvan a organizar las fiestas de Covadonga a partir de los diez años de haberse celebrado la primera, en los días 7, 8 y 9 de septiembre. Con este calendario, a Matanzas le corresponde celebrar las fiestas de Covadonga los años 1880, 1890, y sucesivos, sólo que en ésta ciudad se celebra únicamente la fiesta de 1870. El año siguiente, el 8 de septiembre, los catalanes realizan la primera gran romería en celebración de su patrona: Nuestra Señora de Montserrat; y «si la romería del 8 de septiembre de 1870 —escribe E. Chávez Alvarez— marcó el inicio de las fiestas más populares de Matanzas, las efectuadas e] 8 de septiembre de 1871 serían las primeras cuya celebración determinaría la supremacía catalana dentro de la ciudad, y relegarían a un carácter de fiestas menores las de las restantes provincias españolas» ~.
Sin embargo, después de las reputadas celebraciones de 1870, se popularizan tanto las fiestas de Covadonga, que aunque no vuelven a efectuarse con la mísma resonancia del primer año, se mantienen por mucho tiempo en el recuerdo de los matanceros como gloria de una comunidad que comienza a ser representativa. En 1893, el colectivo asturiano ocupa el segundo lugar en numero de los inmigrantes españoles en Matanzas (14,6%), después de los canarios (36,5%) y delante de los gallegos (10,3%). En los pueblos próximos a Matanzas y en otros de la Isla, llegan a celebrarse casi anualmente las fiestas de Covadonga, alcanzando consideraciones propias que las distinguen de las restantes fiestas regionales. En Cárdenas, Cienfuegos, Caibarien, Guanajay, fundamentalmente, los programas cumplen con las mayores exigencias: «exposiciones de ganado, fuegos artificiales, cantos asturianos, sorteos de xatas y otras «meriendas y diversiones al estilo de nuestra provincia», se dice en El Carbay¿n‘1 También en Pinar del Río, San Cristóbal, Sagua la Grande y Holguín se registran por estos años fiestas de Covadonga, que no pasan inadvertidas en la prensa local de estas ciudades.
En la provincia de La Habana desde muy temprano comienzan las conmemoraciones de estas fiestas de Covadonga, con expansión a otras localidades de su radio de acción: San Antonio de los Baños, Santiago de las Vegas, Jaruco, Gúines y principalmente Bejucal; sin embargo, es en la Ciudad de La Habana donde la revitalización de estos festejos cobra el máximo esplendor, precisamente después de las sonadas fiestas matanceras. Por lo general, cada año —y no precisamente en el mes de septiembre— la ciudad se transforma en una amplia feria, cita obligada de los asturianos residentes en las restantes lo - calidades de la provincia, donde se mezclan, la religión, el patriotismo y el amor a las tradiciones, con la nostalgia del inmigrante por su tierra natal. Durante estas festividades se van a repetir las misas solemnes y las romerías, en las que hay rifas de xatas, comidas y bebidas asturianas, música de gaitas y tambores, bailes regionales, más otras manifestaciones locales cubanas y alguna que otra representación teatral con la inclusión de fragmentos musicales y de zarzuelas. La prensa de la época recoge detalles de estas festividades en el período que estudiamos, básicamente desde el año 1870 al 1894.
El CAH es organizador de algunas de estas fiestas, y la romería celebrada en enero de 1888 es una de las que más destaca. En esa oportunidad, además de las acostumbradas misas solemnes, ventas de productos asturianos y todas las restantes atracciones que suelen brindarse en estos festejos, se cuenta con un desfile de carrozas y elementos alegóricos, propagandísticos de la industria asturiana de entonces. Peculiaridades que en la prensa del período solo se distinguen en este año. Las principales calles de la ciudad son recorridas en los dos primeros días —describe un participante— por una procesión formada por el escuadrón de húsares, con el nuevo uniforme de gala; una gran carroza, representando los progresos de Asturias por medio de niños de ambos sexos con trajes adecuados y alegorías de la fábrica de cañones de Trubia, de las annas portátiles de La Vega, minas en explotación y otras industrias de nuestra provincia; una sección de mineros con las herramientas propias de sus trabajos; cabalgata representando antiguos guerreros; jóvenes de ambos sexos que componen las comparsas de bailes, vestidos de aldeanos; coro asturiano; Directiva del Centro; Comisiones de las demás asociaciones provinciales con sus estandartes…”.
También en la ciudad de Gibara se realizan estas celebraciones. Después del desembarco del Batallón de Voluntarios del Principado en 1896, los asturianos llegan a nombrarle la «Covadonga chiquita» y las fiestas de esta evocación terminan por imponerse en la pequeña comunidad holguinera, llegando a considerarse tradición cubana; pues ya de las tradicionales fiestas asturianas sólo llevan el nombre y la continuidad en la veneración a la Virgen de Covadonga. Las restantes manifestaciones, incluyendo las comidas y bebidas, son típicamente cubanas y de elaboración regional. En Gibara, como sucede en los restantes poblados y ciudades de Cuba donde se celebran fiestas regionales españolas, los romeros desfilan con sus famosas bandas militares a la cabeza, tocando aires adecuados a la festividad, y al terminar el recorrido, se entregan en pleno alborozo a los ritmos y músicas locales, bailando la danza cubana y el danzón.
No obstante, dentro de los núcleos comunitarios asturianos cualquier motivo es válido para que se organice una fiesta, hasta el punto de estimarse jolgorio callejero. No es preciso esperar el mes de septiembre para que lleguen las apreciadas celebraciones Covadonguistas. Las jiras son constantes, y bajo el principio de entera diversión transcurre, en la semana, de domingo a domingo, y durante todo el año, la vida de los obreros tabaqueros y de los dependientes del comercio, principalmente en las ciudades de La Habana y Matanzas. Por lo que estos y otros sectores de la colonia asturiana son criticados por los gastos excesivos en holgorios. J. López Alvarez reseña las escísíones de algunos clubes por estas críticas. Hay que ver que en estas celebraciones y fiestas —más que en cualquiera de las restantes actividades promovidas por las asociaciones regionales— el principio unificador de los sentimientos y el vivir constante de la añoranza del pasado, actúan como elementos de retroalimentación de la vida cotidiana del inmigrante. Los asturianos recién llegados se encuentran al margen de las fiestas con los nacidos en la Isla, y con los ya establecidos «unos oían noticias frescas de su tierra, otros conocían a paisanos que los podían ayudar a triunfar y la mayoría tenían estas celebraciones como un alivio y una liberación en medio de una jornada de trabajo excesivo y rutinario»
(Continúa Aquí)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)