(Continuación y final)
Universidad de Santiago de Compostela. Galicia
5. LA CENSURA Y LA DESINFORMACIÓN
Durante todo el conflicto cubano ejercer la verdadera profesión periodística se convirtió en todo un reto profesional que sólo algunas publicaciones y sus periodistas intentaban alcanzar a duras penas. La censura y el secuestro de publicaciones era normal en esta época y el gobierno argumentaba razones de estado para intervenir y censurar los diarios. Follas Novas publicaba en su primer número: "...desde hoy venimos a compartir los sinsabores que amargan de continuo la vida de los que nos dedicamos a la profesión periodística, haciendo extensivo el saludo a la prensa que ve la luz en nuestra Galicia".
Uno de los semanarios gallegos más perseguidos fue El Corsario. Editado en A Coruña se hizo muy popular en Cuba porque se manifestaba drásticamente contrario al colonialismo (español o yanqui) y contra la guerra. Las autoridades coloniales de la isla prohibieron en diversas ocasiones la difusión de esta publicación, procediendo al registro de la oficina de El Corsario en La Habana. En un artículo este diario se quejaba de la censura impuesta por las autoridades gubernamentales de A Coruña:
"Y nada menos que dos nos han caído en el último número. Los artículos primero y segundo han sido señalados con el lápiz rojo del fiscal. Claro; se conoce que al tachar el primero, se corrió un poco el lápiz, y adelante, que vaya el segundo también. ¡Qué más tiene! Donde cabe una caben dos, y los escribanos que escriban".
A pesar de los continuos acosos, estas publicaciones raramente cedían en su empeño y se mantenían fieles a sus idearios hasta el final. El Corsario afirmaba en el mismo número:
"Aún con mordazas protestaremos contra los déspotas; si no con la lengua, con la mirada, en nuestro fuero interno habrá siempre un grito de repulsivo desprecio para los malandrines farisaicos a quienes tiene que echar otro nuevo Mesías a latigazos del Templo".
Incluso algunos llegaron a desaparecer por la acción del gobierno. En la edición del 18-10-1896, La Tierra Gallega criticaba la varadura del crucero Princesa de Asturias, en un artículo titulado "Responsabilidad ministerial". El gobierno colonial multó al director. La multa fue protestada y se le impuso otra más grande. Curros Enríquez recurriría inútilmente al capitán general. Al final, el semanario dejaría de salir.
Después de la derrota española en Cavite (Filipinas) y Santiago la situación se hace insostenible. Se impone la censura total y se suspenden los derechos constitucionales. Sólo se admite información gubernamental. El Eco de Santiago titulaba "¡Silencio!" el editorial correspondiente a ese día:
"Se han suspendido las garantías constitucionales en todo el territorio de la Monarquía. Hay que callar, bueno (...) Nosotros no tenemos ganas de ir a la cárcel; por eso, callamos y ... callaremos (...) Ojalá que no haya; que no se hubiere presentado ya la causa que produzca el tremendo despertar que alguien temía".
Durante esta etapa de la guerra las informaciones sobre el frente de batalla son sesgadas. El "parte de guerra" publicado por el gobierno no satisface a muchos de las publicaciones gallegas que intentan elaborar sus informaciones desde diversas perspectivas y utilizando fuentes propias (corresponsales), fuentes oficiales (Ministerio de la Guerra u oficiales en el frente) o fuentes procedentes de otros periódicos tanto españoles (El Imparcial, El Heraldo, La Correspondencia de España) o extranjeros incluyendo los diarios enemigos (Journal, World, Journal des Debats, Le Figaro).
Se contrasta también cierto desfase temporal en la lectura de algunas noticias, aunque esto es fruto de los medios técnicos de la época ya que el correo tardaba muchísimo tiempo en llegar y el telegrama era demasiado caro. El Eco de Santiago refleja muy bien esta situación de monopolio informativo por parte del gobierno español:
"No hay manera de evitar esta Babel telegráfica. Si no publicamos otros despachos que los confirmados oficialmente nos exponemos a enterarnos de lo que sucede cuando ya no tenga interés el acontecimiento. Mejor es que el buen sentido del lector depare la información y aplique a ella el indispensable espíritu crítico, único modo de saber algo en estos días de doble censura telegráfica, que nos tienen entregados, salvo contados casos, a lo que dignen decirnos nuestros enemigos".
Otros periodistas, como el corresponsal de El Corsario, en La Habana, optan por sincerarse con el lector como muestra de la objetividad de sus palabras. En uno de sus artículos afirma que la muerte de Maceo no supone el fin de la guerra como lo pintaba la prensa gubernamental y detiene su crónica para decir:
"No inspiro mis palabras ni mis acciones en cálculos ni egoísmos; no las fundo tampoco en apasionamientos estúpidos ni en inventivas denigrantes; no me mueven tampoco los cálculos interesados y de conveniencia a mis intereses -los anarquistas no los tenemos ni los queremos- rindo culto absoluto a la verdad y a ella solo nos atenemos todos los que convencidos procesamos el ideal anárquico. Hecho este paréntesis, continuo mi crónica".
6. EL NUEVO PERIODISMO. ENTRE EL AMARILLISMO Y LA REALIDAD
"Usted facilite las ilustraciones y yo le proporcionaré la guerra". Esta frase pronunciada por W.R. Hearst, director del Journal a su fotógrafo Remington simboliza el inicio de una nueva concepción del periodismo, el llamado periodismo amarillo.
El sensacionalismo invadió la prensa durante esta época. Los cambios formales y de tirada son considerables. En EE UU, el Journal, de Hearst, es el primero en utilizar grandes titulares para llamar la atención y aludir al público como afectado en su primera plana. Las caricaturas, la sátira desaforada o la interpretación de los hechos según el beneficio comercial marcan el carácter de la primera prensa amarilla.
Ese "nuevo periodismo" aprovechaba al máximo los nuevos procedimientos que la técnica ponía a su alcance en impresión -grandes titulares a toda plana- utilización del color, a la vez que las primeras fotografías hacían su aparición en la prensa.
A pesar de todo, hay que tener en cuenta que la prensa en esta época, pasaba por una etapa de propagandismo fundamental en sus planteamiento. No se buscaba la objetividad ni contar los hechos de forma aséptica. Se trataba de influir de manera importante en las conciencias y en las convicciones de los lectores. Sin embargo, hay grandes diferencias entre la prensa yanqui de entonces y la gallega.
6.1. La prensa gallega y la prensa norteamericana
Si bien es característico de ambos estilos de periodismo la exageración desmesurada representada en la difusión de consignas patrióticas y el ataque furibundo contra el enemigo, la prensa gallega se diferencia principalmente de la yanqui en sus fuertes convicciones políticas.
Nuestra prensa nacía siempre aliada con una u otra fuerza política. Muchos de estos periódicos adoptarían una cabecera totalmente identificativa con el partido al que representaban, es el caso de La Unión Republicana o El Socialista. Las publicaciones se convertían muchas veces en meros instrumento del poder llegando, incluso, a difundir mentiras o noticias maliciosas. En otras ocasiones servían como arma arrojadiza contra otro partido político rival. A este respecto publicaba El Eco de Galicia:
"Algunos periódicos de la oposición, a pesar de la tregua que en la lucha política exigen el patriotismo y las circunstancias por que atravesamos, culpan injustamente de estos males al Gobierno y encuentran armas de combate contra el Partido Liberal".
El inicio de hostilidades entre yanquis y españoles supondrá el comienzo de una prensa sensacionalista y tremendamente soez. El honor, la dignidad y el amor a la patria se mezclan con los insultos y las aberraciones contra el pueblo norteamericano. En ambos países la prensa intenta ridiculizar al contrario.
Para los americanos, los españoles eran incultos -representantes de un país atrasado y corrupto bajo una monarquía que era una antigualla-, sanguinarios, sin ningún respeto por las normas civilizadoras de conducta; además, su propia historia estaba plagada de crímenes y atrocidades, y ahora pretendían mantenerse en Cuba mediante el terror y la violencia.
Para los gallegos, los americanos eran un pueblo de piratas y canallas, guarida de escoria arrojada del viejo continente y se los describía como cerdos y salchichas. Este periodismo adulterado de consignas, patriotismo e insultos desorientaba a la opinión pública y los condenaba a un clima de falsa euforia. Muchas de las crónicas que hablaban sobre la guerra engrandecían el poderío del ejército español. La recomendación de no fiarse de esta prensa nos llega de un testigo directo, un soldado gallego destinado en el batallón de ferrocarriles en Cuba y que les escribe a sus familiares:
"Que no crean nada de lo que dicen los periódicos porque muchas cosas que nosotros mismos presenciamos, al verlas en los periódicos nos hacemos cruces, porque nadie conoce el hecho. Me figuro que con otras muchas noticias ocurrirá lo mismo, por lo que es mejor que no crean nada o, por lo menos muy poco".
Desde El Corsario se arremetía contra las mentiras de la prensa oficialista porque "todo el afán de la prensa ha sido y sigue siendo provocar las estúpidas pasiones patrióticas en contra de los Estados Unidos, aunque en forma hipócrita, para que el pueblo enfurecido, y en un momento de lucidez no los barra a ellos por ser verdaderos culpables de todas las desgracias que al pueblo obrero desesperan". En otro artículo vaticinaba el final de esta campaña "quien siembra vientos recoge tempestades".
En el bando americano los periódicos crearon tal ambiente de euforia que los alistamientos se produjeron por lo que habían leído y visto en la prensa. Muchos de los jóvenes americanos no pudieron soportar más la tiranía y la crueldad con que actuaban los españoles en Cuba. Lo veían diariamente en las ilustraciones y las fotografías y lo afirmaban los periódicos. Muchos de ellos decidieron enrolarse en el ejército que partía para la isla a fin de castigar a los desalmados españoles. Era, sin duda, todo un éxito para Hearst y Pulitzer.
La prensa gallega también se hizo eco de las informaciones de los grandes diarios americanos y publicaban de ellos:
"La campaña jingoísta está principalmente sostenida por dos periódicos completamente desacreditados: el Journal y el World, cuyo lenguaje constituye una auténtica vergüenza para los Estados Unidos, vergüenza que más de una vez se ha echado en cara a los gobiernos que lo toleran".
El término "amarillismo" se extendió muy rápido para denominar a un tipo de periodismo demasiado sensacionalista. En EE UU para hacerle frente a los periódicos amarillos estaban los "negros" (black journalism). A Galicia también llegó esta extraña y colorida división de la prensa:
"Teníamos los periódicos amarillos, los rabiosos jingoes, según los cuales los norteamericanos iban a merendarnos crudos en quince días... Pero si en Yankilandia existe la prensa puffista, aquí comienzan a enseñar la oreja los periódicos que podemos llamar blancos. No solamente dan aire a los lamentos de cocodrilo de la prensa extranjera; por su cuenta piden que vayamos a la paz por cualquier camino...".
Esta prensa, tanto gallega como norteamericana, comenzó a desinflarse finalizada la contienda. Sin embargo, desde entonces el término "amarillismo" ha perdurado para referirse a la prensa sensacionalista.
6.2. "La guerra de los periódicos"
La guerra de independencia de Cuba y la posterior guerra hispano-americana sirvieron de lanzadera del "nuevo periodismo". Se trata de unos periodistas y unos periódicos que no se detenían ante nada y ante nadie. No existía la menor sujeción aun código de moralidad profesional. Se ocultaban unos hechos y se ensalzaban otros, y todo ello, con distintos fines; comerciales en el caso de la prensa americana y político-patrióticos en el de la prensa gallega. Esto ha inducido a hablar del conflicto cubano-hispano-americano como "la guerra de los periódicos" ( the Newspaper war).
Entre los autores hay diversidad de opiniones. Algunos historiadores como Fernández Almagro afirman que la participación popular estuvo manejada por la prensa, que llevó a cabo "una función desorientadora de la opinión pública". Sin embargo, Julián Companys reconoce la importancia de la prensa a la hora de adelantar juicios y de crear pareceres debido a su enorme poder de captación "pero igualmente hay que admitir que la Administración republicana de Mckinley mantuvo el timón del Estado en la dirección que se trazara, resistiendo a las presiones del Congreso y de la calle -la prensa- y actuó de forma decisoria cuando le pareció oportuno".
Alguna publicación gallega de la época también emitió su juicio con respecto al papel que la prensa estaba jugando en ese momento. Para El Corsario, la prensa americana había recogido los vientos sembrados por la española e hizo estallar la tempestad en forma de beligerancia, "ahora, la prensa española burguesa ha cogido el negocio de la beligerancia por su cuenta, y ha echado a volar cincuenta mil infundios patrioteros...".
Los estudiosos de la prensa norteamericana también tienen la opinión dividida. John Baker habla directamente de "la guerra de los periódicos" por ser la prensa sensacionalista y amarilla (Yellow Journalism) la más importante en EE UU, "la prensa amarilla compró opiniones. La prensa quiso aumentar la histeria colectiva, creciendo, con ello, más y más. Hearst, Pulitzer y otros fueron ciertamente provocativos en sus periódicos. El Congreso, arrinconado por la presión pública simbolizada en los medio, no tenía otra salida que declarar la guerra (...) La prensa fue responsable del conflicto. Por eso debemos referirnos a la guerra hispano-americana como "la guerra de los periódicos".
Sin embargo, para Jess Giessel los periódicos no presionaron a la gente, al Congreso o al presidente de los Estados Unidos para conseguir lo que querían. Los periódicos ayudaron a crear una opinión pública y tuvieron una gran influencia en la nación, pero no dictaron la política. Para Giessel, "esta guerra con España fue la guerra de los corresponsales de guerra".
En fin, una conflicto que dio mucho que hablar, y, cómo no, que sufrir. Aún retumban en las cabezas de muchos de nuestros abuelos, emocionantes historias de familiares a los que la prensa nunca les dedicó ni una sola palabra, porque en aquel momento lo más importante era hablar de gloria, honor, patria y victoria.
Para esos soldados desconocidos gallegos, españoles, cubanos o yankees que combatieron en una guerra injusta hecha por gobernantes dedico hoy mi trabajo. Un recuerdo para ellos.
Este texto se presentó en el congreso ICOM'98, celebrado en diciembre de 1998 en la
Universidad de La Habana (Cuba), convocado por su Facultad de Comunicación.