Hoy quiero cambiar un poco el tema de la Cuba Española y hablar un poco de mí. He amanecido recordando mi época de veterinario, mis comienzos, mi primer trabajo y haré algunas anécdotas pues tienen que ver con el comienzo de cualquier inmigrante en un país con una lengua diferente.
El 1980, recién llegado a Miami, después de una pequeña estancia en Chicago y darme cuenta de que necesitaba a los cubanos, me vine a vivír a casa de unas tías en Hialeah, ciudad colindante con Miami y que tiene el mayor numero de cubanos. Busque y conseguí mi primer trabajo en un hospital veterinario de americanos (por supuesto, también trabajan cubanos). Yo estaba al mismo tiempo estudiando para sacar mi board de veterinaria cuyos exámenes eran el ciudad de Orlando. Allí comencé haciendo de todo, desde bañar perros y gatos, suminístrales medicamentos, hacer análisis en el microscopio, tirar y revelar placas, ayudar al médico en las consultas y a veces servir de traductor, jajaja (yo con mi ingles estudiado en Cuba con acento británico, y muy malo) y hasta barrer y recoger papeles alrededor del hospital y con un sueldo bajo.
En ese hospital veterinario, que era grande y muy bonito, me sucedieron cosas muy interesantes. Con el tiempo, como yo había pasado parte de mi examen de veterinaria, podía trabajar como medico de forma supervisada y por el periodo de un año, pero bueno, yo estaba solo consultando a un paciente cuya dueña americana lo había traído para (put it to sleep), yo no sabia que me decía, traducía en mi mente y eso quería decir, ponerlo a dormir. El perro no se veía mal. Yo lo osculte, le tome la temperatura, y al revisarle los oídos, me di cuenta de que tenia una infección y le dije que había que hacerle un lavado de oídos, ponerle antibióticos y mandarle para la casa. La americana me decía “I don’t understand”, que no entendía, y yo le decía que era que tenia una infección muy grande en los oídos, al final llego una técnica veterinaria y norteamericana que trabajaba allí, cogio el perro se lo llevo para atrás y allí se le dio eutanasia, el perro venia para que lo mataran y yo no sabia que “put it to sleep” quería decir eso.
Otro día llego otra señora con un perros ciego de 13 años y en malas condiciones y yo pensé que ese si venia para “put it to sleep” y por poco le doy el pinchazo, sin embrago me lo quitaron pues ese venia a curarse. Ahí me trataron muy bien y fueron muy pacientes conmigo.
Mas tarde me alquile un piso en Miami Beach y vi una plaza de ayudante de veterinario en una clínica muy bonita cerca de mi casa y me pagaban mas. Era de un judío, me examino en ingles y pase bien la prueba. Me hizo firmar un papel que decía que no podía abrir una clínica veterinaria a una distancia que no recuerdo de la suya y yo lo hice, en un final no tenia dinero, ni me interesaba el mercado americano. Allí también pase mis aprietos, pues recuerdo un día que me dieron unas inyecciones y unos medicamentos para que fuera por las perreras y los suministrara. La americana que me dio las instrucciones tenia un acento que no había quien le entendiera, y cuando llegue atrás, no sabia quien llevaba las inyecciones y quien las pastillas. Al ver que me demoraba, ella fue y me ayudo. Nada, cosas del exiliado en un país con otra lengua!
Después me llego un mensaje de un veterinario cubano recién graduado que trabajaba en el primer hospital donde yo trabaje. Me dijo que quería reunirse conmigo, que estaba abriendo una pequeña clínica y quería que yo me fuera con el como mano derecha. Así lo hice, comenzamos esa clínica de la nada. Yo era el manager y hombre orquesta, pues lo llevaba todo. La mayor parte de las veces no teníamos ni secretaria y yo contestaba teléfono, llevaba el papeleo, atendía pacientes, análisis al microscopio, esterilización de instrumentos, tirar y revela placas, cirugías de todos los tipos, pues el era un tremendo cirujano y aprendí muchísimo, pasar sueros, sacar sangre, inyectar, dar comida, baños, tratamientos para la piel, en fin, esa fue una verdadera escuela. Quiero agradecerle al Dr. Juan M. Santamarina, el dueño de la clínica, todo lo que aprendí a su lado, Puedo decir que ahí fue donde verdaderamente me hice veterinario. Fui muy profesional en mi carrera, trabajaba muchas horas y cuando llegaba a casa y de noche, soñaba cortando orejas o haciendo una histerectomía, o castrando un perro, pasando un pin en un fémur fracturado, etc.
En 1985 tuve la oportunidad de cómprame mi primera casa en uno de los barrios mas lindos de Miami, en la Calle Ferdinand, en Coral Gables, una casa con piscina, pero casi no la podía disfrutar, a veces me bañaba en la piscina casi a la una de la madrugada antes de irme a dormir. Rodaba mi coche del año, pero mi vida era el trabajo.
Por esa época, había una epidemia de un virus llamado Parvo que atacaba a los perros, sobretodo a los cachorros. No había salido la vacuna aun, y todos los días nos llegaban perros enfermos a la clínica, cuyos síntomas eran principalmente vómitos y diarreas con sangre. Estábamos sobrecargados de trabajo. A veces cuando terminabas de ponerle el suero, venia una diarrea con sangre que manchaba las paredes y una peste que hacia casi imposible estar en esa clínica con aire acondicionado. Los sábados supuestamente cerrábamos a las 2:00pm, pero siempre nos íbamos mas tarde, pero a veces al punto de irnos, llegaba una emergencia, una perra con una píometra, que si no se operaba se moría. Yo con el compromiso de una fiesta, pero a esa hora había que esterizar paquetes de cirugías, pues ya todos se habían usado, y desde sacarle placas, hasta prepararla para operarla, después la cirugía, y al final salías de la clínica a las 10:00 PM sin cenar, sin bañarte, muerto de cansado, y el domingo había que ir por la mañana a inyectarla, etc., al igual que a otros animales.
A veces al dueño de la clínica se iba de vacaciones y yo me quedaba solo con el ayudante a cargo de la clínica y todo lo que viniera era mi responsabilidad. El stress consumió mi ser, sumando a los arañazos de gatos, mordidas de algún perro, un tufillo que llevaba en mi uniforme al salir de la clínica, mas ver como había personas que después de uno haber puesto sus conocimientos y tantas horas de trabajo, te decían a la hora de cóbrales, ¿Tanto? ¿Si es solo un perro? Y te daban cheques sin fondos, etc. En fin, decidí cambiar de carrera.
Yo no necesitaba vivir solo para trabajar, especialmente al no tener hijos, ni nadie a quien mantener. Un día le dije al dueño de la clínica que me iba de la veterinaria, no podía desconectar, sentía mucho el dolor de los pacientes, mi mundo era la veterinaria y al querer hacerlo todo perfecto, pues me estaba volviendo loco. Lo dejaba todo, prefería ganar menos en otro trabajo que me sintiera mejor y desconectara al irme para mi casa. El no quería y pensaba que yo iba a volver, pero nunca más lo hice. Me han propuesto en otras clínicas y he dicho que ese capitulo se cerro.
Entre muchos otros trabajos que he realizado, esta el de realtor, tengo mi licencia de real estate (vendedor de bienes raíces, pero como esta la economía, pues me he cogido un año sabático).
Por supuesto, después de la veterinaria, vendí y me salí de ese barrio tan lindo de Coral Gables con piscina y me vine para donde vivo ahora desde el 1991, lugar donde estoy muy tranquilo y feliz. No vale la pena tener mucho, sino te sientes bien contigo mismo.