La colección pertenecía al Sr. Julio Lobo, un coleccionista cubano, que después de abandonar el pais en 1959 al triunfo de la revolución, sus piezas de arte pertencientes a Napoleón y otras de su colección, fueron reunidas en este magnifico palacete estilo florentino, del Sr. Orestes Ferrara, al lado de la Universidad de La Habana.
El edificio que los habaneros hoy conocen como Museo Napoleónico fue la residencia del acaudalado Orestes Ferrara, denominada por él la Dolce Dimora.
ORESTES FERRARA Y “LA DOLCE DIMORA”
Orestes Ferrara fue un personaje singular cuya vida estuvo fuertemente vinculada a la política durante la primera mitad del presente siglo. Napolitano de origen, llegó a Cuba en 1895, a los diecinueve años.
En 1928, la prestigiosa firma Govantes y Cabarrocas diseñó la Casa Ferrara cobrando por ello $ 4 467, equivalentes a un 5 % de los $ 89 350 del costo total contratado a la firma de los Sucesores de J. F. Mata. El período en que se construyó esta residencia, se caracterizó por el empleo indistinto de variados estilos pues los arquitectos, a sugerencia de los propietarios o por inspiración propia, hacían uso de diferentes vocabularios historicistas para diseñar las edificaciones. Fue una época de múltiples renacimientos, a la misma vez se construyeron iglesias románicas y góticas, teatros barrocos y clásicos junto a bancos y escuelas con monumentales pórticos griegos. Generalmente los estilos no se usaban de forma ortodoxa, lo más frecuente era que se combinasen diferentes filiaciones en una misma edificación. En las residencias, este eclecticismo se evidenció no solo en la combinación de elementos arquitectónicos disímiles, sino además en la conjunción de ellos con variadas decoraciones interiores. Puede hablarse en este sentido del establecimiento de un código no escrito acerca de cuál era el estilo más apropiado para la decoración de los diferentes locales de una vivienda.
La Dolce Dimora, nombre dado por Orestes Ferrara a su residencia, está ubicada en la esquina que forman las calles San Miguel y Carlos Aguirre en el municipio Plaza, constituyendo un edificio único en su contexto. La casa se insertó dentro de una trama urbana compacta en la que es característica la medianería, la ausencia de portales y la presencia de la vivienda unifamiliar en tira, generalmente de dos niveles junto a edificios de apartamentos. De forma puntual pueden verse dispersas algunas mansiones, de un eclecticismo de fuerte filiación clásica, que difieren substancialmente con la casa Ferrara desde el punto de vista expresivo, ya que esta, con su imagen de fortaleza urbana alude directamente a los palacios del renacimiento florentino.
La tipología del palacio desarrollado en la Florencia del quatrocento se caracteriza por ser un bloque cerrado, más o menos cuadrado, de unos cincuenta metros de lado aproximadamente, organizado alrededor de un patio interior. La horizontalidad del volumen se enfatiza a través de las cornisas entre niveles, destacándose la superior como remate de la edificación. En la expresión de las fachadas desempeña un papel decisivo la ubicación de las ventanas, así como las texturas de las superficies. Durante el Renacimiento primitivo fue preferido el aparejo rústico, mientras en el alto Renacimiento esas superficies de aparejo rústico se combinaron con órdenes en pilastras. En estos palacios se producía una diferenciación funcional por niveles; el piso inferior se utilizó para la circulación de comerciantes, clientes y visitantes, constituyendo también un lugar de tránsito de las mercancías, el primer piso o piano nobile se dedicaba a las actividades representativas según el rango del propietario, y el último nivel era el dedicado a la vivienda propiamente de la familia.