Fotos de: Graciela Guzmán, Jesús Guanche
Llegada de emigrantes a Cuba
Palacio del Centro Gallego de la Habana, hoy sede del Gran teatro de la Habana Centro Asturiano, fotografía de los años 20
La emigración española fue un proceso continuado a lo largo de los siglos XIX y XX que, con diferentes características, fue evolucionando desde una colonización dirigida a la creación de núcleos urbanos, con el establecimiento de colonos blancos, hasta la entrada de trabajadores libres en régimen de asalariados, de acuerdo al desarrollo de la economía y del sistema productivo cubanos.
Además de estos factores de índole económica, en el proceso de inmigración y colonización blanca actuaron otros factores de carácter político, social y cultural. La demanda de mano de obra abundante y barata se hizo sentir cada vez con mayor fuerza desde que el sistema esclavista entró en crisis y gran parte de esta oferta, tanto en las ciudades como en el campo, fue cubierta con la llegada masiva de inmigrantes españoles.
Hasta 1904 Cuba fue el destino principal de los españoles que decidieron emigrar. El período en que se registra el mayor volumen de entradas de emigrantes en la isla abarca desde 1912 a 1921 y desciende a partir de ese último año, tras la caída de los precios del azúcar en el mercado mundial y la crisis que sobrevino.
ETAPAS DE LA MIGRACIÓN
PRIMERA ETAPA: (1882-1930).
Es la etapa de la migración española masiva a Iberoamérica, debido a problemas de tipo económico, problemas demográficos, etc... Cuatro de cada diez españoles se asientan en La Habana, y una proporción similar en las provincias azucareras de Oriente, Camagüey y las Villas.
SEGUNDA ETAPA: (1931-1945).
De la emigración económica al exilio político. Se producen en Cuba las primeras reticencias a la emigración española a aceptar la llegada de refugiados, escudándose en los problemas laborales. Realmente era el temor a estos emigrantes, considerados peligrosos desde el punto de vista político, pues podían alterar su paz social.
TERCERA ETAPA: (1946 -1958).
El retorno a la emigración económica. De nuevo se produjo una situación de reanudación del flujo migratorio, gracias a la expansión económica que sufre esta zona, coincidiendo con el rápido desarrollo de la industrialización. En 1960 la escasa emigración recibida tiene como resultado un estancamiento de las cifras de españoles residentes con respecto a 1950.
EXPERIENCIA DEL VIAJE
El viaje de los emigrantes españoles hacia Cuba comenzaba en una localidad, pueblo o capital de España. Si salían de uno de los grandes puertos de embarque, el periplo se simplificaba bastante; si no, el emigrante tenía que trasladarse a la costa, al puerto que le había sido adjudicado por la agencia de emigración correspondiente. El tren se convirtió en uno de los medios de transporte más usados por la emigración en la primera fase del viaje. Las familias también llegaban a los puertos en “caravanas”, viajando por España a pie o en carros.
Ya en las ciudades portuarias, pasaban una larga espera hasta que llegase el ansiado momento de embarcar. A todo esto se sumaba la compleja documentación que los emigrantes tenían que presentar ante el gobierno civil del puerto para poder embarcar.
Ya en las ciudades portuarias, pasaban una larga espera hasta que llegase el ansiado momento de embarcar. A todo esto se sumaba la compleja documentación que los emigrantes tenían que presentar ante el gobierno civil del puerto para poder embarcar.
Los momentos del embarque y la despedida en los muelles alcanzaban cotas de gran dramatismo. Muchos de ellos no volverían a ver a sus familias, a su pueblo ni a su país. Era un punto de no retorno. Sin embargo, en muchos casos, algunos emigrantes no pudieron resistir los momentos de tensión previos al embarque. Las deserciones y arrepentimientos no fueron infrecuentes.
El embarque no se efectuaba directamente a los buques sino mediante lanchas y barcazas que les conducían desde los embarcaderos hasta los buques fondeados en las dársenas.
Durante la travesía, hombres mujeres y niños tenían que soportar un viaje cuya duración nunca era inferior a 20 días. La travesía de los barcos migratorios estaba llena de penalidades, a pesar de las inspecciones por parte de las autoridades de Marina e Inmigración españolas. Éstas no fueron muy rigurosas y acababan embarcando más pasajeros de los que debían, o se llevaba un número insuficiente de chalecos salvavidas, e incluso se separaban familias o iban los hombres por un lado y las mujeres y los niños por otro. Además, sufrían incomodidades, falta de higiene, hacinamiento, suciedad, parásitos en la literas, frío o calor, hambre (era habitual la escasez de alimentos, las comidas mal cocinadas, la suciedad de los alimentos), y hasta era normal la escasez de agua potable a bordo. En definitiva, se padecían condiciones de vida infrahumana.
Ya en el siglo XX mejoraron bastante estas condiciones. Las leyes fueron más exigentes con las navieras. Se multiplicaron las inspecciones sanitarias, hubo mayor espacio por pasajero, mayor ventilación en los camarotes, calefacción, enfermería, baños, un médico, agua potable, víveres suficientes y de calidad y una adecuada alimentación.
RUTAS MARíTIMAS
Una de las rutas conducía desde los puertos meridionales españoles a través de Canarias hacia el Caribe en general, y especialmente con Cuba y Puerto Rico, figurando como escalas finales Puerto Rico, Ponce, Santiago de Cuba, La Habana o Cienfuegos. Existía una variante a estos destinos centrada en los puertos caribeños de América Central y del Sur: Martinica, Trinidad, Carupano, La Guayra, Puerto Cabello, Cartagena de Indias, Colón y Pacífico.
Ya en el siglo XX estas rutas marítimas básicas a través del Atlántico variaron poco, manteniéndose hasta la Guerra Civil. En 1928 la líneas básicas eran las siguientes:
a.- Mediterráneo - Brasil - Río de la Plata.
b.- Mediterráneo - Venezuela - Colombia.
c.- Mediterráneo - Cuba - México - Nueva York - Filadelfia.
b.- Mediterráneo - Venezuela - Colombia.
c.- Mediterráneo - Cuba - México - Nueva York - Filadelfia.