( Foto de Internet )
Algunos aficionados se resisten a considerar la rumba dentro del árbol de los géneros flamencos, aunque han sido muchos los interpretes que han cultivado este genero, que comparte con bulerías y tangos el trono de los cantes festeros. La rumba flamenca es heredera directa de la guaracha cubana que se comienza a realizar a finales del siglo XIX en el teatro vernáculo habanero. Surge entonces a partir de la disolución de elementos de la guaracha que, junto con otros procedentes de los tangos flamencos, cristaliza en un estilo muy emparentado con el carácter rítmico-armónico de la música cubana bajo la denominación de rumbitas, rumbas o chuflas, en general pertenecientes al repertorio de espectáculos de revista y variedades que tuvieron un gran éxito de publico a principios del siglo XX.
Algunos cantaores flamencos viajaron a Cuba y trajeron consigo de vuelta unas rumbitas que adaptaron a su forma de cantar, aflamencandolas e integrándolas dentro del repertorio flamenco. El echo de que existan unos géneros rumberos en la música cubana (guaguancó, yambú y columbia) ha llevado a los estudiosos a la conclusión de que la rumba flamenca es heredera directa de la cubana. Los géneros son homónimos y la rumba flamenca toma el nombre ciertamente de la cubana, pero la estructura musical de la rumba flamenca responde a modelos musicales que encontramos en Cuba en la guaracha, las rumbitas y otros géneros, mas cercanos al son que a la rumba cubana propiamente dicha. Dentro del desarrollo de la rumba en el flamenco, hay una primera época en la que los elementos de la variante flamenca va cobrando personalidad en las interpretaciones de La Chelito, Rosario Soler, Maria la Cubana o Flory y Marta Oliver, entre otras, aunque su definitivo aflamencamiento comienza en cafés cantantes de Cádiz, Sevilla y Madrid al cultivarla cantaores como La Niña de los peines, José Ortega "El Gordo", Bernardo el de los Lobitos, Manuel Vallejo o Pepe de la Matrona.
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