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lunes, 12 de julio de 2010

Fallece en Miami la cantante Olga Guillot

La cantante cubana Olga Guillot falleció esta mañana en el hospital Monte Sinai de Miami, según confirmaron fuentes allegadas a su familia.

SMORENO@ELNUEVOHERALD.COM

La cantante cubana Olga Guillot - considerada la reina del bolero y embajadora de este ritmo y de la canción cubana en el mundo - falleció hoy en Miami a los 87 años.
Guillot fue ingresada en el hospital Mount Sinai de Miami Beach durante la mañana del lunes con un infarto. Durante su carrera, popularizó temas como Tú me acostumbrasteLa gloria eres tú, La noche de anoche, y el que era considerado su himno: Miénteme.
Nacida en Santiago de Cuba, la cantante comenzó su carrera a los 14 años haciendo un dúo con su hermana. En la década de los 1950 era una figura infaltable en la radio y la televisión cubana. También trabajó en el cine mexicano en su época de oro con artistas como Germán Valdes "Tin Tán'', Pedro Armendáriz, Arturo de Córdova y Rosita Fornés.
Guillot, que expresó desde temprano su descontento con el gobierno de Cuba, se quedó en Venezuela en el año 1960 en la casa de otra importante cantante cubana, Renée Barrios. Más tarde se estableció en México donde ya gozaba de gran popularidad, y fijó allí su residencia hasta la actualidad. Actualmente compartía un apartamento lleno de memorias en el barrio de Polanco en el DF con otro en Bal Harbour, en Miami Beach.
"Olga fue la pionera, una referencia para las demás cantante cubanas'', dijo Vicky Roig, destacada intérprete del bolero que era amiga de Guillot desde hace 50 años.
"Fue una abanderada de la causa cubana. Todo lo que quería era regresar a Cuba para cantar en Tropicana'', dijo Roig, quien estuvo con Guillot en la marcha en apoyo a las Damas de Blanco, convocada por Gloria y Emilio Estefan en marzo en Miami.
"Era muy ocurrente, muy simpática, con sus amigos era encantadora. Se dejaba querer y sabía devolver el cariño'', recordó Roig.
Guillot estuvo casada con el actor cubano Alberto Insúa y tuvo una hija, Olga María --también cantante--, con el reconocido compositor cubano René Touzet.
"Hace cinco días había hablado con ella y estaba bien'', contó Roig, indicando que Guillot preparaba un show en México con una orquesta sinfónica.


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Llegada a Cuba el 12 de Junio de 1906. Por Nicolás Estévanez


Me ha sorprendido siempre una pregunta que me han dirigido repetidas veces: «¿te gusta el dulce?» Porque lo que no me gusta ni creo que le guste a nadie, es lo amargo, ni lo agrio, ni lo desabrido. Es lo mismo que cuando me disparan la interrogación inconcebible: «¿te gusta el calor?» ¡Pues no ha de gustarme! Lo que no me place ni me conviene es el frío.

 Por eso allá en la inhabitable Europa, entre escarchas y hielos, particularmente desde que empecé a sentir el peso de los años, pensaba frecuentemente en retirarme a Cuba para gozar de su ambiente bienhechor. Y al cabo lo conseguí. Ojalá no tenga que desandar lo andado, como ya me ha sucedido otras veces. Pero ¡cuántos contrasentidos se albergan en el corazón del hombre! El día de mi llegada a Cuba -12 de Junio de 1906- fue de honda tristeza para mí. La satisfacción del cansado peregrino que después de vagar por montes y desiertos pone sus pies doloridos en el más apetecido oasis; mi propia satisfacción al contemplar este oasis cubano, que ha sido tantas veces para mí la lejana visión del descanso y el sosiego; mis ansias realizadas, mis logradas esperanzas y mis anhelos cumplidos, quedaron neutralizados por un sentimiento doloroso que se apoderó de mí al entrar en el puerto de La Habana. ¿Era un mal presentimiento? ¿Era una ilusión desvanecida? ¿Sería tal vez reminiscencia nostálgica, recuerdo amargo de tantos amigos muertos, añoranzas de la juventud? Sólo sé que hube de hacer esfuerzos para contener las lágrimas; no era decoroso que yo desembarcara llorando como una vieja. Al embocar el puerto, vi por primera vez, flotando en las alturas del Morro, la bandera de Cuba independiente; la saludé con respeto, pero pensé en la otra, en la bandera mía, en el glorioso pabellón de España; glorioso todavía, que los crímenes cometidos a su sombra han deshonrado a los perpetradores de los crímenes sin deshonrar la bandera. Y si es que también la han deshonrado, a pesar de eso ¡la adoro! La patria ausente y vencida es más amada, por lo mismo que patria es sentimiento. El sentimiento y la idea son dos cosas bien distintas. La idea de patria puede ser discutida; para algunos, podrá ser la patria una convención artificiosa, un territorio circuido por fronteras, también convencionales y no inmutables; para mi es algo inmaterial superior a todo eso. No la personifican ni el Estado ni sus instituciones pasajeras ni el suelo mismo, sino el alma de la raza, el pensamiento, el recuerdo, la ilusión. Pasaron, felizmente, las luchas que ensangrentaron a Cuba en tiempos no lejanos; y yo deseo, con todas las ansias de mi espíritu, que cada día se estrechen más y más los lazos de paz y unión entre cubanos e hispanos; anhelo como nadie que para siempre se olviden los agravios mutuos y, por consiguiente, ruego que no se dé intención política ni se interprete como censura para nada ni nadie lo que ahora he de decir. Fue de lucha enconada entre españoles y cubanos la segunda mitad del siglo XIX. Pero los españoles -quizá también los cubanos- estábamos divididos. Todos los españoles queríamos la conservación de Cuba para España, y más que nadie la anhelaba yo; todos quedamos entonces mantener lo que llamábamos «integridad del territorio». ¿Y qué nos dividía? Que los unos querían, solamente conservar el territorio, y los otros queríamos conservar al mismo tiempo el honor. Prevaleció la política de los primeros, y así perdimos honor y territorio. Mas no debemos desalentarnos, que los pueblos como los hombres se rehabilitan con el arrepentimiento, la confesión de sus yerros, la confianza en si mismos y la fe en lo porvenir.

 Los españoles podemos hoy gritar sinceramente: ¡viva Cuba! Al vitorear a Cuba, algo vitoreamos que siempre será nuestro: la lengua patria, la lengua en que los cubanos pronuncian sus apellidos, declaran sus amores y entonan sus endechas. Y al mismo tiempo que a Cuba, podemos y debemos vitorear cien veces a nuestra querida España. Pero no a la España de la Inquisición y el retroceso, no a la España de hoy mismo en lo que tenga de medioeval y atávico, sino a la venidera, a la España próspera, regenerada, rejuvenecida que ya se dibuja en lontananza, que yo preveo, que todos presentimos, que surgirá sin duda... cuando nazca y viva una generación que la merezca. ¿Pero esto es hablar de mi llegada a Cuba?... Que se me perdone si más que a Cuba me refiero a España. No es descortesía, no es ingratitud; es un sentir que se desborda, un presentimiento de que España renacerá de sus ruinas, la evidencia de que, cuando resurja y se purifique y se engrandezca, toda América lo celebrará. Toda América, si. El Nuevo Mundo es prolongación de España en lo moral y en lo físico, en la leyenda y el arte, en la historia y en la geografía. Y más que en otra cualquiera región americana, vivirá España en la memoria y en el corazón de Cuba, penetrará su gloria en edades venideras, hasta donde llegue Cuba soberana. Pero los hijos de Cuba no deben contentarse con una soberanía precaria, nominal y discutida.

 Tocaremos este punto en capitulo especial. Desembarqué, ya lo he dicho, desalentado, triste, seriamente enfermo; dolorido el cuerpo y más dolorida el alma; rodeado de buenos y cariñosos amigos, pero sin horizonte, que desde mi aposento del hotel no podía descubrir mi vieja Habana. (Nicolás Estévanez)



Españoles y cubanos vibraron en La Habana con la victoria de la Roja



(Una colaboración de Anónimo)

La Habana, 11 jul (EFE).- La colonia española en La Habana y cientos de cubanos vibraron este domingo con la victoria de España en el Mundial de Fútbol de Sudáfrica, que incluso se celebró en el Malecón con una improvisada marcha de celebración hacia la Embajada de España.

En un país donde el deporte nacional es el béisbol, el Malecón habanero se vistió por unos momentos de rojo y amarillo con banderas y maquillajes en las caras de cientos de jóvenes que presenciaron el partido entre España y Holanda en el cine Yara de la capital cubana, con capacidad para 1.500 personas.
Festejando por la avenida que discurre paralela al mar, una improvisada e inusual manifestación celebró la victoria española con una marcha hacia el edificio de la Embajada española en La Habana.
En mitad del asfalto, varios jóvenes con grandes banderas "toreaban" con gritos de "Viva España" a algunos de los autos que circulaban por el Malecón.
El disputado encuentro de la selección española ante Holanda hizo también sufrir, saltar y gritar de alegría a los cerca de 300 españoles y cubanos que se congregaron en un hotel habanero para disfrutar del partido, previo pago de tres pesos convertibles (unos dos euros y medio) y reserva de mesa para presenciar la final del Mundial de Fútbol.
El gol de Andrés Iniesta que dio la victoria a España en la prórroga provocó un torrente de júbilo y griterío que se prolongó casi hasta finalizar el encuentro.
El final del partido y la entrega de la Copa del Mundial a la selección española fue celebrado a ritmo de sones españoles, entre ellos el "Viva España" que algunas parejas incluso se animaron a bailar. EFE

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