Crée usted de que Cuba estaría mejor como:
lunes, 23 de noviembre de 2009
Video del crucero Kungsholm en La Habana de 1929
Verán vistas del Templete, el Palacio de los Capitales Generales, El Palacio Presidencial, la Quinta Avenida de Miramar, etc.
Muy interesantes y una cortesía de Eón Flux
GUERRA DE CUBA Y PRENSA DE HEARST. Por Miguel Leal Cruz (Segunda Parte)
(General Weyler y el General Martinez Campo)
III.-WEYLER EN CUBA, ÉXITOS PRELIMINARES (Cont.)
Periodismohistoricosl.blogspot.com
Informados los españoles que las fuerzas de Maceo y Gómez, se habían reunido en la Finca El Boniato, lanzaron contra ellos cuatro fuertes columnas, concentradas en La Habana, obligando a las fuerzas mambisas a retirarse, decidiendo sus jefes desplazarlas hasta la provincia de Matanzas limítrofe, a la espera de las decisiones que tomará Weyler. Efectiva mente, el nuevo Capitán General, a su llegada, procedió a la reorganización del ejército español en Cuba, tal como había previsto. Creó tres cuerpos y un buen servicio de información y espionaje, sin olvidar la fundamental naturaleza defensiva usada como estrategia militar española a lo largo de la guerra cubana, así como la división de la isla en tres zonas.
Su meta fundamental era asediar a las fuerzas de los insurrectos en las provincias occidentales, especialmente Pinar del Río, para aplastarlas contra la línea de las trochas, sobre todo en la que él creará entre Mariel y Majana. Proceso que repetirá contra la de Morón-Júcaro, mandada construir por Martínez Campos y así controlar y derrotar a las fuerzas mambí entre ambas trochas, y finalmente, confinados los insurrectos en el extremo oriental, serían finalmente derrotados por el ejército español mayoritario y mejor dotado que el revolucionario cubano. Mientras tanto, la política de reconcentración ideada, continuaría funcionando para privar a los rebeldes del apoyo de los campesinos, “yanquis”, así como por la falta de información a lo que se sumaba la miseria creada entre ellos, lo que harían disminuir el deseo del pueblo cubano[7] por resistir.
Estos magníficos augurios de Weyler, estuvieron a punto de confirmarse en el verano del siguiente año, 1897, de no haber surgido el acontecimiento político, que sin duda marcó y cambió radicalmente el devenir de la guerra y su resultado político final: el asesinato del presidente del Gobierno español Cánovas del Castillo, en San Sebastián, el 8 de agosto de dicho año en circunstancias extrañas y que influiría en el curso de la guerra.
Con aquel objeto preconcebido Weyler, una vez comprobado “in situ” lo grave de la situación, publicó una serie de bandos que afectaban prácticamente a todos los aspectos del quehacer cotidiano de los habitantes de Cuba, especialmente el de la reconcentración, definitiva a fines del año, ya ideada por Martínez Campos y que nunca puso en práctica, y al que dedicamos un apartado sobre las consecuencias y resultados de esta política de desplazamientos humanos masivos. El 19 de febrero, dos días después de la firma de tales bandos, sus principales enemigos en la contienda los generales cubanos Antonio Maceo y Máximo Gómez, se entrevistaron en Soto para discutir las órdenes dictadas por Weyler, llegando a la conclusión que tales medidas, que afectarían mayoritariamente al pueblo cubano más pobre y miserable, serian a la larga beneficiosas a la causa, al comprender los mismos cubanos que el enemigo común a batir era el ejército español y su administración en la isla. Si bien no fue esta predicción la que cambiaría el curso de la guerra, sino el asesinato del presidente español Cánovas del Castillo y destitución del General.
Ambos acordaron que a partir de aquel momento evitarían los encuentros con las tropas que Weyler formaba en las cercanías de La Habana; en su virtud modificaban la táctica a seguir y los lugares en que operarían, de tal forma que Gómez actuaba en las provincias centrales de la isla y Maceo continuaría la guerra en la región occidental. El día 23 de febrero, El Titán de Bronce ya estaba operando en el valle del Guamacaro de la zona de Matanzas, y en el molino La Perla celebraron el primer aniversario de esta Revolución con una fiesta.
La desaparición del general de color en la Provincia de La Habana produjo el consiguiente rumor sobre su muerte, táctica que los españoles ya habían usado, pero la acción protagonizada por él mismo en el lugar conocido por La Perla, el 25 de febrero, hizo ver que no era cierto.
El 10 de marzo, Maceo y Gómez se encontrarían de nuevo, esta vez en el lugar conocido como El Galeón, última en que ambos próceres de la independencia cubana se unieran, toda vez que Maceo moriría más tarde en lo que parece fue una emboscada. Ratificaron sus anteriores acuerdos sobre la guerra a seguir y Maceo se dirigió a Pinar del Río, atravesando la provincia de La Habana con gran burla (sic) para las tropas españolas, y al propio Weyler que había prometido pacificar la provincia de Pinar del Río, como primera medida de carácter militar.
Pero el general español, no aceptó tal afrenta con ligereza, y decidió encerrar a Maceo al construir la nueva trocha, que tenía ideada desde su salida de España, modernizada, y equipada con luz eléctrica, a través de la estrecha cintura de la isla que va de Mariel a Majana, situada en el limite provincial entre La Habana y Pinar del Río; en su afán de vencer a Maceo concentró gran número de tropas con olvido para otros puntos claves y estratégicos de la isla en guerra general. Las acciones continuaban con singular ferocidad. Desde la región central, Máximo Gómez enviaba una circular, el 15 de abril, desde su cuartel general ambulante, declarando las órdenes a seguir en torno a la zafra del azúcar: “Los propietarios de los molinos que continúen moliendo.., serán ahorcados inmediatamente. Sólo es necesario identificarlos”. La función desempeñada por la «tea bendita», como la llamó el apóstol de la independencia cubana José Martí, muerto en combate en la localidad de Dos Ríos al inicio de la guerra, continuaba por sembrados, campos y haciendas, al objeto de hacer ver a cubanos y no cubanos que la guerra era total y definitiva. Maceo esquivaba en la provincia pinareña la batalla campal como táctica a seguir ya acordada, si bien a veces se enfrentaba irremediablemente, obligado a librar encuentros esporádicos contra el acoso de los españoles, cual fue el caso de la batalla de Cacarajícara, el 30 de abril. Allí perdió 200 hombres y más tarde 39 en Las Lajas, consecuencia del sistema defensivo y ofensivo ideado por Weyler desde la nueva trocha. Máximo Gómez desde su cuartel oriental, igualmente permanecía a la expectativa sin deseo de enfrentamientos directos, pero no por ello inactivo, puesto que la táctica de “tierra quemada” asombraba al mundo por su incidencia negativa para la subsistencia y para la infraestructura económica, ya casi totalmente destruida.
A mediados de 1896, Cuba presentaba un aspecto desolador con las haciendas azucareras inactivas. La mayoría de la población masculina se había unido a los rebeldes o a las fuerzas españolas de guerrillas para no morirse de hambre. Sin medidas sanitarias la viruela se extendía por todas partes, a la que se unía las fiebres típicas del verano en esta región tropical, anidando fácilmente con el hambre y la miseria.
Weyler luchaba contra todo tipo de adversidades además de otra seria dificultad en el interior mismo de La Habana por falta de verdadera adhesión a la causa española. Él mismo, dejó escrito: Muchos gérmenes de separatismo, que conspiran para ayudar a los rebeldes por todos los me dios. Las fábricas de tabacos son sus centros oficiales, pues allí, los lectores leen libros y artículos separatistas, junto con noticias, falsas o exageradas, del transcurso de la guerra, fomentando así entre los trabajadores el odio hacia España... Los sábados, después de recibir su paga semanal, se hace una colecta a favor de los rebeldes. Todo esto, dada la destrucción de las plantaciones de tabaco, sobre todo en Pinar del Río... y los empleados en paro, influidos por la propaganda, van, de un modo natural, a sumarse a las filas de la insurrección.
El duelo de Weyler y Maceo continuaba en el otoño, sin que las fuertes lluvias de aquel año lo impidiera (sic), según F. Foner. El general de color permanecía en las montañas de Pinar del Río, sin atreverse, o por que no lo consideraba conveniente, a romper la línea fortificada de Mariel-Majana. Valeriano Weyler, el 21 de octubre, dictó una de las primeras órdenes de “concentración”, para la región que controlaba Maceo que rezaba: “toda la población de Pinar del Río que viviera fuera de las fortificaciones de las ciudades habría de trasladarse en un plazo de ocho días. A partir de entonces se consideraría rebelde a todo el que se encontrase fuera de una ciudad fortificada y se le trataría como tal. Los que tuvieran ganado habrían de llevarlo a la ciudad más próxima”. Dos semanas más tarde el propio Weyler comenzaba “la cacería” del que fue su más feroz enemigo en la guerra cubana: José Antonio de la Caridad Maceo y Grajal[8], general mambí de Santiago, tez oscura, al que los cubanos llamaron y llamarán siempre “El Titán de Bronce”, biografiado con variedad de detalles por el historiador cubano José L. Franco en Apuntes para una historia de su vida, 3 tomos, La Habana 1973. De él dice: “El general Maceo representa el sentimiento de lucha, el espíritu de sacrificio, la generosidad humana, la nobleza, el orgullo nacional y la intransigencia revolucionaria, en un siglo de combates”.
(Continuará)
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Foner, Philip S.: La guerra hispano-cubano-norteamericana, 1895-1898 y el nacimiento del imperialismo norteamericano, Madrid, 1975, aludiendo a la obra que dejó escrita el mismo General Weyler: Mi mando en Cuba. Madrid, 1910, vol. II, p. 538- 540, y que su nieto Weyler y Puga comenta.
[8]Antonio María de la Caridad Maceo y Grajal, nació en Santiago en 1845 y murió combatiendo en San Pedro. Punta Brava, La Habana, en diciembre de 1896. De ascendencia africana como tantos cubanos, se incorporó a la guerra de Yara, en 1868, con toda su familia luchando durante los diez años que duró hasta el pacto de Zanjón, que no acató, protestando ante el mismo Martínez Campos en Baraguá antes de marchar al exilio. Asumió la dirección de la nueva y definitiva guerra de 1895 junto a Máximo Gómez y José Martí, liderando la campaña denominada como la Invasión del oeste, desde oriente y que culminó en Mantaña la parte más occidental de la isla, provincia de Pinar del Río. Requerido por Máximo Gómez desde Camagüey, tras un recorrido suicida por territorio que dominaba Weyler, murió combatiendo cuando fue sorprendido, en diciembre de 1896, próximo a La Habana centro neurálgico de la administración española, cuando intentaba atacar la localidad de Marianao.
Su padre, Marcos, era de origen venezolano y también había muerto en combate duran te la toma de Santa Cruz del Sur, en septiembre de 1873.
Periodismohistoricosl.blogspot.com
Informados los españoles que las fuerzas de Maceo y Gómez, se habían reunido en la Finca El Boniato, lanzaron contra ellos cuatro fuertes columnas, concentradas en La Habana, obligando a las fuerzas mambisas a retirarse, decidiendo sus jefes desplazarlas hasta la provincia de Matanzas limítrofe, a la espera de las decisiones que tomará Weyler. Efectiva mente, el nuevo Capitán General, a su llegada, procedió a la reorganización del ejército español en Cuba, tal como había previsto. Creó tres cuerpos y un buen servicio de información y espionaje, sin olvidar la fundamental naturaleza defensiva usada como estrategia militar española a lo largo de la guerra cubana, así como la división de la isla en tres zonas.
Su meta fundamental era asediar a las fuerzas de los insurrectos en las provincias occidentales, especialmente Pinar del Río, para aplastarlas contra la línea de las trochas, sobre todo en la que él creará entre Mariel y Majana. Proceso que repetirá contra la de Morón-Júcaro, mandada construir por Martínez Campos y así controlar y derrotar a las fuerzas mambí entre ambas trochas, y finalmente, confinados los insurrectos en el extremo oriental, serían finalmente derrotados por el ejército español mayoritario y mejor dotado que el revolucionario cubano. Mientras tanto, la política de reconcentración ideada, continuaría funcionando para privar a los rebeldes del apoyo de los campesinos, “yanquis”, así como por la falta de información a lo que se sumaba la miseria creada entre ellos, lo que harían disminuir el deseo del pueblo cubano[7] por resistir.
Estos magníficos augurios de Weyler, estuvieron a punto de confirmarse en el verano del siguiente año, 1897, de no haber surgido el acontecimiento político, que sin duda marcó y cambió radicalmente el devenir de la guerra y su resultado político final: el asesinato del presidente del Gobierno español Cánovas del Castillo, en San Sebastián, el 8 de agosto de dicho año en circunstancias extrañas y que influiría en el curso de la guerra.
Con aquel objeto preconcebido Weyler, una vez comprobado “in situ” lo grave de la situación, publicó una serie de bandos que afectaban prácticamente a todos los aspectos del quehacer cotidiano de los habitantes de Cuba, especialmente el de la reconcentración, definitiva a fines del año, ya ideada por Martínez Campos y que nunca puso en práctica, y al que dedicamos un apartado sobre las consecuencias y resultados de esta política de desplazamientos humanos masivos. El 19 de febrero, dos días después de la firma de tales bandos, sus principales enemigos en la contienda los generales cubanos Antonio Maceo y Máximo Gómez, se entrevistaron en Soto para discutir las órdenes dictadas por Weyler, llegando a la conclusión que tales medidas, que afectarían mayoritariamente al pueblo cubano más pobre y miserable, serian a la larga beneficiosas a la causa, al comprender los mismos cubanos que el enemigo común a batir era el ejército español y su administración en la isla. Si bien no fue esta predicción la que cambiaría el curso de la guerra, sino el asesinato del presidente español Cánovas del Castillo y destitución del General.
Ambos acordaron que a partir de aquel momento evitarían los encuentros con las tropas que Weyler formaba en las cercanías de La Habana; en su virtud modificaban la táctica a seguir y los lugares en que operarían, de tal forma que Gómez actuaba en las provincias centrales de la isla y Maceo continuaría la guerra en la región occidental. El día 23 de febrero, El Titán de Bronce ya estaba operando en el valle del Guamacaro de la zona de Matanzas, y en el molino La Perla celebraron el primer aniversario de esta Revolución con una fiesta.
La desaparición del general de color en la Provincia de La Habana produjo el consiguiente rumor sobre su muerte, táctica que los españoles ya habían usado, pero la acción protagonizada por él mismo en el lugar conocido por La Perla, el 25 de febrero, hizo ver que no era cierto.
El 10 de marzo, Maceo y Gómez se encontrarían de nuevo, esta vez en el lugar conocido como El Galeón, última en que ambos próceres de la independencia cubana se unieran, toda vez que Maceo moriría más tarde en lo que parece fue una emboscada. Ratificaron sus anteriores acuerdos sobre la guerra a seguir y Maceo se dirigió a Pinar del Río, atravesando la provincia de La Habana con gran burla (sic) para las tropas españolas, y al propio Weyler que había prometido pacificar la provincia de Pinar del Río, como primera medida de carácter militar.
Pero el general español, no aceptó tal afrenta con ligereza, y decidió encerrar a Maceo al construir la nueva trocha, que tenía ideada desde su salida de España, modernizada, y equipada con luz eléctrica, a través de la estrecha cintura de la isla que va de Mariel a Majana, situada en el limite provincial entre La Habana y Pinar del Río; en su afán de vencer a Maceo concentró gran número de tropas con olvido para otros puntos claves y estratégicos de la isla en guerra general. Las acciones continuaban con singular ferocidad. Desde la región central, Máximo Gómez enviaba una circular, el 15 de abril, desde su cuartel general ambulante, declarando las órdenes a seguir en torno a la zafra del azúcar: “Los propietarios de los molinos que continúen moliendo.., serán ahorcados inmediatamente. Sólo es necesario identificarlos”. La función desempeñada por la «tea bendita», como la llamó el apóstol de la independencia cubana José Martí, muerto en combate en la localidad de Dos Ríos al inicio de la guerra, continuaba por sembrados, campos y haciendas, al objeto de hacer ver a cubanos y no cubanos que la guerra era total y definitiva. Maceo esquivaba en la provincia pinareña la batalla campal como táctica a seguir ya acordada, si bien a veces se enfrentaba irremediablemente, obligado a librar encuentros esporádicos contra el acoso de los españoles, cual fue el caso de la batalla de Cacarajícara, el 30 de abril. Allí perdió 200 hombres y más tarde 39 en Las Lajas, consecuencia del sistema defensivo y ofensivo ideado por Weyler desde la nueva trocha. Máximo Gómez desde su cuartel oriental, igualmente permanecía a la expectativa sin deseo de enfrentamientos directos, pero no por ello inactivo, puesto que la táctica de “tierra quemada” asombraba al mundo por su incidencia negativa para la subsistencia y para la infraestructura económica, ya casi totalmente destruida.
A mediados de 1896, Cuba presentaba un aspecto desolador con las haciendas azucareras inactivas. La mayoría de la población masculina se había unido a los rebeldes o a las fuerzas españolas de guerrillas para no morirse de hambre. Sin medidas sanitarias la viruela se extendía por todas partes, a la que se unía las fiebres típicas del verano en esta región tropical, anidando fácilmente con el hambre y la miseria.
Weyler luchaba contra todo tipo de adversidades además de otra seria dificultad en el interior mismo de La Habana por falta de verdadera adhesión a la causa española. Él mismo, dejó escrito: Muchos gérmenes de separatismo, que conspiran para ayudar a los rebeldes por todos los me dios. Las fábricas de tabacos son sus centros oficiales, pues allí, los lectores leen libros y artículos separatistas, junto con noticias, falsas o exageradas, del transcurso de la guerra, fomentando así entre los trabajadores el odio hacia España... Los sábados, después de recibir su paga semanal, se hace una colecta a favor de los rebeldes. Todo esto, dada la destrucción de las plantaciones de tabaco, sobre todo en Pinar del Río... y los empleados en paro, influidos por la propaganda, van, de un modo natural, a sumarse a las filas de la insurrección.
El duelo de Weyler y Maceo continuaba en el otoño, sin que las fuertes lluvias de aquel año lo impidiera (sic), según F. Foner. El general de color permanecía en las montañas de Pinar del Río, sin atreverse, o por que no lo consideraba conveniente, a romper la línea fortificada de Mariel-Majana. Valeriano Weyler, el 21 de octubre, dictó una de las primeras órdenes de “concentración”, para la región que controlaba Maceo que rezaba: “toda la población de Pinar del Río que viviera fuera de las fortificaciones de las ciudades habría de trasladarse en un plazo de ocho días. A partir de entonces se consideraría rebelde a todo el que se encontrase fuera de una ciudad fortificada y se le trataría como tal. Los que tuvieran ganado habrían de llevarlo a la ciudad más próxima”. Dos semanas más tarde el propio Weyler comenzaba “la cacería” del que fue su más feroz enemigo en la guerra cubana: José Antonio de la Caridad Maceo y Grajal[8], general mambí de Santiago, tez oscura, al que los cubanos llamaron y llamarán siempre “El Titán de Bronce”, biografiado con variedad de detalles por el historiador cubano José L. Franco en Apuntes para una historia de su vida, 3 tomos, La Habana 1973. De él dice: “El general Maceo representa el sentimiento de lucha, el espíritu de sacrificio, la generosidad humana, la nobleza, el orgullo nacional y la intransigencia revolucionaria, en un siglo de combates”.
(Continuará)
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Foner, Philip S.: La guerra hispano-cubano-norteamericana, 1895-1898 y el nacimiento del imperialismo norteamericano, Madrid, 1975, aludiendo a la obra que dejó escrita el mismo General Weyler: Mi mando en Cuba. Madrid, 1910, vol. II, p. 538- 540, y que su nieto Weyler y Puga comenta.
[8]Antonio María de la Caridad Maceo y Grajal, nació en Santiago en 1845 y murió combatiendo en San Pedro. Punta Brava, La Habana, en diciembre de 1896. De ascendencia africana como tantos cubanos, se incorporó a la guerra de Yara, en 1868, con toda su familia luchando durante los diez años que duró hasta el pacto de Zanjón, que no acató, protestando ante el mismo Martínez Campos en Baraguá antes de marchar al exilio. Asumió la dirección de la nueva y definitiva guerra de 1895 junto a Máximo Gómez y José Martí, liderando la campaña denominada como la Invasión del oeste, desde oriente y que culminó en Mantaña la parte más occidental de la isla, provincia de Pinar del Río. Requerido por Máximo Gómez desde Camagüey, tras un recorrido suicida por territorio que dominaba Weyler, murió combatiendo cuando fue sorprendido, en diciembre de 1896, próximo a La Habana centro neurálgico de la administración española, cuando intentaba atacar la localidad de Marianao.
Su padre, Marcos, era de origen venezolano y también había muerto en combate duran te la toma de Santa Cruz del Sur, en septiembre de 1873.
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