La foto del Dr. Ismel Iglesias cargando al desvanecido disidente cubano Guillermo Fariñas en Santa Clara, Cuba, hace recordar la escultura en mármol ubicada en la Basílica de San Pedro, Ciudad Vaticano.
Por Frank Rodríguez
Miami, 12 de marzo de 2010
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La imagen de un desfallecido Guillermo Fariñas en brazos de su médico, Ismel Iglesias, igualmente disidente, camino al hospital a causa de su huelga de hambre y sed en demanda de piedad para 26 presos de conciencia enfermos, fue captada momentos antes de abordar un automóvil de la Agence France Press.
La foto le dio la vuelta al mundo como lo hizo la de Neda, la mujer de 26 años que murió de un disparo en medio de las protestas en Irán.
Las acusaciones de mercenario se desvanecieron ante el desvanecido patriota, no habiendo dinero en el mundo que pague tal sacrificio.
Las acusaciones de delincuente común se disipan ante esta persona nada común que no está rompiendo ley alguna, por injusta y arbitrarias que son en Cuba desde el 1959.
Sr. Lula, no hay comparación.
Lo de Fariñas no es un suicidio ni una inmolación. El suicida es en ocasiones cobarde, pues trata de evitar algo con una salida rápida. Los suicidios no suelen ser lentos, pueden ser un paciente que quiere escapar el dolor o un demente que ya no controla sus pensamientos y emociones.
Tampoco es una inmolación, no se ha prendido fuego en protesta. Fariñas se ha jugado la vida en una movida estratégica contra el régimen. Bien sabía que probablemente le costaría la vida, pero si el régimen suelta 26 presos de conciencia enfermos, Fariña volverá a comer y beber. Fariñas, como clásico patriota, está dispuesto a perder la vida, o más bien a entregarla que a perderla, pero eso no es sinónimo de suicidio.
Señor ten piedad, es el rezo común en la misa. Pero el actual Señor de Cuba, el general que encabeza la junta militar cubana, no tiene piedad. Nunca la ha tenido ni en la Sierra Maestra con humildes campesinos fusilados ni en La Habana con humildes albañiles maltratados hasta la muerte.
El doctor Ismel Iglesias brevemente cargó la cruz de Cuba hacia el hospital. Allí se reanudó la batalla de los sueros suspendida hace una semana. Con destreza los médicos le aplicaron dextrosa. Fariñas está grave pero la situación de los comunistas también. La familia Castro no puede contra la familia Fariñas. Un frío marmóreo cae sobre la foto de la pietá cubana. No hay piedad para los 26. No habrá piedad para los del 26.
Una colaboración de
Miguel Leal Cruz