Por Miguel Leal Cruz*
Periodismo Histórico S.L. u
Canarias-España
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Concomitante con la línea editorial de esta Web Cuba Española (Miami) US, y como aspecto complementario para ratificar las relaciones hispano cubanas desde los inicios de la conquista y colonización de territorios antillanos, pero específicamente durante el siglo XIX, habremos de hacer alusión a una novedad institucional en la colonia que fue más preciada posesión española y como una provincia más: Cuba. Territorio este, junto a Puerto Rico, refugio de aquellos españoles, a partir de 1820, que optaron por abandonar el territorio continental hispano tras la emancipación de la madre patria.
Nos referimos a la creciente inseguridad ciudadana en la capital de la isla cubana, y en otras muchas ciudades y comarcas del interior, producidas al calor de la economía en alza. No es por ello extraño que a partir de la década de los 30, el Capitán General don Miguel Tacón Rosique (más tarde nombrado Duque de la Unión de Cuba y Marqués de Bayamo), desde su profesionalidad (aunque procedente de la Marina), trató de combatir y erradicar los continuos hechos delictivos que afectaba la tranquilidad de la capital habanera y aledaños, principalmente. Eran tiempos de difícil control para la seguridad pública que precisaban aquellos inmensos campos, salpicados de pequeños pueblos, y sin apenas personal especializado en su erradicación plena.
Para ello dotó de facultades máximas a los comisarios de barrio, policías ordinarios y jueces de paz, bajo mando de Alcaldes Mayores (con iguales funciones que en territorio de la Península (España), con la obligación de vigilar a las gentes de “mal vivir”, controlar a los portadores de armas, en especial prohibidas, a forasteros y todo tipo de sospechosos. El propio general Tacón, en sus memorias en 1938, cuatro años después de haber tomado posesión del Gobierno, relata lo mucho que se habló en “los papeles nacionales y extranjeros del estado de desmoralización en que se hallaba la Isla antes del primero de junio de 1834, y no era la verdad exagerado el cuadro que ofrecían los papeles (sic)”. Un número crecido de asesinos, ladrones y rateros, circulaba por las calles de la capital, matando, hiriendo y robando, no sólo durante la noche, sino en medio del día y en las calles más centrales y frecuentadas.
Parecía que tanto número de criminales partían de un centro común o de alguna asociación ramificada y terrible que se ha propuesto sobreponerse a las leyes, atacar impunemente al ciudadano pacífico, destruir todos los vínculos sociales. Tal era el terror que había excitado la cohorte de forajidos, que los dependientes de las casas de comercio, no podían salir a hacer cobros, sin ir escoltados por la fuerza armada…Igualmente existían malvados dispuestos a quitar la vida, bajo precios convencionales, a cualquier persona que se les designase. Muchas veces desde la misma cárcel…No bajaban, quizá, de doce mil las personas que sin bienes ni ocupación honesta; se mantenían en la Capital de las casas públicas de juego, así de blancos como de individuos libres de color y esclavos. Los vagos eran innumerables….
El general Tacón adoptó severas disposiciones, plasmadas en un bando de buen gobierno y policía, creando a su vez con carácter militar el cuerpo de Serenos y de Bomberos bajo mando de un comandante, cuatro cabos, celadores y serenos hasta un tal de 65 miembros, la mayoría compuesto por licenciados del Ejército. El éxito fue rotundo ante los delincuentes y protección de puertos en los periodos de zafra azucarera por la gran cantidad de inmigrantes que acudían a la recolección.
Haciendo uso del libro publicado por Fundación Policía Española, Temas de Cultura, Madrid, cuyos autores son Camino del Olmo y Cabo Meseguer Cuba y Puerto Rico, Temas de Cultura Policial, Madrid, 2003; no podemos obviar la eficaz intervención de los dos modelos de Guardia Civil existentes en territorio cubano por aquellas fechas. Las Sección de la propia Guardia Civil militarizada y la de la Guardia Rural. Las sublevaciones, al igual que la persecución del bandolerismo, eran competencia de las fuerzas militares dependientes de la Capitanía General con sede en La Habana, deducimos que el Cuerpo de la Guardia Civil creado en España en 1844 por el Duque de Ahumada, se intentó trasplantar a Cuba sólo cuatro años después por el Conde de Alcoy.
Proponía el Capitán General que, la Guardia Civil, se organizara cubriendo sus necesidades de hombres armas y caballos a costa de las unidades militares en la Isla, sustituyendo así el caduco Regimiento de Lanceros existente, formado por veteranos o retirados de los Cuerpos de Milicias. Pero será a partir de marzo de 1854 cuando el Instituto armado se consolidó con el llamado Batallón de la Guardia Civil con ocho Compañías, al mando del Coronel Zurita, que a su vez desempeñaba la Jefatura de Policía de La Habana y su provincia.
Como consecuencia del levantamiento de Céspedes, llamado Grito de Yara, en abril de 1869 se aumentaron dos Compañías, para reprimir los actos insurreccionales. En las mismas fechas y a petición de los hacendados de las jurisdicciones de Cárdenas, Colón, Sagua, Cienfuegos, Santa Clara y Remedios, con objeto de proteger sus fincas, se creó un segundo tercio costeado por los propios hacendados, víctimas de las quemas y saqueos en sus propiedades. Siguiendo a los citados autores: El 24 de abril de 1871 se dispuso la creación de otra Compañía, que sería la novena en la isla, con destino y jurisdicción en Sancti Spiritus, y tres meses después otra para Cienfuegos. Estas unidades de Orden Público paliaron el problema y contribuyeron a la persecución de maleantes de caminos así como a la represión de elementos no adictos a España que contribuían a la sedición e independencia de España.
Para 1898, la Guardia Civil en Cuba constaba de Tres Tercios, que numerados correlativamente con los de la Península, llevaban los números 17,18 y 19.
(Continúa)