Centro y periferia en la iconografía colonial cubana (1763-1856)
Sylvie Mégevand
PILAR
Université de Toulouse - Le Mirail
Continuación:
El frontispicio de la revista El Almendares es revelador de esos cambios intelectuales y estéticos : inspirada en los cánones de Cesare Ripa, la tradicional india tropical medio desnuda y emplumada aparece en primer plano, llevando el escudo de La Habana y recostándose en una cornucopia que derrama las riquezas naturales de la isla. El fondo de la lámina llama la atención, ya que la vegetación tropical se abre como un telón para mostrar un tren de vapor que pasa a lo lejos : el artista ha mezclado los temas más trillados de la iconografía clásica con un motivo sacado de las nuevas tecnologías (lámina 2). En Cuba, fue la litografía, y no la pintura, la que se interesó por el tren, a diferencia de Europa donde es un tema predilecto de la obra de Turner o, más tarde, de los artistas impresionistas 18. De hecho, y a diferencia por ejemplo de la pintura mexicana de Velasco, el ferrocarril cubano se integró a un paisaje « civilizado », que ya había sido profundamente modelado por la explotación industrial del campo :
El ferrocarril fue en cierta forma un elemento estructurador del paisaje. No es un conquistador que atraviesa campos vírgenes : él se dirige entre cañaverales, sobre la tierra domeñada y sobre los antiguos caminos carreteros 19.
Desapareció sin dejar su impronta en la pintura cubana, sin duda por el creciente retraso tecnológico, la crisis del azúcar y los estragos de la Guerra de los Diez Años. Quedan sin embargo ecos literarios de su impacto. En Excursión a Vueltabajo, Cirilo Villaverde evoca un viaje en el que la velocidad cambia por completo las sensaciones de espacio y los criterios estéticos de percepción del paisaje. El viaje terrestre por la isla, que era una verdadera pesadilla, se convierte por fin en una experiencia grata :
El verdor de los campos, la frondosidad de los árboles, el color bermejo de la tierra, la fragancia del ambiente y los tendidos cafetales, todo anunciaba que habíamos dejado atrás la inmensa hoya en la que está situada La Habana, con sus barrios extramuros, y que corríamos por terrenos muy altos y más feraces. A un lado y otro del camino ofrecíanse a los ojos objetos mil de amenidad y gusto. Ya un bosque de palmas, a la sombra del cual sesteaban manadas de pacíficas reses ; ya un brioso potro, que espantado del ruido de la máquina, con la ligereza del viento cruzaba la llanura ; ya la sierra de Bejucal asomando a trechos sus crestas azules por entre las ramas de los árboles a la izquierda ; ya, en fin, las casas de algún potrero, y las recuas de caballos cargados, que fingían andar hacia atrás, conforme nosotros avanzábamos 20.
El desarrollo de los puertos y la construcción del ferrocarril mantuvieron una imagen positiva y dinámica de la región occidental que contrastaba con la del resto de la isla 21. Ciertos intelectuales tenían una conciencia clara de los desequilibrios provocados por una economía básicamente exportadora :
Pero si esos vapores y esos buques de vela, cuyas chimeneas y mástiles forman una poblada selva que casi se halla estrecha en la buena capacidad de nuestro puerto, excepto en raras circunstancias bastan a la necesidad de nuestros medios de transportes exteriores que tiene nuestro mercado, no están lo mismo de las vías y medios de comunicación interior que contamos, y que, irradiándose de nuestro centro, como y para los propios oficios que las arterias y venas desde el corazón, permitan traer con facilidad y a buen precio los productos de los campos y llevar a éstos y a las demás poblaciones, debidamente distribuidos los efectos de consumo, que, absorbidos aquí en conjunto, han de ir a vivificar las varias partes del todo cubano [...] 22.
La litografía de mediados de siglo consta de tres grandes temas conexos : la urbe – básicamente la capital – con su puerto y sus afueras, el tren y los ingenios. Hasta bien entrado el siglo XIX, había tanta diferencia entre centro y periferia que para los habaneros y la población urbana en general el interior tradicional y atrasado seguía siendo terra incognita. La literatura costumbrista cubana recalca esos contrastes y abunda en anécdotas pintorescas – viajeros extraviados, encuentros fortuitos, ataques de bandidos...–, que revelan esos desequilibrios estructurales y la resistencia de profundos arcaísmos. Es sintomático que un artículo cómico de 1840 que cuenta el viaje de un habanero hacia el interior de la isla (tierradentro) pinte a los campesinos en esos términos :
Al punto saqué mi libro de memorias y escribí : TIERRADENTRO... especie de bípedo de cinco piés, cara redonda y colorada, movimientos azogados, que no usa de chaleco ni de corbata, con sable o trabuco en la mano... 23.
Acostumbrado a los temas pintorescos desde la publicación en Francia de su álbum Excursion dans les Pyrénées 24, Mialhe entendió qué partido estético se podía sacar de la evocación del mundo del interior : él sabía cómo tratar esos temas ; habiendo participado en el álbum « Languedoc » de la serie pintoresca francesa de Taylor y Nodier, conocía el gusto del público burgués por las escenas de género y los paisajes desconocidos, hasta los de su propia tierra. Dedica una parte de su segundo álbum, Viaje pintoresco alrededor de la Isla de Cuba (1847-1848), al Oriente y a escenas de género inspiradas en las costumbres campesinas. Un viaje que en 1841 le había llevado hasta la zona oriental de Cuba le permitió documentarse y dibujar una vista de Santiago, otra de Baracoa y sus montañas, vistos desde el mar. Dedica otra estampa al Pico de Turquino, punto culminante de la isla, visto a distancia. Ejecuta escenas costumbristas que plasman la vida cotidiana de los guajiros, sus faenas (« Sabaneros atando un ternero para atraer a la madre y cogerla »), su manera de viajar, a lomo de buey, en « Cercanías de Baracoa y modo de viajar de sus naturales », sus diversiones (« El zapateado » y « Valla de gallos »). A pesar de la distancia física e intelectual entre las ciudades y el interior, las escenas urbanas y campesinas se encuentran por primera vez en el mismo álbum de litografías, llegando a formar, pese a los contrastes, una verdadera entidad insular.
Sin embargo, el trabajo de Mialhe es una excepción : el gusto por el progreso y las dificultades materiales de los viajeros orientaron más la iconografía hacia e paisaje cultivado y « civilizado » (cañaverales, ingenios, ciudades) que hacia la Cuba silvestre. Mundo cercado por las aguas y zona protegida – por lo menos en apariencia –, verdadero hortus conclusus, el paisaje cubano es ante todo el del jardín cultivado. Las mentalidades positivistas del momento lo prefieren al paisaje inculto, que no deja sin embargo de fascinar al escritor-viajero romántico :
La isla de Cuba sin caminos, sin puentes ni posadas ; con un terreno onduloso cubierto de bosques primitivos, y regado por multitud de ríos y arroyos que alimentan con sus desbordes ciénagas y pantanos intransitables, ofrece mil molestias a los viajeros ; pero en cambio les hace gozar variadas y fuertes emociones con la hermosura, magestad y grandeza que ostentan los países tropicales en su espléndido estado natural 25.
En la prosa costumbrista, el « monte » cubano es a la vez inquietante y acogedor ; allí viven y se refugian los marginados : guajiros asesinos, bandidos, cimarrones, parias26. Esta fascinación literaria pronto se convierte en nostalgia ya que a mediados de siglo se asiste al ocaso de la naturaleza virgen : el café, luego el azúcar, destruyen el monte ; víctima de la deforestación y de las instalaciones industriales – se quema la leña en las calderas de los ingenios –, la selva deja paso al campo abierto, casi totalmente desprovisto de árboles. La moda de los panoramas, que se impone en la década de los cincuenta, refuerza esa impresión : en la serie Isla de Cuba pintoresca (1856), de Barañano y Laplante, los personajes que animan los primeros planos contemplan paisajes amenos, campos, puertos y bahías profundamente transformados por el hombre.
En Cuba como en cualquier país colonial, se invierten las nociones geográficas de centro y periferia, con un centro tradicional y arcaico y una periferia activa, representada por las dinámicas ciudades portuarias occidentales cuya actividad económica es básicamente exportadora 27. La iconografía refleja lógicamente esas grandes características, reforzadas aún por la insularidad : interés por las ciudades más desarrolladas y elegantes, por los puertos y los centros productores, gusto por la tecnología y el progreso. Pero ello no impidió que a mediados de siglo ciertos álbumes pintorescos y relatos costumbristas revelaran la existencia de una realidad más interna y específica, forjando a su modo una verdadera identidad nacional.
1 comentario:
He leido la primera parte del post , he notado muy interesante lo que escribes !! Felicitaciones !
Saludos a todos !!
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