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lunes, 17 de enero de 2011

VAE VICTIS!, O LA BIOGRAFÍA POLÍTICA DEL AUTONOMISMO CUBANO (1878-1898). Por Antonio-Filiu Franco Pérez ( Parte II )

(Foto de Internet-Continuación)

11. Un enfoque verdaderamente científico de este problema exige valorar con objetividad desapasionada el complejo entramado de circunstancias sociopolíticas y económicas que determinaron su modo de actuación. Cabe decir, pues, que los cubanos propugnadores del proyecto político autonomista para Cuba, en tanto hijos legítimos de su época y de sus singulares circunstancias sociales, resultaron marcados por la ideología liberal consolidada a lo largo del siglo XIX. En este sentido sus paradigmas políticos, económicos y sociales, llevaban la impronta del influjo liberal decimonónico, situación que define su historicidad, o lo que es lo mismo, su legitimidad histórica. Reducir el pasado histórico a través del prisma de visiones nacionalistas estrechas es renunciar -o pretender negar- a una parte de la razón de la existencia de la identidad cubana; es ver la Historia de un solo color, y no en su verdadera multiplicidad de matices. Es, en fin, el huevo de serpiente de la intolerancia.

12. Quizás resulte oportuno traer a colación las preguntas que hace más de tres décadas formulara a los historiadores cubanos el antes citado historiador polaco Tadeusz Lepkowski: “¿Han sido el autonomismo y la autonomía estudiados por los investigadores marxistas con suficiente objetividad, dentro del marco de la historia de la nación? ¿Es que no haría falta abordar este problema sin sectarismo, mirarlo con ojos nuevos?”.21 No se trata de divinizar, ni de demonizar, esta decimonónica opción política cubana, sino, simplemente se trata de ponerla en su justo sitio: como una alternativa jurídico-política, entre otras, para la solución de la cuestión colonial de Cuba en el siglo XIX. No cabe ninguna duda de que precisamente en esto radica uno de los mayores méritos de esta obra conjunta de los profesores Bizcarrondo y Elorza.


                                                                                III

13. Identificado el problema científico-metodológico primigenio, los autores acertadamente deciden seguir un derrotero diferente al anteriormente criticado, con la declarada finalidad de evitar caer en las posturas maniqueas a las que inevitablemente conduce todo enfoque nacionalista de la Historia (pág. 15), objetivo que sin duda alguna consiguen sobradamente.

14. Así las cosas, los profesores Bizcarrondo y Elorza centran toda su atención en la biografía política del Partido Liberal Autonomista de la Isla de Cuba, hilo conductor de toda la obra, razón condicionante de que acoten el marco temporal de su estudio entre 1878 y 1898, lapso que coincide con la fundación y actividad práctica de dicho partido político. No obstante, admiten que el proceso político objeto de su estudio tiene su génesis en “una mentalidad reformadora alentada por las intensas transformaciones económicas y al mismo tiempo afectada por las dos rémoras de la esclavitud y de un régimen colonial opresivo” (pág. 17), punto de partida que consideran básico para entender las raíces del planteamiento autonomista cubano, y de ahí que en apretada síntesis hayan intentado reconstruir los orígenes de lo que denominan “la conciencia patriótica cubana hasta la crisis del reformismo”, a la que dedican el primer capítulo de su libro, como se verá más adelante.

15. Pero la obra que nos ocupa es más que una simple biografía política del Partido Liberal Autonomista de la Gran Antilla, pues los autores, partiendo de la hipótesis de que “el autonomismo encarnaba una fórmula de construcción nacional cubana” (pág. 17), deciden ampliar su investigación más allá de la fecha de defunción de dicho partido, cuya existencia deja de tener sentido una vez que Cuba se desgaja de la soberanía española tras los acontecimientos del denominado “desastre de 1898”. No cabe duda de que esta voluntaria dilatación del marco temporal inicialmente fijado –declarado expresamente en el título y el prólogo de la obra- resulta interesante desde la perspectiva de la historia del pensamiento político, pues permite apreciar la capacidad de adaptación de la elite autonomista cubana a la nueva etapa política que se abre en la Isla a raíz de los sucesos del 98 que definitivamente habían sepultado las aspiraciones de dicho grupo, únicamente realizables en el marco del ordenamiento jurídico y del sistema político del Estado español.

16. El primero de los nueve capítulos de la obra, intitulado “Patriotas sin patria” (con palabras de José Antonio Saco22), se ocupa de lo que los autores consideran las raíces del proyecto político autonomista cubano. Así, en aproximadamente una treintena de páginas los profesores Bizcarrondo y Elorza intentan sintetizar los proyectos jurídico-políticos considerados como los antecedentes más relevantes del objeto central de su investigación, comenzando, como es lógico, por el proyecto primigenio, elaborado por el presbítero José Agustín Caballero en 1811.23

17. Sin embargo, desafortunadamente el análisis de los referidos proyectos se realiza con desigual profundidad y extensión, lo que refleja, por otra parte, el grado real de conocimiento científico que actualmente existe sobre los mismos, a la vez que pone al descubierto no pocos nichos de investigación sobre el tema. Por ejemplo, con trazos rápidos, pero conceptualmente vigorosos, que mucho recuerdan a la escuela impresionista, los autores intentan que el lector aprecie al primer golpe de vista en el sustancioso proyecto de Caballero (págs. 22-24), “el momento auroral” de la conciencia de la identidad cubana, si bien consideran que el presbítero habanero “apuntaba ya una línea política diferente del conformismo de la sacarocracia”, aunque hacía “concesiones al orden vigente” (pág. 24). A nuestro juicio, lo que realmente hace el sacerdote habanero al elaborar su proyecto de organización política para la Isla de Cuba es, ni más ni menos, intentar juridificar las líneas maestras de las aspiraciones políticas de esos criollos, de los que él era uno de sus más conspicuos representantes. Por ello, más que hacer “concesiones al orden vigente”, José Agustín Caballero plantea la primera alternativa jurídico- política cubana al modelo centralista-autoritario español de organización política colonial, aplicado en la Isla desde las primeras décadas de su conquista y colonización, y especialmente radicalizado a lo largo del siglo XIX.

18. Menos suerte que el de Caballero tiene en esta obra el proyecto de Gabriel Claudio de Zequeira, que los autores analizan en apenas un párrafo (pág. 24). Ha sido éste, lamentablemente, un proyecto descentralizador escasamente estudiado por los investigadores cubanos,24 de ahí que hubiese resultado interesante una mayor profundidad en su análisis.25 No resulta baladí hacer hincapié en este proyecto, toda vez que fue el primero que articuló una fórmula jurídica cuasi-confederal para regular las relaciones político-jurídicas -y por consiguiente la distribución de competencias- entre la Gran Antilla y el Estado español. Se impone, no cabe duda, retomar el estudio del Proyecto Zequeira y diseccionarlo desde nuevas perspectivas, por ser éste un hito significativo en la línea de la tendencia descentralizadora cubana del siglo XIX.

19. El “Proyecto de Instrucción para el gobierno económico-político de las provincias de Ultramar”, de fecha 16 de febrero de 1823, y cuya autoría se atribuye al Presbítero Félix Varela, Catedrático de Constitución del Seminario de San Carlos de La Habana y Diputado a Cortes, es el tercer proyecto descentralizador destacado por los profesores españoles en su obra (págs. 24-25). Igual que en el caso anterior, en el estudio que nos ocupa se pasa de puntillas sobre el contenido de este Proyecto, que pasó a conocimiento de las Cortes en la legislatura ordinaria de 1823 y naufragó por la dramática encrucijada en que la reacción absolutista de Fernando VII puso al Parlamento liberal en octubre de 1823.26 El Proyecto Varela, si bien se caracterizó por su minuciosa elaboración técnica, no pasó de propugnar –a diferencia de los que le precedieron- una mera descentralización administrativa para las provincias de Ultramar, aunque sólo esta razón obliga a prestarle especial atención cuando se pretende estudiar la tendencia descentralizadora en el XIX cubano.

20. Acertadamente destacan los profesores Bizcarrondo y Elorza la radicalización de la tendencia centralista-autoritaria en la Isla a raíz de la concesión de facultades omnímodas al Gobernador General de Cuba por virtud de la Real Orden de 28 de mayo de 1825 (pág. 26). No cabe duda de que éste es un punto de inflexión clave para la cabal comprensión de lo que más adelante sucedería en la Gran Antilla. Asimismo, otro hito destacado por los autores con igual acierto es la exclusión política de los diputados de Ultramar en las Cortes de 1837, y el digno papel de José Antonio Saco en las protestas que protagonizaría contra tan humillante situación (págs. 27 y ss.). Brilla aquí, sin duda, la capacidad de síntesis de los autores, pues destacan en su justa medida –a nuestro juicio- los momentos más relevantes del proceso de consolidación en la Isla de un rígido modelo centralista-autoritario de organización política colonial, configurador del statu quo al que más adelante se opondría la alternativa autonomista cubana objeto de su estudio.

21. Siguiendo el hilo conductor de su investigación, los autores resaltan otros proyectos normativos desarrollados en la segunda mitad del XIX, cual es el caso del Proyecto del Capitán General Francisco Serrano (págs. 40-43) y el del camagüeyano Calixto Bernal (págs. 43-44). En la misma línea hermenéutica utilizada en los proyectos anteriormente referidos, los profesores Bizcarrondo y Elorza se limitan a apuntar en ambos casos unos pocos elementos para que el lector se haga una idea de la naturaleza descentralizadora de los mismos, sin hundir mucho el escalpelo en el análisis de sus respectivos contenidos. Es una lástima que el corte de disección tampoco pase de la dermis en estos dos últimos proyectos, hasta ahora nunca convenientemente estudiados por los historiadores ni por los juristas cubanos.

22. Especial y justo hincapié hacen los autores en la significación de la Junta de Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico, convocada en 1865, en la línea de la tendencia descentralizadora que cada vez más se consolidaba en las Antillas españolas (págs. 46-52). El debate suscitado en el marco de esta Junta informativa, celebrada en Madrid entre 1866 y 1867, constituye un punto de inflexión en el desarrollo de la referida tendencia descentralizadora, como bien se destaca en las páginas antes referidas. Sin embargo, todo quedó en una indigna burla para con los comisionados cubanos y puertorriqueños, y ello, como no podía ser de otra manera, traería inmediatas consecuencias en Cuba. Esto es, a la postre, el fracaso de la Junta coadyuvó a la radicalización de las posturas rupturistas en la Isla, bien en dirección de la independencia, o bien en el de la anexión de la Gran Antilla a los Estados Unidos (pág. 52). La improcedencia del modelo centralista-autoritario español de organización política colonial a esas alturas resultaba evidente. El conflicto entre colonia y metrópoli estaba servido.

(Continuará)

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