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lunes, 18 de julio de 2011

Finca Vigía: Orígenes y desarrollo en el siglo XIX. Por Isbel Iseel Ferreiro Garit y M. G. Prieto


Una colaboración del amigo Ihos Hernández, del Blog La Parada de los Mangos.
Fotos: Cortesía del Museo Hemingway

Visitar Finca Vigía significa descubrir la intimidad de Ernest Hemingway, husmear por sus ventanas y conocer la ubicación exacta de cada uno de sus objetos personales durante los últimos veintiún años de su vida. Este lugar fue residencia oficial del escritor norteamericano desde 1939 hasta 1961. El propio Hemingway expresó: “Es un buen lugar para trabajar porque está fuera de la ciudad y enclavado en una colina.”

Finca Vigía, ese lugar en las afueras de La Habana que escogió Ernest Hemingway para vivir, no ha sido, directamente y por sí mismo, objeto de estudio de investigadores e interesados en el tema. Aunque todos los que han escudriñado en la relación de Hemingway con Cuba se aventuran a ofrecer algunas hipótesis sobre los orígenes del lugar, estas no están soportadas en la mayoría de los casos por fuentes documentales de primera mano sino constituyen versiones de un discurso fundador, con no pocas imprecisiones y tergiversaciones de la realidad, que nació probablemente de la tradición oral y se encuentra más emparentado con mitos populares que con la “verdad histórica”.

Lo mismo sucede con el discurso museológico que se enfrenta a una pregunta común del visitante: ¿Por qué este lugar se llama Finca Vigía? Se habla entonces de un fortín o punto de vigilancia español que se diceexistió y pereció en un incendio. También a las llamas se les responsabiliza por la ausencia de detalles históricos sobre el particular con la mención al fuego que destruyó el Ayuntamiento de Guanabacoa en marzo de 1934. Sin embargo, los documentos que se encontraban en el archivo del Ayuntamiento fueron salvados, y aunque se encuentran dispersos y en su mayoría amontonados sin clasificar, contiene una preciosa información dada erróneamente por perdida. Súmese además, otras fuentes obviadas y olvidadas que descansan en los fondos de archivos, registros, museos y bibliotecas.



Entre las primeras publicaciones realizadas sobre el período cubano de Ernest Hemingway aparece el libro Hemingway en Cuba de Yuri Paparov publicado en Moscú en 1979 y reeditado en 1982. El autor, periodista que trabajó en nuestro país en la década del 70, comienza su texto con un capítulo titulado Finca “La Vigía”. Paparov se cuestiona quién designó a la finca con este nombre y recoge dos posibles respuestas:  “Unos dicen que las autoridades españolas, cuando Cuba era una colonia. Otros aseguran que así la llamó el pueblo.[1] El investigador soviético, junto a algunos datos errados[2], defiende la existencia de un puesto de observación del Ejército Español á fines del siglo XIX que fue incendiado, según Paparov, por los propios españoles.

Norberto Fuentes realizó el primer registro documental sobre La Vigía, aún cuando tampoco en este caso constituye el tema principal de su investigación. El estudio refiere dos documentos sobre San Francisco de Paula que pertenecen al fondo Realengos del Archivo Nacional de Cuba. Aunque la relación de estos expedientes, fechados en 1771 y 1775, con nuestra localidad, es errada, su mención demuestra la búsqueda de archivos que ilustren los orígenes del lugar. Fuentes recoge otras referencias más afortunadas como la descripción de San Francisco de Paula de Jacobo de la Pezuela (1866), la inscripción de compra-venta de Finca Vigía en 1940, asentada en el tomo 239, folio 41 del Registro de la Propiedad de Guanabacoa y un anuncio del alquiler de Finca Vigía publicado a inicios de la década del 20 en la revista habanera Social.

Sin fundamento histórico alguno que no sea la tradición oral, Norberto Fuentes apunta otros dos antecedentes del sitio a estudiar. Fija la construcción de la casa en la primera década del siglo XX y refiere la supuesta existencia de un fortín español a fines del siglo XIX. Sobre esto último refiere:
“Es una suposición generalizada que en los terrenos de la actual Finca Vigía, hubo un fortín español a finales del siglo pasado. Una edificación de madera que fue utilizada como puesto de vigilancia y que disponía de un sistema de comunicación por heliógrafo. De ahí su nombre original: La Vigía.”[3]

Sin embargo, el investigador no refiere la fuente documental que prueba la existencia del fortín.

Ante todos estos precedentes, que lejos de esclarecer la historia de Finca Vigía, siembran nuevas incógnitas, se hace evidente la necesidad de una investigación que trate de esclarecer la verdad histórica a partir de una profunda búsqueda documental. Los primeros pasos estuvieron encaminados a investigar si realmente se había borrado toda prueba documental. Si esto no fuese así, como fue constatado rápidamente, se abría ante nosotros un amplio abanico de preguntas: ¿quiénes fueron los dueños de la Finca desde sus inicios?, ¿qué posición y extensión tenía la propiedad?, ¿cuándo se construyó la casa principal y el resto de las edificaciones de la finca?, ¿existió un fortín español?, ¿por qué se llama Finca Vigía?
Si se rescatan las fuentes originales se descubrirá una “nueva historia”, documentada y verificable, que niega algunos elementos de la historia anterior,  fundamenta otros ya conocidos y aporta también nuevos conocimientos.

En términos espaciales, inicialmente nuestro objeto de estudio parecía ser tan solo las cuatro hectáreas de tierra y un poco más que ocupa el Museo Ernest Hemingway. Sin embargo, para estudiar la historia de este lugar desde sus inicios, era necesario expandir nuestra mirada hacia un territorio mayor, tres caballerías de tierra (aproximadamente 41 hectáreas), de la cual lo que hoy conocemos como Finca Vigía es solo el 10%.

Desde el punto de vista temporal, podríamos situar el punto de partida en el último lustro del siglo XVIII, o sea, a partir de la fundación del poblado de San Francisco de Paula en 1795. Durante el siglo XIX, San Francisco de Paula fue creciendo rápidamente en nivel poblacional, los censos de la época van documentando este proceso.

Apuntes históricos sobre San Francisco de Paula

En 1795 Agustín Francisco José de Arocha, de procedencia canaria, se encontraba en Cuba levantando una Ermita que había prometido a San Francisco de Paula si llegaba con vida a esta Isla después de una peligrosa travesía. La construcción de la Ermita se llevó a cabo junto al Camino Real de Güines e inicia sus servicios religiosos en 1797. A partir de la fundación de la Ermita comienzan a asentarse algunas personas en tierras aledañas. Así surge este poblado de San Francisco de Paula que a inicios del siglo XIX era un caserío y adquiere una mayor importancia en la segunda mitad de ese siglo. El poblado devino parada necesaria para los viajeros que entraban o salían de La Habana, desde o hacia las regiones del oriente o suroeste occidental; esta función motivó el surgimiento de comercios, apeaderos, posadas y fondas.  


  Jacobo de la Pezuela en 1863 ubica a San Francisco como aldea y parte adjunta a la ciudad de Santa María del Rosario con una población de solo 141 habitantes[4]. En su Diccionario denomina y describe este poblado como:

“San Francisco de Paula. (Aldea de). Está situada a 1 ½ leguas casi al oeste de Santa María del Rosario, en terreno quebrado y elevado en la falda septentrional de la loma del Bacalao, hacia los nacimientos del río de Luyanó. Su aspecto es risueño y la forman 26 casas con 141 habitantes de toda edad, sexo y color. Tiene una Ermita de mampostería, que se construyó en 1795 con limosnas recogidas por Don Francisco Arocha, el que para sostenimiento de su culto donó tres estancias. El cuadro estadístico de 1846 la señala con 7 casas y 53 habitantes y el de 1841 con 57. Dista por la calzada del Suroeste, a orillas de la cual se halla, ¾ de legua de Santa María del Rosario, a cuya jurisdicción pertenece y dos y media de La Habana.”[5]


San Francisco nace como partido rural dependiente del Partido Judicial de Santa María del Rosario y era una capitanía pedánea. En los inicios de los años 20 del siglo XIX San Miguel constituyó un ayuntamiento. En actas capitulares de 1820 aparece la familia Gárciga entre los fundadores del poblado de San Francisco, incluso Isidro Gárciga, primer dueño que se conoce de Finca Vigía, poseía el título de Regidor del pueblo. Este ayuntamiento fue de efímera vida, no sobrevivió más de un lustro, y desde su desaparición tanto San Francisco como San Miguel quedaron supeditados judicialmente a Guanabacoa, el primero como cuartón, el segundo como partido rural. En 1856, aumenta su categoría militar con la asignación de un destacamento de caballería, desaparecen las capitanías pedáneas y aparece en San Francisco, como en otras localidades, el Cuartel de Caballería; el cuartel fue ubicado junto al camino real de Güines y el camino de Jamaica frente al nacimiento de la calle Sol.
      
La Vieja o La Vigía: una estancia de labor.

Los primeros documentos que hacen referencia al lugar donde se encuentra hoy el museo Hemingway pertenecen al siglo XIX y mencionan la existencia de una estancia de labor o finca rústica que integraba el cuerpo de bienes de una familia: los Gárciga.

Sobre las particularidades de las estancias como tipo específico de finca rústica[6] describe Pezuela una estancia como una hacienda pequeña donde se cultivan únicamente raíces alimenticias, hortalizas, frutales, etc.[7], mientras Julio Le Riverend la describe como mercedes circunurbanas, cerca de la ciudad o zonas urbanas, cuyas tierras eran dedicadas a explotación  mixta, ganadero- agrícola – avícola, en pequeña escala, adoptaban forma rectangular (mientras los hatos y corrales eran circulares, con medidas fijas de 2 y 1 leguas respectivamente) y tenían linderos propios y precisos.[8]

En 1750, D. Francisco Cagigal de la Vega, Gobernador y Capitán General de la Isla le ordena a D. Joseph Franco la elaboración de un plano con una leyenda del mismo[9], en el que aparecen representadas las fincas rústicas de Guanabacoa y sus alrededores. Constituye el documento cartográfico más antiguo encontrado sobre esta región. Sin embargo, el plano de 1750 no recoge ninguna finca en el territorio donde 45 años después surgiría el poblado de San Francisco de Paula.

Los inicios de la historia de Finca Vigía se remontan a inicios del siglo XIX pero esta historia se fue descubriendo de forma retrospectiva siguiendo las pistas que en antiguos protocolos notariales, censos e inscripciones del registro de la propiedad fueron apareciendo y que configuraban una historia totalmente desconocida.

El primer propietario de finca Vigía que se conocía era un arquitecto catalán llamado Miguel Pascual y Baguer quien se decía construyó la casa en 1887. Es un hecho que Miguel Pascual compra la finca en este año, pero el día que se firma la escritura de compra venta, esta estancia le es vendida por José Germán Padrón y Díaz, quien a su vez había oficializado, ese día y en esa misma escritura, la compra de Finca Vigía a José María Gárciga Hernández. Los tres comparecían este 4 de julio firmando dicha escritura.

Los Gárciga constituyen una familia prolífica y antiquísima en San Miguel del Padrón. Los abuelos paternos de José María, Isidro Gárciga y Victoria Coto aparecen registrados en un censo de San Miguel de 1823. También se encuentra la inscripción del matrimonio efectuado el 13 de agosto de 1840 entre Narciso Gárciga, hijo de Isidro y Victoria y padre de José María, con María Rufina Hernández en los libros de Matrimonio de la Iglesia Parroquial de San Miguel del Padrón.

Sin embargo, la primera referencia a la casa de esta familia pertenece a un censo de fincas realizado en 1857 donde encontramos la Estancia La Vieja de tres caballerías de tierra como propiedad de Narciso Gárciga en el cuartón de Paula, partido de San Miguel del Padrón, jurisdicción de Guanabacoa.

Dos años después, en 1859, Narciso testa la estancia a favor de su esposa un día antes de morir, y en 1861 se le adjudica la propiedad. El testamento y el protocolo notarial de la adjudicación nos muestran los orígenes de esta finca de tres caballerías que conforma Narciso, quien declara que heredó dos caballerías de su madre Victoria Coto en 1845 y compró otra caballería a Rosalía Herrera en 1854. La estancia de Narciso en 1857 poseía ¾ de caballería cultivada, 1 operario, 6 esclavos, 1 vaca y producía viandas, arroz y frijoles.

Rufina Hernández muere en 1869 sin otorgar testamento, por lo cual se tasan los bienes de la familia y se adjudica en 1873 la estancia a José María Gárciga Hernández, el mayor de los hijos varones; además, cada hijo debía recibir una suma de dinero valorada según el valor del patrimonio familiar como herencia.  José María Gárciga es quien realiza la primera inscripción de la Finca en el libro 13 de Fincas de Guanabacoa de la Anotaduría de Hipotecas el 15 de diciembre de 1873. La primera inscripción en el Registro de la Propiedad de Guanabacoa certifica el documento anterior y la inscribe como la Finca # 975 mientras describe:

“A la estancia de que se trata se le ha dado el nombre de La Vigía y se compone de tres caballerías de tierra que equivalen a 40 hectáreas, 26 áreas, 6 centiáreas y 19 centímetros cuadrados.[10]


Este registro del 3 de abril de 1884 apunta algunos detalles de gran interés. Por primera vez aparece el nombre de La Vigía que a partir de este momento va a encontrarse como título de la Estancia al igual que La Vieja, bien apareciendo solo uno de ellos o bien la frase “La Vieja o La Vigía”. El último documento donde aparece solo “La Vieja” fue una certificación de amillaramiento con fecha 1ro de agosto de 1887.


Por otro lado, se precisan las medidas de la finca en más de 40 hectáreas. Esto significa que la Finca Vigía que visitamos hoy como Museo y que perteneció a Ernest Hemingway era solo aproximadamente un 10 porciento de aquella finca de los Gárciga. Se mencionan también fábricas, o sea construcciones dentro de la propiedad pero no se describen, y se fijan los linderos por el Este con terrenos de Don José Hernández Coto, por el Oeste con la estancia La Ermita, por el norte con el antes dicho Hernández y por el sur con terrenos de Don Pablo Meza.

En 1885, Doña María Laureana Padrón y Díaz, viuda de Rufino Gárciga Hernández le pone una demanda a su cuñado José María Gárciga exigiendo el pago de la parte de la herencia que le correspondía a su difunto esposo. Como consecuencia la finca es embargada, hipotecada y se dicta sentencia de remate. El 15 de diciembre de ese mismo año se realiza la subasta y queda el remate a favor de Don José Germán Padrón y Díaz. Curiosamente este nuevo dueño posee los mismos apellidos de María Laureana, le lleva solo cuatro años de edad pero ninguno de los documentos dan fe de que sean hermanos o exista otro parentesco. Lo cierto es que la única participación de Don Germán en esta historia fue pagar el cinco de enero de 1886 la deuda que había dado lugar a la demanda, 730 pesos oro e intereses, y comparecer en un encuentro tripartito ante notario el 4 de julio de 1887 cuando se efectúa la escritura de compra-venta de la estancia de labor La Vieja o La Vigía acompañado de José María Gárciga Hernández y Miguel Pascual y Baguer.

San Pedro de Bella Vista.

Cuando Miguel Pascual compra la estancia y la inscribe en el Registro de la Propiedad de Guanabacoa, la finca recibe un nuevo nombre: “Estancia de labor, titulada La Vigía, que hoy se le da el nombre de San Pedro de Bella Vista…” [11]

La escritura de 1887 hace efectiva la venta de la estancia La Vieja o La Vigía de José María Gárciga a Germán Padrón y Díaz y de este último a Miguel Pascual y Baguer. El documento describe al nuevo propietario como natural de Sant Feliu de Guíixols en la provincia de Gerona, Cataluña, maestro de obras, casado, mayor de edad, vecino de Estrella # 186 y a la estancia con pequeñas casas en mal estado, cercas, arboledas, aguadas, entradas, salidas y serventías, todo ello en una extensión de aproximadamente 41 hectáreas de tierra.

Al catalán Miguel Pascual se le atribuye la construcción de la casa que habitó Hemingway años después. Testimonios de Sara Pascual, su nieta, ofrecidos en una entrevista que fue grabada en el Museo el 1ro de octubre de 1985 aseveran este hecho. Según Sara, su abuelo nació a principios de la década del 50 del siglo XIX y vino muy joven para Cuba. Cuando tenía 22 años, se casó con Teresa Serra, nacida en Cuba e hija del catalán Vicente Serra y la cubana Juana González y Núñez de Villavicencio. Tuvieron tres hijos: José Miguel, a quien mandaron a estudiar a Cataluña con 11 años de edad y murió, María, quien también muere con siete años de apendicitis y Pedro, el padre de Sara. Pascual decide comprar la finca luego de perder sus dos hijos mayores para calmar las tribulaciones de su esposa y revivirla con el hermoso paisaje que se contemplaba desde este lugar y que le hicieron llamarla San Pedro de Bella Vista, nombre que prevaleció en documentos oficiales (pagos de Finca Rústica) en tiempos de Hemingway como propietario, pese a que el escritor como los vecinos del lugar la llamaban Finca Vigía.

Sara afirma que su abuelo, junto a su esposa e hijo, vivieron aquí desde 1887 hasta 1903, año en que Pedro se casa y regresan para La Habana. Estas fechas coinciden con las escrituras de compra-venta.

Sobre el ejercicio de Pascual como maestro de obras se conoce que reconstruyó en 1894 la Casa del Marqués de Torres[12], vivienda del siglo XVII que había sido destruida por un incendio, ubicada en la calle San Ignacio y Muralla en la Plaza Vieja; también construyó la Ermita de los Catalanes y confeccionó los planos para el Convento de las Catalinas en Paseo y 25, según los testimonios de Sara Pascual.

Miguel Pascual no aparece entre los maestros de obras que lista Lilliam Llanes en el libro Apuntes para una historia de los constructores cubanos, pero lo registra como miembro de la directiva de la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos de Cuba (1907). Pascual formó parte de los fundadores del Colegio de Arquitectos de La Habana en 1916 y fue electo como uno de los vocales del Comité Ejecutivo de esta institución.
Miguel Pascual y Baguer muere el 15 de agosto de 1924, para esta fecha vivía en 23 e/ Paseo y 2. Plaza.

¿Un fortín español?

Sara Pascual negó la historia contada por Yuri Paparov en Hemingway en Cuba sobre la colaboración de Miguel Pascual y Baguer con los mambises y la existencia en esta etapa de un fortín del ejército español; dice que su abuelo era progresista pero no separatista, algo que entraría en contradicción con sus raíces hispánicas. 

Sin embargo, es leyenda popular en los alrededores la existencia de un punto de observación de los españoles que le da el nombre de la Vigía.

La zona occidental de la isla de Cuba no se vio amenazada por las luchas independentistas hasta la Guerra del 95, cuando la invasión de Oriente a Occidente y, por último, la posibilidad de la intervención de los norteamericanos en el conflicto en 1898 pusieron en alerta a las tropas del ejército español en las provincias habaneras.

La amenaza mambisa obligó al poder colonial a desplegar sus tropas por todo lugar que pudiera ser atacado y a fortificar algunos puntos de la isla. Sobre el despliegue de las fuerzas españolas, un acta capitular del 14 de octubre de 1896 da fe de la ubicación que tenían en San Francisco de Paula.

“De conformidad con el dictamen de la Comisión de Hacienda se acordó abonar 15 pesos 90 centavos y 8 pesos oro mensualmente a Don Salvador Pujol como apoderado de Don Victoriano Sauleda, por las dos casas propiedad de este situadas en el pueblo de San Francisco de Paula, señaladas con los números 11 y 13 y que ocupan hoy fuerza de la Guardia Civil y del Batallón de Ottumba respectivamente.”[13]

Desde abril de 1896 se discutían en las reuniones del cabildo de Guanabacoa sobre el fondo de guerra y la necesidad de invertir en fortificaciones que protegieran la villa y sus alrededores. Estas obras constructivas, al igual que los gastos de alojamiento y de alimentación, eran asumidas por un fondo del Ayuntamiento llamado “gastos extraordinarios de guerra”. Sin embargo, San Francisco de Paula se encontraba bastante vulnerable cuando se produce el único enfrentamiento relevante en la zona que es recogido en los anales de su historia y que ocurre el 7 de septiembre de 1896.

“Día 7. A las dos y cuarto de la madrugada, una partida de 400 hombres, mandados por Cárdenas y Madrados, rompió el fuego por varios puntos sobre San Francisco de Paula, continuándolo por espacio de tres horas, hasta que la llegada de un escuadrón de la Guardia Civil puso en dispersión a los insurrectos, los que incendiaron 60 casas, la fuerza del destacamento tuvo un herido, habiendo sido también heridas una señora y una niña del poblado.”[14]

Aunque no se recogen nuevos enfrentamientos, la situación de San Francisco de Paula se hacía cada vez más inhóspita. El Alcalde de barrio de San Miguel le escribe en una carta al Alcalde Municipal de Guanabacoa:

“Tengo el gusto de contestar comunicación referente a las escuelas de esta localidad, estando en el deber de informarle que existen dos… pero que ambas están en suspenso por la circunstancia de las escasas garantías que existen en este pueblo, pues solo existe una pequeña trinchera en el centro de la población, que no ofrece defensa alguna salvo que se lleve a efecto la construcción de tres fortines, que ha dispuesto el Sr. Comandante de la zona se construyan y los que no se han principiado por carecerse de elementos. Al mismo tiempo, informó que con motivo del acontecimiento del día 7, la mayor parte de los vecinos se han marchado y los pocos que quedan están pensando en marcharse…”[15]

En el mes de octubre, se discutía la conveniencia de construir en el exterior de la Villa de Guanabacoa seis fuertes y se autoriza que el arquitecto municipal formule un presupuesto ya que hasta ese momento no se podían autorizar los gastos que las obras originen. También en octubre, Valeriano Weyler dicta su Bando de Reconcentración[16]. San Francisco de Paula fue uno de los puntos de reconcentración de campesinos. En julio de 1897 había 77 reconcentrados en este cuartón, con las funestas consecuencias de enfermedades, indigencia y muerte que esto acarreaba. Incluso hubo que ampliar el cementerio para enterrar a los muertos que caían víctimas del hambre y las epidemias.

En 1898, la posible intervención de fuerzas norteamericanas en el conflicto hispano-cubano hizo que las autoridades españolas tomaran nuevas medidas defensivas. Las fortificaciones y el despliegue de las tropas ahora solo no debían tener en cuenta la guerra de campaña sino también la amenaza militar por mar desde los Estados Unidos. El Estado Mayor de la División de Defensa de la Plaza de la Habana, comandada por el General Juan Arolas Espugles, reorganizó las fuerzas del ejército. En San Francisco de Paula, el plan de guerra de Espugles concebía la ubicación de 186 soldados y 5 oficiales del Batallón Provisional de La Habana No. 1 y 134 soldados y 4 oficiales del Batallón Provisional de La Habana No. 2[17]. Estos batallones constituían tropas de infantería, prestaban sus servicios en la zona exterior de La Habana, pero pertenecían al primer cuerpo de ejército de las tropas divisionarias y en caso de ataque a la plaza se debían reconcentrar sobre el casco de ella, formando en su Parque Central. Al contabilizar las fuerzas armadas solo para la zona exterior, este plan de guerra ubica 127 soldados y 3 oficiales de infantería del Batallón Provisional de La Habana No. 1 en Loma Vigía y fuertes y 110 soldados y 5 oficiales de infantería del Batallón Provisional de La Habana No. 2 en San Francisco y fuertes[18].

Estos centenares de soldados que el nuevo plan de guerra ubica en San Francisco nos están alertando sobre la importancia de la localidad dentro de la División de Defensa de la Plaza de La Habana y específicamente el reconocimiento de un punto estratégico: Loma Vigía. “El límite de la División lo determina desde la playa de Marianao la carretera que de ella va a este pueblo, alambrada exterior de él hasta encontrar el camino real que conduce al Ingenio Toledo, la línea férrea que desde este ingenio, atravesando la finca “Fernandina” va al puente de la de Güines sobre el río Almendares, este río hasta la Chorrera de Managua, de aquí la línea recta que atravesando la finca “Escobilla” va a la esquina del potrero “Ojo de Agua” y por la portada del este a cruzar el camino real de San Francisco de Paula, de allí a San Miguel del Padrón, Puentes Blancas, Paso Real y Río de Cojímar hasta su desembocadura en el mar.”[19]

Este último sistema defensivo colonial tenía previsto líneas de fortificaciones defensivas, y transversal a ellas, líneas de comunicación. En San Francisco de Paula no se registra ninguna de las fortificaciones militares que componen a la primera y segunda línea defensiva, pero sí aparece como un punto importante para las comunicaciones. “Las fuerzas de la zona exterior son un cordón de vigilancia establecido en los límites territoriales de la División que se repliegan en caso de ataque”.[20] En el croquis de la red de comunicaciones aparece San Francisco y, específicamente Loma Vigía como puntos estratégicos.

Todas estas alusiones obligan a pensar en la posibilidad de que la presencia del fortín español no sea solo leyenda aunque es aún objeto de investigación. Sin embargo, no existe relación entre el supuesto fortín y el nombre de la finca, que fue llamada La Vigía desde 1884.

Lo cierto es que La Vieja, La Vigía o San Pedro de Bella Vista, es un lugar encantador para contemplar desde los márgenes de La Habana, a la ciudad que sedujo a Ernest Hemingway con bares como El Floridita, hoteles como El Ambos Mundos y el humilde pueblo de los pescadores de Cojimar. Es un mirador. Un excelente punto de observación de la capital cubana. Vigía fue su escondite para huir de la fama cuando le resultaba incómoda, y estar lo suficientemente cerca y lo suficientemente lejos de su tierra natal: los Estados Unidos. Pero Hemingway habitó la Vigía de los años 40 y 50 del siglo XX sin llegar a conocer nunca su historia. Recorrió las calles de una Habana que imitaba el american way of life y cuyos pobladores lo admiraban como un modelo, un paradigma. Vivió en Cuba, como cualquier otro norteamericano de su época, sin indagar en nuestros orígenes, ni siquiera el devenir de la casa que habitó por más de 20 años. Hoy intentamos descubrir algunos secretos que Hemingway no conoció, pero que conforman la historia de su casa durante el siglo XIX. 

Notas:
[1] Paparov, Yuri. Hemingway en Cuba. Moscú. 1982. pág. 7. (En ruso).[2] Entre las pifias que comete el investigador se encuentran la descripción de Miguel Pascual, uno de los propietarios de la finca, como terrateniente criollo. Las inscripciones del Registro de la Propiedad expresan que Miguel Pascual y Baguer era un maestro de obras catalán, natural de San Feliu de Guixols, en Gerona. Otra imprecisión aparece al situar a Joseph D´Orn Duchamp como propietario de la finca desde 1922. Según el Registro de la Propiedad este francés adquieire la finca en 1916.[3] Fuentes, Norberto. Hemingway en Cuba. Editorial Letras Cubanas. La Habana. 1986. pág. 32. [4] Pezuela, Jacobo de la. Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba. Tomo 1.  Madrid, 1863. pág. 150.[5] Idem. Pág. 449.[6] También se consideraban fincas rústicas los ingenios, las vegas y las haciendas.[7] Pezuela. Ob. Cit. T.I pág. 186.[8] Le Riverend Brusone, Julio. La Habana. Biografía de una provincia. Academia de Historia de Cuba. La Habana. 1960. pág. 46 y 47.[9] El mapa se puede consultar en la mapoteca de la Biblioteca Nacional mientras la leyenda y una copia del mapa se encuentran en el Archivo Histórico del Museo Municipal de Guanabacoa.[10] Registro de la Propiedad de Habana del Este.  Tomo 18. Folio 217.[11] Registro de la Propiedad de Habana del Este.  Tomo 23. Folio 128. Inscripción 5.[12] Ver Weiss, Joaquín. La arquitectura colonial cubana. Segunda Edición. Letras Cubanas – Junta de Andalucía. La Habana - Sevilla. 2002. pág. 214.[13] Archivo Histórico de Guanabacoa. Actas Capitulares del Ayuntamiento de Guanabacoa. 14 de octubre de 1896.[14] Weyler, Valeriano. Mi  mando en Cuba. Vol. II. Madrid. 1910. pág. 309.[15] Archivo Histórico de Guanabacoa. Documento no clasificado. Citado en CD Historia de la localidad. Guanabacoa. 2005. pág. 155.[16] “Todos los habitantes en los campos o fuera de la línea de fortificación de los poblados, se reconcentrarán en el término de ocho días en los pueblos ocupados por las tropas. Será considerado rebelde y juzgado como tal, todo individuo que transcurrido ese plazo se encuentre en despoblado’. También serían reconcentrados los dueños de fincas, colonos, arrendatarios, dueños de negocios e industrias en despoblado que no justificasen la propiedad y el último pago de la contribución”. Tomado de CD Historia de la localidad. Guanabacoa. 2005. pág. 160. [17] Cuba. Estado Mayor del Ejército. Ejército de Operaciones en Cuba. División de Defensa de la Plaza Habana, EM. Imprenta La Universal. La Habana. 1898. S/p.[18] Idem.[19] Idem.[20] Idem.
La Jiribilla. Revista  de cultura cubana

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola José Ramón, ahí te dejo un texto muy interesante que critica a los que defienden el indigenismo, basándose en las barbaridades que realizaba el pueblo azteca

http://actualidadehistoria.blogspot.com/2011/07/la-paradoja-del-indigenismo.html

I. Hernández dijo...

José Ramón, ese es un artículo muy interesante sobre La Vigía, un sitio que en tiempos de guerra fue fortín español... Buen, es lo que se dice...

Saludos,

Ihos

Anónimo dijo...

Los insurrectos incendiaron 60 casas es decir que como decimos los cubanos ,estaban sueltos y sin vacunar,al garete,lo mas espelusnate de todo es el numero de ellos, 400 insurrectos.
esto es una prueba mas de quien realmente era el target de los mambises; el pueblo.Y todavia el himno de cuba celebra la quema de casas que hacian estos malechores, como fue el caso de Bayamo.
no me cabe ninguna duda de que bando hubiera estado yo si hubiese vivido en aquel tiempo.Lo mas triste es que joseito marti,el desgraciado ese,consentia todo.
No me cabe la menor duda que lo que esta pasando el pueblo cubano hoy en dia,no es mas que el resultado de el legado de los mambises a la sociedad cubana.La semillita crecio,y crecio,hasta que formo un tronco que ahora para cortalo va a costar dios y ayuda.

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