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jueves, 26 de mayo de 2011

LA MEJORANA, UNA ENOJOSA REUNIÓN. Por María Teresa Villaverde Trujillo

Por: Maria Teresa Villaverde Trujillo
ashiningworld@cox.net

En LA NUEVA NACION


«No habrá dolor, humillación, mortificación, contrariedad, crueldad, que yo no acepte en servicio de mi Patria»
(José Martí)


"Junta de la Mejorana”

Obra del cubano Juan Emilio Hernández Giro.
 Importante entrevista la cual tuvo lugar el 5 de mayo de 1895 en el Ingenio “La Mejorana”, cerca del poblado Dos Caminos, localizado en las márgenes de los no-caudalosos ríos Guaninicún y el Ullao, -uno de los tres asentamientos del municipio San Luis-, en la zona oriental de Cuba.
Allí se reunieron José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo aunque de esa entrevista no hay evidencia histórica exacta pero sí que se trataron distintos temas entre ellos el relacionado a los cargos que desempeñaría cada uno de las tres principales figuras de la guerra justa y necesaria: Máximo Gómez –general en jefe-; Antonio Maceo –lugarteniente general- y José Martí –Delegado del Partido Revolucionario Cubano- insistiéndose además en que el Apóstol debía retornar a New York a contribuir a la guerra desde el exterior; a lo que el Delegado fuertemente se oponía, no al menos hasta después de la Asamblea de los representantes del pueblo en guerra, en la provincia de Camagüey.
Se mantuvo conversación sobre la futura organización del gobierno de la Republica en Armas y se sabe que durante la entrevista hubo diversos criterios entre Martí y Maceo ya que mientras el Delegado propugnaba la formación de un gobierno civil, Maceo era partidario de una junta militar, de generales con mando total y absoluto.
En el Diario del Apóstol aparece anotadas, -ese mismo día- de punto y letra del patriota, algunos detalles de aquel encuentro.  Vestía Martí en la manigua como lo detalla Rafael Esténger en su libro “Vida de Martí”, con pantalón y chamarreta azul, sombrero negro y alpargatas, y de las bocamangas azules, con el anillo de hierro, emergían pálidas y suaves las manos de artista…
Encontramos anotadas por el Delegado:
“ ...De pronto, unos jinetes. Maceo, con un caballo dorado, en traje de holanda gris: ya tiene plata la silla, airosa y con estrellas.”
“..Salio a buscarnos, porque tiene a su gente de marcha al ingenio cercano; a Mejorana  va Maspon a que adelanten almuerzo para cien. El ingenio nos ve como de fiesta: a criados y trabajadores se les ve el gozo y la admiración-, el amo, anciano colorado y de patillas, de jipijapa y pie pequeño, trae Vermouth, tabaco, ron, malvasía/ ...Va y viene el gentío…”
“...Maceo y Gómez hablan bajo, cerca de mi: me llaman a poco, allí en el portal, que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno: una junta de los generales con mando, por sus representantes, y una Secretaria General: -la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como Secretaría del ejército.

(Desconozco el nombre del autor de esta imágen)

 “Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación: “¿pero usted se queda conmigo o se va con Gómez?”. Y me habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo y su representante.  Lo veo herido…” 

Y Maceo declara abiertamente su poca simpatía por el Delegado; quizás desde aquel lejano tiempo cuando el Apóstol rehusó unirse a ellos en el intento de un nuevo levantamiento con cariz militar. Además, Maceo estaba disgustado por la decisión de Marti de encargar a Flor Crombet los preparativos de la embarcación que traería a los Maceo y al mismo Flor, desde Centro América a Cuba.  Maceo pedía una fuerte suma de dinero que los fondos de la revolución no podía ofrecerle, y a Flor le era factible hacerlo con una menor cantidad monetaria.  Así le expresó Antonio Maceo al Apóstol y este anotó en su Diario:
“...lo quiero menos de lo que lo quería - por su reducción a Flor en el encargo de la expedición, y gastos de sus dineros…”
Y Maceo reitera nuevamente:
“dentro de 15 días estarán con usted- y serán gentes que no me las pueda enredar allá el Doctor Martí”.
Más tarde, el Delegado vuelve anotar en su Diario:
“...En la mesa, opulenta y premiosa, de gallina y lechón, vuélvese el asunto: me hiere y me repugna: comprendo que he de sacudir el cargo, con que se me intenta marcar, de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar. Mantengo, rudo: el ejercito, libre, -y el país, como país y con toda su dignidad representado. Muestro mi descontento de semejante indiscreta y forzada conversación, a mesa abierta, en la prisa de Maceo por partir.  Que va a caer la noche sobre Cuba, y ha de andar seis horas.  Allí cerca, están sus fuerzas: pero no nos lleva a verlas: las fuerzas reunidas de Oriente, Rabí, de Jiguaní, Busto de Cuba, las de José, que trajimos.  A caballo, adiós rápido...”

“...y así, como echados, y con ideas tristes, dormimos.”
Tanto Gómez como Martí tuvieron que pernoctar en un rancho abandonado, en la zona fangosa de Banabacoa; y tal como lo hizo el Apóstol, confirmado quedó en el Diario de Campaña del Generalísimo:
"Después y como a eso de las cuatro de la tarde nos condujo a las afueras del campamento, en donde pernoctamos solos y desamparados, apenas escoltados por 20 hombres bisoños y mal armados.”
Posiblemente, así echado y triste pensaría Martí en los controversiales encuentros con Gómez y Maceo –ambos militares- cuando en 1884 él se negó formar parte en una revolución militar para libertar a Cuba, y Martí fue humillado y mal entendido en su forma de pensar en cuanto a un nuevo gobierno en la Republica de Armas y en la futura Republica de Cuba, libre y soberana, porque pensaba el Apóstol que:  “En la hora de la victoria, sólo fructifican las semillas que se siembran en la hora de la guerra….”
Posiblemente, así echado y triste pensaría Martí en aquella vez -en 1885-, cuando recibió invitación de los cubanos de Filadelfia para que hablara en el acto patriótico del 10 de Octubre. En la carta declinando la invitación, muestra de nuevo su recto proceder y sus sólidas convicciones políticas:
“...Tan ultrajados hemos vivido los cubanos, que en mí es locura el deseo, y roca la determinación, de ver guiadas las cosas de mi tierra de manera que se respete como a persona sagrada la persona de cada cubano, y se reconozca que en las cosas del país no hay más voluntad que la que exprese el país, ni ha de pensarse en más interés que en el suyo…”
Las anotaciones de José Martí en su Diario, correspondientes al día 6 de mayo, -siguiente día de la reunión en La Mejorana-, desaparecieron tras la muerte de José Martí en la batalla de Dos Ríos. Se supone que Máximo Gómez las arrancó del Diario del Delegado, porque fue el Generalísimo la persona que tuvo en su poder ese documento martiano.  
Ahí, por supuesto, estaba narrada la conversación y las discusiones mantenidas entre Gómez, Martí y Maceo.
Para el Apóstol –en los momentos después de la entrevista en La Mejorana- solo valía continuar la marcha
hasta poder hacer efectiva la próxima reunión en Camaguey.   Porque como dice el historiador cubano
Pedro Roig en su libro “La Guerra de Martí” refiriéndose al carácter del Delegado:
“No había heridas que no sanaran, ni desaires que no superara, ni impertinencias que no perdonara. Una vez mas, Martí demostraba su enorme caudal de humana comprensión y patriotismo.”

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