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martes, 17 de enero de 2012

UNA SANGRIENTA NAVIDAD EN PASTO A MANOS DEL “ABEL" AMERICANO.

Del Blog CoterrÁneus - El BLOG DE FRANCISCO NÚÑEZ PROAÑO
CortesÍa de un AnÓnimo.


Permítanme este offtopic...

En los ultimos años han aparecido tanto en Colombia como en Argentina o Ecuador algunos historiadores dispuestos a derribar los "mitos" de las revoluciones hispanoamericanas. Les recomendaria que los sigan de cerca pues de seguro que aprenderan muchas cosas sobre la historia "menos conocida".

Este artículo nos lo brinda un bloguero ecuatoriano:
Una sangrienta Navidad en Pasto a manos del ‘Abel’ americano.
http://coterraneus.wordpress.com/2011/12/23/una-sangrienta-navidad-en-pasto-a-manos-del-abel-americano/
Saludos. 

Anónimo


UNA SANGRIENTA NAVIDAD EN PASTO A MANOS DEL “ABEL" AMERICANO.

Conversando hace un tiempo con un académico colombiano (miembro de la Academia Nariñense de Historia y miembro correspondiente de la Academia Nacional de Historia del Ecuador) me decía que a Sucre por este salvaje episodio más se lo debería conocer como el Caín de América, antes que el ‘Abel’ como el romanticismo mitológico lo ha llamado:

ESPANTOSO GENOCIDIO EN PASTO[1]

La Navidad negra.-Diciembre de 1822

El tremendo odio que el Libertador Simón Bolívar sentía contra la ciudad de Pasto y sus moradores, por el apoyo a España, se desencadenó en la navidad de 1822, cuando las tropas patriotas, al mando de Antonio José de Sucre, se tomaron la ciudad y protagonizaron uno de los más horripilantes episodios de la guerra de la Independencia. Fue una verdadera orgía de muerte y violencia desatada, en la que hombres, mujeres y niños fueron exterminados, en medio de los más incalificables abusos. Este hecho manchó sin duda alguna, la reputación de Sucre, quien de manera inexplicable permitió que la soldadesca se desbordara, sin ninguna clase de control. Fue una navidad negra, cuyos detalles presentamos en las líneas siguientes:

Lamentablemente siempre la historia de Colombia ha estado ligada a la violencia. Ese es un hecho irrefutable que se vive hasta nuestros días, donde como todos sabemos guerrilla, paramilitares y otros grupos al margen de la ley, son causa de muerte, destrucción y secuestros.

Cómo olvidar la época de la violencia de la década del 50 del siglo pasado en nuestro país, cuando los enfrentamientos bipartidistas entre liberales y conservadores, dieron lugar a que los campos colombianos se bañaran en sangre de miles de personas, en una masacre que parecía no tener fin.

Bandoleros, como se les conocía en esa época, de estremecedores apodos como “Sangrenegra”, “Desquite” y otros, fueron responsables de matanzas que, aún transcurrido más de medio siglo, no se olvidan por su barbarie y crueldad extremas. Palabras como el “corte de franela” que no era más que un infame degollamiento de las víctimas, o el “corte de corbata”, donde a los asesinados se les sacaba la lengua por el cuello cortado, aun causan terror. Fue una violencia aterradora, espantosa, descrita en muchas publicaciones como el famoso “Viento Seco” de Daniel Caicedo” o el “Libro Negro de la Violencia en Colombia”, con sus fotografías de pesadilla en las que se muestran muertos degollados o despedazados a machete, en piadoso blanco y negro, puesto que en esos años, la fotografía a color apenas daba sus primeros pasos en nuestro medio.

Se trata de una violencia salvaje que en los últimos años se ha repetido en nuestro país con las acciones que han tenido como marco el enfrentamiento entre la guerrilla y los grupos de autodefensas. Personas despedazadas vivas mediante la utilización de sierras o lanzadas como alimento para caimanes y aves, hacen parte de las confesiones de numerosos integrantes de las llamadas autodefensas, que de esta manera no sólo revivieron los tenebrosos años del bandolerismo, sino que los superaron en maldad y exceso.

Pero estoy seguro que, a pesar de las crueldades sin cuento que se han vivido en esas nefastas épocas de la historia de Colombia, nada en el futuro podrá superar la premeditada barbarie que sufrió todo un pueblo situado en la ciudad y comarca de Pasto en diciembre de 1822 en plena guerra de la Independencia.

Solo una mente bipolar desequilibrada pudo ordenar unas acciones tan terribles, en contra de un pueblo entero. Con este ataque del ejército patriota a la ciudad, Simón Bolívar demostró una vez más su odio visceral en contra del pueblo pastuso y como instrumento de su sangrienta venganza, utilizó a su paisano, el General Antonio José de Sucre, el oficial de sus mayores afectos, quien, de manera inexplicable, permitió a los soldados a su mando el perpetrar toda clase de iniquidades, como jamás se habían visto.

Podría decirse que la saña con la que llegó el ejército republicano era producto de la corajuda guerra que les estaba dando la ciudad de Pasto y el reciente revés sufrido en Taindala. Pero nada de eso, ni siquiera el anhelo de una liberación continental para las élites “criollas”, justifica la matanza y los abusos cometidos.

Horas de horror

Trasladémonos en las líneas siguientes al 24 de diciembre de 1822. Sí, es la celebración de la Navidad, pero el pánico reina en Pasto. Ya se tienen noticias del avance del ejército patriota, al mando de Sucre. Se trata de unas tropas en las que vienen nada menos que los batallones Rifles, Bogotá y Vargas, integrados por militares de una gran veteranía, curtidos en toda clase de combates. Como si esto fuera poco, los acompañan los escuadrones de Cazadores Montados, Guías y Dragones de la Guardia, reforzados también con soldados de la vecina Quito. El día anterior, se ha sabido que ese ejército ya ha atravesado el paso del Guáitara, muy mal defendido por las milicias improvisadas que allí quedaron, por lo que el 24 se espera su llegada en cualquier momento

La mayoría de los hombres, informados de la gran superioridad de los enemigos que se acercan y no adictos a la causa realista que suscitaran entonces el oficial español Remigio Boves, Agualongo y otros pocos, prefieren huir a las montañas. Numerosas mujeres y niños buscan refugio en las iglesias. Creen que los enemigos tendrán respeto de esos recintos sagrados, pero se darán cuenta, demasiado tarde, de su terrible equivocación.

A pocos minutos de las tres de la tarde, se escucha un grito de espanto:
¡Ya están aquí, ya están aquí!

Es cierto. Las tropas patriotas han llegado a la ciudad y luego de su extenso recorrido, aparecen en el atrio de la iglesia de Santiago, frente al antiguo camino de Caracha. El día es triste y frío y el imponente volcán Galeras se encuentra nublado, como no queriendo ser testigo de las iniquidades que en cuestión de minutos van a dar comienzo.

Prácticamente no hay resistencia en las barricadas defensivas que se han levantado. El jefe de Pasto, Estanislao Merchancano y su segundo, el comandante, Agustín Agualongo, han huido a las montañas, al darse cuenta que se encuentran en inferioridad de condiciones y que, por lo tanto, en caso de dar batalla seguramente serán hechos prisioneros o muertos.

Santiago, el primer derrotado

 Entonces, en esos momentos de intenso pánico, a alguien se le ocurre decir:
¡Saquemos a Santiago para que nos defienda!
Al parecer no queda otra alternativa. Sólo un milagro puede salvar en esos aterradores momentos a Pasto y los aterrorizados moradores se lo piden al apóstol Santiago. Entonces, su imagen es colocada en medio de quienes tratan de rechazar el brutal ataque. Es una imagen increíble: por un lado los patriotas en violenta arremetida, por el otro, unos pocos hombres, con los rostros demudados por el miedo, cuya única arma es una imagen de yeso. Los minutos que siguen demuestran que los milagros no son cosa de todos los días. Santiago no sirve absolutamente para nada. Es más un estorbo, que cae al suelo en medio del fragor del combate, mientras, poco a poco, los atacantes van minando la pocaresistencia para apoderarse definitivamente de la ciudad que tantos dolores de cabeza le ha causado al proceso de emancipación de la Nueva Granada.

Dice, a manera de curiosidad, el ilustre historiador Alberto Montezuma Hurtado en su obra “Nariño Tierra y Espíritu”, que no es explicable cómo en aquellas horas aciagas, los pastusos no se hubieran acordado de su patrona, la Virgen de las Mercedes, quien seguramente habría desempeñado un mejor papel en la defensa de la ciudad, como ya lo ha demostrado en otras situaciones en la que Pasto ha estado expuesta a toda clase de peligros.

¡Pesadilla!

Los episodios que siguen a continuación son infernales.

A pocos metros de la iglesia de Santiago, uno de los soldados le arrebató su hijo de brazos a una desesperada madre. Enloquecida trata de recuperarlo y como una fiera enfurecida se lanza contra el hombre. Pero, otro de los soldados, la degüella de un certero sablazo y su cabeza rueda por la pendiente, con la boca abierta en un grito silencioso. Acto seguido, el soldado que le había quitado el niño, en medio de una carcajada de demente, lanza al infante hacia arriba y lo ensarta en su bayoneta, mientras que la soldadesca lo aplaude. Toda la ciudad de Pasto parece un solo grito de dolor. A sangre y fuego se somete a la población; templos, capillas y conventos cayeron en poder de los atacantes, a excepción del de las Conceptas, que se levantaba donde hoy es la Gobernación de Nariño.

Un homicidio espantoso

En la catedral de ese año de 1822, hoy iglesia de San Juan, las tropas al mando de Sucre y enviadas por el Libertador Simón Bolívar perpetran un asesinato espantoso, cuya víctima es el sacristán que pasaba de los 80 años de edad. En efecto, las tropas realistas, lo agarran y lo obligan a colocar su cabeza en la pila bautismal. El pobre anciano no puede hacer nada para defenderse de la brutal agresión. Es entonces, cuando uno de los oficiales patriotas Apolinar Morillo posterior asesino confeso de Sucre-, le descarga una mole de adobe. La escena no puede ser más dantesca. La sangre salta por doquier y mancha las paredes de la iglesia. Mientras se perpetra este asesinato incalificable, la soldadesca que ha entrado al templo en sus caballos, enlaza las sagradas imágenes de las vírgenes y de los santos, que acto seguido son despojadas de sus ornamentos y sus riquezas terrenales, en una orgía de muerte, destrucción y pillaje, en medio de los alaridos de las mujeres que están siendo violadas y pasadas a cuchillo y de los gritos de los hombres, que también son degollados. Pero la navidad negra, apenas está comenzando.

¡Tome usted a mi hija!

Al darse cuenta de la nula resistencia, los soldados republicanos, convertidos en verdaderos animales, empezaron a ingresar con brutal violencia a las casas, para robar, matar y violar sin pudor alguno a todas las mujeres, aunque estas fueran niñas o ancianas. Los gritos y alaridos de las infortunadas se escuchaban por doquier. Fue entonces, cuando en medio de esa orgía de sexo desenfrenado, muchas madres en su desesperación decidieron sacar a sus hijas a la calle, para entregársela a algún soldado blanco, antes de que un negro la violara.

¡Señor, por favor, tome usted a mi hija! Fue una exclamación que se escuchó muchas veces en ese caos en el que se convirtió la ciudad.

Las violaciones fueron múltiples y de acuerdo con las crónicas de la época, todas las mujeres que fueron sorprendidas en Pasto ese 24 de diciembre de 1822, fueron víctimas de vejámenes sexuales, de los cuales no se salvaron las monjas en los conventos.

De los robos y abusos cometidos, es de rescatar la opinión del general José María Obando, quien no vacila en criticar los incalificables excesos y responsabiliza de los mismos al general Sucre:

“No se sabe cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano (?) e ilustrado como el general Sucre la medida altamente impolítica y sobremanera cruel de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada; las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas; hubo madre que en su despecho salióse a la calle llevando a su hija de la mano para entregarla a un soldado blanco antes de que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugiados fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir tantos actos de inmoralidad…”

Increíbles bacanales

Realmente, como lo dice el general José María Obando, nunca se sabrá qué pasaba por la mente de Antonio José de Sucre, al permitir tantos desmanes, que él perfectamente pudo evitar. Córdova mismo, alarmado por este gravísimo error político e histórico, le pidió que cesara la matanza y, ante su fuerte insistencia, ordenó Sucre, al tercer día del genocidio, que este Coronel, con el cuerpo que comandaba, desarmara a los enloquecidos y borrachos soldados, en particular a los del “Rifles”, compuesto por venezolanos y mercenarios ingleses.

Pasto fue, pues, durante tres días el epicentro de hechos horribles y abusos inimaginables contra su población. En cercanías a la hoy Plaza de Nariño, soldados en avanzado estado de embriaguez seguían abusando sexualmente de las mujeres, sin importar que esto fuera en plena calle. Lo más horrible de todo es que, muchas veces, satisfechos de su bellaquería, los infames soldados, procedían a degollar a las indefensas mujeres.

Respecto a los muertos, en las calles se amontonaron por lo menos quinientos cadáveres de hombres, mujeres y niños, la mayoría con el cuello cortado. Al cabo de pocos días y a pesar de la frialdad del clima, la pestilencia fue insoportable, ya que nadie se atrevía a sepultar los cadáveres por el riesgo de convertirse en uno de ellos, en una ciudad en donde la soldadesca hacía lo que le daba la gana.

Tanto así que ni siquiera los templos de Santiago, San Juan, San Andrés, Taminanguito y San Sebastián, sirvieron de protección a quienes se refugiaron en ellos convirtiéndose en escenario de crímenes horrorosos, que parecieran ser cometidos por brutales dementes.
  
Destrucción cultural

Aparte de la terrible matanza y los escabrosos hechos que rodearon el vil ataque a Pasto por parte de las tropas republicanas, la ciudad sufrió a su vez un irreparable daño cultural y económico, como lo dice José Rafael Sañudo: “Se entregaron los republicanos a un saqueo por tres días, y asesinatos de indefensos, robos y otros desmanes hasta el extremo de destruir, como bárbaros al fin, los archivos públicos y los libros parroquiales, cegando así tan importantes fuentes históricas. La matanza de hombres, mujeres y niños se hizo aunque se acogían a las iglesias y las calles quedaron cubiertas con los cadáveres de los habitantes, de modo que “el tiempo de los Rifles”, es frase que ha quedado en Pasto para significar una cruenta catástrofe”.

Tesoros escondidos

De esa nefasta navidad de 1822, han quedado para la posteridad muchas historias, que hoy, 187 años después, obviamente no han perdido vigencia en Pasto. Por ejemplo, es una realidad que, al darse cuenta de la llegada del ejército patriota, fueron muchos quienes, de manera desesperada, escondieron sus pertenencias de valor en patios y paredes, con la esperanza de volver algún día por ellas. Al respecto, son informaciones conocidas que numerosos entierros han sido descubiertos en viejas viviendas o en patios y, por lo que se sabe, una gran cantidad de tesoros todavía esperan ser descubiertos en la hoy capital de Nariño. Por mi parte, estoy plenamente convencido de esto puesto que en Pasto, en la época de los acontecimientos que estamos relatando, había personas que poseían grandes fortunas, especialmente en monedas de oro.

Finalmente, como epílogo de los trágicos acontecimientos de esa navidad de 1822, hay que decir que, por culpa de lo sucedido en esa fecha, la guerra de Independencia se prolongó por dos años más con todas sus trágicas consecuencias en lo humano y en lo económico. Ese diciembre no hubo celebración de navidad, ni villancicos, a consecuencia de la más espantosa tragedia que haya afrontado la ciudad de Pasto en su historia. Producto, de acuerdo con todos los antecedentes descritos, de una mente bipolar, como la del Libertador Simón Bolívar, quien encontró en su paisano Antonio José de Sucre un inesperado cómplice para que se perpetrara la matanza y abusos contra la población pastusa. Además, los documentos quemados fueron la causa para que se perdiera la memoria de la región, la cual ardió en las hogueras de la violencia y la barbarie.
Por Isidoro Medina Patiño

18 comentarios:

Anónimo dijo...

las conquistas suelen ser violentas,así como las liberaciones...las aspiraciones del sojusgador como las de quien busca libertad,pasan igualmente por la violencia...bien se ve reflejado en un cuadro de Goya que se llama "La carga de los mamelucos"...

Anónimo dijo...

Nadie que crea en Dios puede ser capaz de cometer semejantes atrocidades.

Espero que todos esos hijos de Satanás hayan rendido cuentas con el Altísimo.

Anónimo dijo...

Bolívar nunca quiso a los pastusos; se refirió a ellos como: malditos, demonios, infames, malvados, infelices, desgraciados.

Como se explica en este post la ciudad le declaro la guerra a la republica y se mantuvo fiel a España, lo cual produjo la desgracia de los pobladores y fue la causa de la masacre de 1822.

Poco se menciona sobre Pasto en la historia colombiana, y es que muchos capitulos en la historia de esta ciudad (como este) han sido borrados.

Anónimo dijo...

Así le va a hispanoamerica por dejarse llevar por esos "libertadores", que lo que buscaban era su propio beneficio a cualquier precio.

Anónimo dijo...

Karl Marx sobre Simón Bolívar:

"En lo que toca al estilo prejuiciado, ciertamente me he salido algo del tono enciclopédico. Pero hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque."

Bartolomé dijo...

Los falsos "libertadores" de Hispanoamérica fueron en realidad genocidas, unos asesinos que cometieron auténticas atrocidades entre la población civil, a ese pueblo que decían defender. ¿Y todo por qué? Por pura ambición personal y por contentar las directrices de las logias masónicas anglosajonas.

Estos sinvergüenzas llevaron la violencia y la miseria a un territorio próspero y pacífico como era Hispanoamérica.

Es especialmente grave el desconocimiento de los hispanoamericanos sobre su propia historia. Es deleznable cómo glorifican a esos falsos "libertadores" que destrozaron sus territorios, asesinaron a sus antepasados y los llevaron a la ruina.

Ya es hora de que en este nuevo siglo Hispanoamérica supere sus problemas tan enquistados y revise su historia. Sin conocer su historia está condenada a repetirla, exactamente lo que hemos visto durante los últimos 200 años.

Recordemos a la muy realista y leal Ciudad de Pasto y a su gran héroe: AGUSTÍN AGUALONGO. El valiente soldado pastuso que alcanzó el grado de General de División luchando contra Simón Bolívar. Su menuda estatura no le impidió alcanzar la grandeza.

Conozcan un poco más de este insigne español en el siguiente vídeo:

http://www.youtube.com/watch?v=Ngf6Rje9wk8

Anónimo dijo...

De tal palo, tal astilla. No hay mas nada que decir.

Anónimo dijo...

oigan una pregunta ese político espanol que murió estaba buscado en argentina...?

Jesús Rodríguez Saludes dijo...

Confieso que nunca fui un devoto de Bolivar. Como persona normal que soy, repudio todo remedo, máxime cuando éste se impone la meta de superar el original. Y aquí el original fue Napoleón. Bolivar no sólo encarnó al Emperador en el atuendo, en la augusta gesticulación, en la verborrea ampulosa. También se esforzó por sentar cátedra en estrategias y tácticas militares, a la vez que celebraba la camaradería demagoga con que el gran corso gustaba contentar a la soldadesca, haciendo la vista gorda en las tantas tropelías y desafueros de su inabarcable ejército. En una palabra: por no dejar de imitarlo, el futuro “libertador” de las Américas se hizo francmasón. De haber contado también con una Josefina, se habría dicho que hasta eran hermanos gemelos. Es fácil reconstruir al joven Bolivar en Notre Dame de Paris el día en que su idolatrado Maestre decidió autocoronarse. A la par que Bonaparte se ceñía la corona de Lombardía, el Iniciado vislumbraba en su mente sus inminentes y apoteósicos proyectos bolivarianos: “Me conformaré con mi América”, pensaría, con el pecho erguido y los ojos fulgentes, para acto seguido, henchido ya de grandeza, rectificar: “¡Emperador, los dos no cabemos en este mundo!”. Tal vez, por eso, al pie del Monte Sacro y haciendo el calculado ademán de llevarse la mano derecha al corazón, largó el solemne juramento de acabar con esos malditos godos. Se dice que Beethoven, tan pronto tuvo noticias de la coronación, rompió, colérico, varias partituras de su tercera sinfonía dedicada a su admirado Bonaparte. Casi seguro que tamaño despropósito hirió profundamente su sensibilidad humana, puesto que, al igual que millones de personas, el genial compositor no podía dar crédito que alguien que se prometió liberar al mundo del yugo absolutista, terminara canjeando los sagrados ideales republicanos de la Revolución Francesa por una corona que, no obstante imperial, era de hierro. Años más tarde, sería José San Martín quien optara por ceder todo su ejército a Bolivar, constatando con cierta amargura que “Los dos no cabemos en el Perú”, célebre frase que ilustra, con claridad meridiana, que la libertad de América estuvo condicionada desde un principio por peregrinas ambiciones de orden personal. Emperador o Libertador, Cónsul o Presidente Vitalicio, en cualquier caso y cualesquiera que sean las credenciales, original y copia terminaron sus días en similares circunstancias, algo que no deja de acentuar la megalomanía patológica que padecieron ambas figuras. Igualados en el “mas allá”, me temo que hoy día la copia supera el original. Napoleón es un referente histórico inevitable, pero ya a salvo de toda turbulencia; en cambio Bolivar continúa siendo una bandera en pie de guerra, ondeando en la sesera de Chávez y en la resentida proyección de sus miles de simpatizantes. Slu2.

Anónimo dijo...

San Martín fue el libertador más humano y más honorable de todas las revoluciones hispanoamericanas, que incluso tuvo palabras de aprecio para con los españoles.
Por otra parte, en las antípodas de San Martín encontramos a seres demoníacos como Simón Bolívar o Miguel Hidalgo (México), que representan la cara más salvaje de lo que fueron las "liberaciones".

Afortunadamente, México también está empezando a dar voz a personas que revisitan la historia menos conocida de las independencias hispanoamericanas, como podemos ver en este enlace:

http://mexico.cnn.com/bicentenario/2010/09/15/el-lado-oscuro-del-cura-hidalgo-segun-el-escritor-eugenio-aguirre

Ya saben lo que se dice:

"Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia: la verdadera historia"

Saludos.

gadita dijo...

http://www.youtube.com/user/RazonHistorica?blend=1&ob=video-mustangbase
es este canal se ven contradicciones sobre la leyenda negra con datos

Anónimo dijo...

http://www.elblogdemontaner.com/la-tozudez-de-la-esperanza/

Anónimo dijo...

Excelente aportación, Rodrigo. Buena pluma la suya, una prosa de elevada altura.

Corriente Hispanista dijo...

Para entender las acciones de Simón Bolivar hay que conocer su vida. Les dejamos un enlace del historiador colombiano Pablo Eduardo Victoria Wilches sobre la biografía de Simón Bolívar, muy interesante y clarificador: http://www.youtube.com/watch?v=hG-4t1EpJb8

Anónimo dijo...

todo es relativo...la crueldad es inherente al ser humano,a veces movida por deseos de libertad,otras movida por pura ambición como en el caso de la conquista espanyola en américa.
ejmplo:http://www.portalplanetasedna.com.ar/oro13.htm


el deshonor está en prostituir el mensaje en beneficio de nuestro punto de vista(cosa muy común por otra parte)...

Anónimo dijo...

SAVE ALGUIEN SI SE HA COMENTADO ALGO DE ESTE MOVIMIENTO DENTRO DE CUBA Y QUE OPINAN??

Anónimo dijo...

Muy buen artículo:
http://www.globaldilewis.com/2012/01/benedicto-xvi-y-las-damas-de-blanco.html#more

Unknown dijo...

Bolivar... asesino, mentes dementes.

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